El desperdicio de comida aumentó un 12% durante el confinamiento
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Es una realidad que estar confinados ha supuesto un cambio en nuestra rutina y, por lo tanto, también en nuestros hábitos alimentarios. El impacto que la COVID-19 ha tenido en la pérdida y desperdicio de comida ha sido motivo de análisis en el estudio elaborado por investigadores de la Cátedra UNESCO de ESCI-UPF, la Universidad de Cantabria, el Centro Tecnológico EnergyLab y la Pontificia Universidad Católica de Perú.
La investigación analiza la gestión de los residuos alimentarios en los hogares españoles desde el 9 de marzo al 12 de abril desde un punto de vista ambiental, económico y nutricional. Es decir, los datos de los primeros días son previos al confinamiento y hasta 4 semanas después.
El estudio emplea el análisis de ciclo de vida, que permite evaluar las emisiones de gases de efecto invernadero a toda la cadena de suministro (desde la producción del alimento hasta el consumo y la gestión del residuo). Además se han incluido 57 tipos de comidas y bebidas para poder estudiar los cambios en la dieta, el aporte nutricional y el impacto en la economía familiar.
Si comparamos los resultados con los datos de las mismas fechas del año anterior, el titular sería: “Comimos peor y desperdiciamos más comida que en 2019”. Se ha observado un aumento del 12% en la generación de residuos alimentarios, el contenido nutricional bajó entre un 6% y un 8%, el impacto económico ha sido del 11% y las emisiones de gases de efecto invernadero han crecido un 10%.
Las conclusiones del estudio indican que se debe apoyar más al sector primario para acortar la cadena de suministro y reducir la presión sobre los recursos naturales. La reducción de residuos de alimentación y los impactos ambientales y económicos negativos se resuelven con el consumo de productos locales, frescos y de temporada. Lo que redunda en una atención nutricional sobre la población. Además de las ayudas al sector primario para adaptarse a nuevos escenarios mediante la digitalización, la planificación de la economía o la adaptación del etiquetado.
Es bastante probable que este confinamiento no sea una excepción, hay que estar preparados para que en próximas interrupciones de hábitos alimentarios no se repitan los patrones de pérdida y desperdicio de comida.