El agua, el mejor ejemplo de economía circular
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Por Fernando Morcillo, Presidente de AEAS
La economía circular, junto con la necesaria transición hacia una economía baja en carbono, pretende ser la base de la estrategia económica para los próximos años.
Parece más que razonable, como sociedad moderna, tratar de consumir los mínimos recursos naturales posibles, aprovechando al máximo los productos fabricados o procesados a partir de ellos, reutilizándolos una vez han cumplido su vida útil, revolucionando el modelo actual.
Los técnicos y expertos en el cuidado y uso del agua estamos muy familiarizados con este concepto, probablemente porque el agua es el ejemplo más visible y evidente de ciclo de aprovechamiento de un recurso natural. Por ello, hemos trabajado en términos de economía circular aun cuando no se hablaba de este concepto.
A partir de la formulación de la estrategia europea de economía circular, en el sector de los servicios de agua urbana reconocemos cuatro grandes apartados:
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Reciclado y reutilización de materiales de construcción
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Producción, aprovechamiento y ahorro energético
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Valorización de subproductos
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Reutilización del agua (regeneración y suministro)
Asimismo, la preocupación del sector por el cambio climático se ve reflejada en la aplicación de diferentes técnicas implementadas por los servicios de agua urbana para minimizar, en lo posible, la huella de carbono del sector. En España, la media de consumo energético por cada 1.000 litros de agua es de 0,98 KWh/m3 y el consumo energético de servicio del ciclo integral del agua por hogar es de 117 KWh, lo que supone menos que el gasto energético que se produce en el consumo “en espera” de los aparatos que habitualmente tenemos en los hogares.
Ya en el siglo XIX comenzamos a aprovechar la energía potencial del agua para obtener energía eléctrica que, por su origen, denominamos hidroeléctrica. En los servicios urbanos, esta posible producción está condicionada al objetivo de suministrar agua a las ciudades, pero encontramos oportunidades de aprovechar los pequeños saltos hidráulicos y las sobrepresiones derivadas de la topografía del terreno y la topología de las redes existentes. Para ello, ha sido necesario el desarrollo tecnológico de las denominadas “mini”, “micro” y “pico” turbinas hidroeléctricas.
Mucho más importante es la producción eléctrica consecuencia del aprovechamiento del biogás, producido con la digestión anaerobia de la materia orgánica que vertemos con las aguas residuales, y que se produce en las grandes instalaciones de depuración. Se trata de un proceso que transforma, biológicamente, un residuo orgánico en un gas con gran contenido en metano y, por tanto, combustible renovable capaz de producir electricidad.
Actualmente, las depuradoras con digestión anaerobia están produciendo 138 millones de Nm3 de biogás al año, el equivalente al consumo del 4% del gas que consumen los ciudadanos atendidos de este modo.
El aprovechamiento energético producido por el sector se sitúa en 456 GWh/año, cifra equivalente a suministrar energía eléctrica durante un año a una población de 150.000 habitantes.
Respecto a la valorización de subproductos, los productos que se obtienen en mayor magnitud son los BIOSÓLIDOS, es decir, los fangos estabilizados que cumplen las condiciones legales exigidas para el uso agrícola o forestal. Actualmente, la producción anual de fangos de depuración asciende a 701.751 toneladas de materia seca −90 kilos de fango por persona y año− de los cuales un 85% se destinan a agricultura, jardinería y silvicultura; un 10% a incineración o valoración energética.
Se están desarrollando tecnologías para la producción de estruvita (sales de fósforo y magnesio), una forma de maximizar la valorización de los componentes fertilizantes del fango de depuración, y disponemos de plantas en producción. Esto va confirmando que las depuradoras se están convirtiendo en BIOFACTORIAS, que buscan el óptimo aprovechamiento de los residuos líquidos urbanos.
También en sintonía con la Estrategia de Economía Circular, las actuaciones en reutilización del agua son, sin duda, las más conocidas. Este uso requiere de un sofisticado proceso de REGENERACIÓN de las aguas residuales previamente depuradas, para que su calidad alcance las condiciones exigidas para su empleo en agricultura, jardinería y baldeo de calles. España es un país líder en esta tecnología y disponemos de una legislación muy exigente al respecto. En total, reutilizamos directamente 268 hm3/año, aproximadamente un 7% del volumen total de agua residual depurada.
Aún tenemos importantes desafíos que afrontar. Sin duda, la complejidad de los retos del agua y la economía circular requerirá de nuevas soluciones innovadoras, pero el sector se muestra dinámico y alineado con esta estrategia.
Artículo publicado en el número 218 Septiembre/Octubre 2019