Visión circular de la gestión del agua en entornos insulares
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Europa tiene una estrategia para desviar la ineludible trayectoria actual de colapso de los recursos puestos en servicio, hacia una sociedad neutra en carbono, sostenible, generando el mínimo impacto ambiental posible y eficiente en el uso de éstos. Todo pasa por aplicar conceptos económicos basados en la circularidad en las diferentes etapas de la cadena de valor.
La forma en la que se obtiene, transforma, distribuye, trata y se reutiliza el agua que consumimos no se queda fuera de esta estrategia. Y si consideramos los espacios insulares europeos, en donde el agua es un recurso muy limitado y normalmente sujeto a considerables impactos, aplicar principios de economía circular y sostenibilidad se convierte en una obligación de los Estados miembros europeos. Sin dejar atrás el papel que juegan los consumidores en este reto a conseguir antes de 2050.
En las islas europeas, las cuales por número y por población mayormente se localizan en el sur del continente (Grecia, Italia, España), el agua que se consume históricamente proviene de la pluviometría local, y cada vez más se obtiene de procesos industriales, como la desalación de agua de mar. Aquí nos encontramos la primera oportunidad de aplicar criterios circulares. Los procesos deben tender a incrementar la proporción de agua desalada frente al agua captada. Además, eso permitirá reducir los volúmenes de salmuera que se generan, a la par que se valoriza este vertido con muchas expectativas de explotación. Cada vez más, los procesos para potabilizar y desalar tienden a reducir los productos químicos usados y/o a aplicar los menos tóxicos existentes.
En los espacios insulares europeos, donde el agua es un recurso muy limitado y normalmente sujeto a considerables impactos, aplicar principios de economía circular y sostenibilidad se convierte en una obligación.
Aparte de todo ello, la constante búsqueda de la máxima eficiencia energética y el uso de las energías renovables para reducir la huella de carbono, usadas ya sea de forma directa en bombeos o plantas de proceso, o mediante inyección a la red eléctrica, deben convertirse en obligación normativa en la cadena de valor del ciclo industrial del agua.
En cualquier territorio europeo, particularmente en entornos insulares, es inconcebible mantener rendimientos hidráulicos en las redes de distribución de agua, potable o agrícola, por debajo del 80%. Las mermas en las redes superan en muchas islas el 40%. Son, a día de hoy, la gran batalla ante la circularidad. No solo representan pérdidas económicas en la gestión municipal, sino que son un verdadero sumidero de pérdida energética y de impacto ambiental, al tratarse de aguas subterráneas con un alto valor ecológico o de aguas desaladas con una alta huella de carbono.
En este ámbito del consumo de agua potable para abastecimientos urbanos, el ciudadano juega un doble papel esencial. Por un lado, tiene en su “mano” reducir el consumo del recurso y por otro, velar por no contaminar más de la cuenta el agua que usa, que posteriormente tendrá que ser regenerada y reutilizada en usos de valor añadido. Las dotaciones por habitante en las islas europeas, sociedades aisladas antaño con mínimos recursos económicos, se han duplicado en menos de treinta años. El crecimiento económico, el estado de confort, el turismo, etc., repercuten inexorablemente en el incremento de la demanda y se hace preciso aplicar mecanismos de ahorro y sistemas de tarificación que fomenten el uso racional del agua. Europa apunta a mejorar un 10 % la eficiencia en el uso del agua. Objetivamente, parece un reto muy conservador.
La reutilización de aguas es un pilar fundamental en la economía circular al valorizarse un residuo como es un agua residual. La adecuada depuración y regeneración de aguas en islas es clave, puesto que se pone en valor un recurso que puede cubrir ampliamente usos agrícolas, ciertos usos urbanos o industriales, cubiertos mayormente con recursos naturales o aguas desaladas. Y por otro lado, se reduce la presión ambiental sobre el medio marino, puesto que hoy en día se devuelve al mar un altísimo porcentaje de las aguas servidas. Es en este eslabón de la gestión del agua donde mayores esfuerzos deben ponerse, puesto que la depuración y la regeneración de aguas presenta grandes oportunidades de circularidad (reúso, nutrientes, agua a menor coste), a la vez que se pueden alcanzar otros objetivos de adaptación al cambio climático.
Y es que el cambio climático, ya visible en nuestras islas, nos obliga a mejorar la eficiencia en el uso del agua en hogares, industrias, sector turístico, áreas recreativas y complejos agrícolas. La estrategia circular nos permitirá reducir la demanda y fomentar la oferta sostenible de los recursos hídricos, junto a una adecuada planificación hidrológica con instrumentos útiles de gobernanza.
Circularidad, mitigación y adaptación al cambio climático, van de la mano en los entornos insulares para orientar nuestra sociedad hacia la sostenibilidad y adentrarse en otro reto aún mayor: la soberanía hídrica, energética y alimentaria.
Circularidad, mitigación y adaptación al cambio climático, van de la mano en los entornos insulares, para orientar nuestra sociedad hacia la sostenibilidad y adentrarse en otro reto, aún mayor, que no es otro que la soberanía hídrica, energética y alimentaria.
Artículo publicado en el número 231 de RETEMA.