Medusas con plástico en su interior evidencian el impacto de la contaminación en los océanos
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El Grupo de investigación en Ecofisiología de los Organismos Marinos (EOMAR) del Instituto Universitario ECOAQUA de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) acaba de publicar un artículo en la prestigiosa revista científica Marine Pollution Bulletin sobre la ingestión de microplásticos en medusas de la especie Pelagia noctiluca. El artículo viene ilustrado con una impactante fotografía tomada por la investigadora Alicia Herrera en aguas de Sardina del Norte, en Gran Canaria, en la que claramente puede verse una Pelagia noctiluca con un fragmento de plástico azul en su interior. La imagen constituye un hito en el estudio del impacto de la contaminación por microplásticos en esta especie, ya que por primera vez se documenta la ingestión de plástico de las medusas de este tipo en su medio natural, en el Atlántico Norte.
Esta investigación se realizó en verano de 2019 cuando un bloom (grupo grande) de medusas Pelagia noctiluca llegó a las costas canarias. Para el estudio se recogieron 30 medusas en la playa de Las Canteras y se analizaron por separado los microplásticos en su interior (cavidad gastrovascular) y los presentes en los tentáculos. En 29 de las 30 medusas estudiadas se encontró algún tipo de basura marina de origen antropogénico, es decir, generada por el ser humano. Un gran porcentaje eran fibras de algodón, pero también se encontraron fragmentos plásticos y restos de redes de pesca. El 53% presentó microplásticos en la cavidad gastrovascular, dato que confirma su ingestión por parte de estos organismos.
Las medusas son un componente esencial de los ecosistemas marinos, por lo que pueden ser un importante vector para la entrada de microplásticos a la cadena trófica marina, ya que son las principales presas de muchos animales. A modo de ejemplo, la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) puede llegar a ingerir diariamente un 73% de su peso de medusas. Este estudio evidencia que los plásticos ya se han incorporado a la cadena alimentaria y que representan un riesgo para la salud no solo de las propias medusas, sino de los eslabones superiores como tortugas, peces, aves y mamíferos marinos.
Todos estos datos no hacen más que confirmar lo crítico de la situación respecto a la contaminación por plástico de los océanos. Además, debido a la actual crisis sanitaria por la COVID-19, el uso de guantes y mascarillas ha sumado un nuevo problema, ya que éstos, si no son desechados correctamente terminan llegando al mar y complicando aún más la situación.
Desde la asociación Latitud Azul, que también ha participado en el estudio, advierten que es “urgente tomar conciencia respecto a esta problemática que causa miles de muertes de animales marinos al año, algunos de ellos en peligro de extinción”. Por ello, llaman a hacer un uso racional del plástico, así como de guantes y mascarillas, y siempre que sea posible optar por las alternativas reutilizables. La pérdida de biodiversidad y el daño a los ecosistemas es una de las causas de la aparición de nuevas pandemias, así que, recuerdan, “si no cuidamos nuestro entorno, difícilmente podamos cuidar de nosotros como especie”.
A pesar de su aparente fragilidad y su sencilla anatomía, las medusas han habitado en la Tierra por más de 500 millones de años y han sobrevivido a las grandes extinciones masivas, por lo que resulta paradójico que ahora sufran el impacto de la contaminación generada por unos recién llegados que llevan apenas unos 200.000 años sobre la faz de la Tierra.
Estas conclusiones quedan recogidas en Marine Pollution Bulletin, una de las revistas científicas más importantes sobre contaminación marina que se encuentra en el Q1 dentro del área biología marina con un índice de impacto de 3,78. El artículo va firmado por Jorge Rapp, como investigador principal, May Gómez, Alicia Herrera, Daniel Bondyale-Juez, Miguel González-Pleiter, Maite Asensio e Ico Martínez, todos ellos integrantes del grupo EOMAR del Instituto Universitario ECOAQUA de la ULPGC, en una labor que contó con el inestimable apoyo de la Asociación para la Conservación Medioambiental Latitud Azul y de la Universidad Autónoma de Madrid.