Una tesis doctoral corrobora que la central nuclear de Trillo no impacta en el ecosistema del río Tajo
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Las centrales nucleares necesitan agua para su funcionamiento, por eso se construyen cerca de ecosistemas acuáticos (río, lago, embalse o mar), porque requieren de agua la cual se utiliza para enfriar el vapor encargado de mover las turbinas que producen electricidad. Posteriormente, ese aporte de agua se devuelve al ecosistema acuático en un punto de vertido diferente al de la captación.
Para conocer el impacto del funcionamiento de la central en el ecosistema de su entorno, se realizan controles a través de programas de vigilancia ambiental que desarrollan empresas bajo la supervisión del Consejo de Seguridad Nuclear. Estos controles se encargan de comprobar que todos los indicadores medio ambientales, bióticos y abióticos, estén dentro de unos rangos normales y, de esta forma, garantizar el correcto funcionamiento y la seguridad de la central, sobre todo teniendo en cuenta la controversia que genera la operación de las centrales nucleares.
Impacto en ecosistemas acuáticos
Ahora, una tesis defendida por la doctora Rosa Argüelles Sánchez, del grupo de investigación de la Universidad de Córdoba ‘Bioingeniería de residuos, Ingeniería verde’ y dirigida por María de los Ángeles Martín Santos, catedrática de Ingeniería Química de la UCO, y por el investigador Manuel Toledo Padrón, ha integrado varios de esos indicadores medioambientales para evaluar el impacto que las centrales nucleares producen sobre los ecosistemas acuáticos. En concreto se ha centrado en la central nuclear de Trillo, ubicada cerca del cauce del río Tajo, en la provincia de Guadalajara.
A lo largo de 17 años, de 1992 a 2008, se han recogido muestras de agua, sedimentos, algas y peces de cuatro puntos diferentes del río situados tanto aguas arriba de la instalación nuclear como aguas abajo, incluyendo un punto, a diferentes profundidades, situado en el embalse de Entrepeñas.
Con objeto de evaluar la calidad, de cada una de las muestras se analizaron tanto factores físicos (como el pH o la temperatura), como químicos, incluyendo, por un lado, metales como el hierro o el aluminio; y por otro lado, radionucleidos como el estroncio, el cobalto o el tritio, entre otros.
Resultados
Los resultados han demostrado, como afirma Martín Santos, que la calidad de las aguas del río Tajo no resultaba afectada como consecuencia de las aguas vertidas provenientes de la central nuclear, sino que se mantenía dentro de los parámetros marcados por la legislación europea, por lo que su uso era adecuado para actividades relacionadas con la agricultura y la ganadería.
Para la realización del trabajo, también se han tenido en cuenta, además de la actividad de la central nuclear, otro tipo de perturbaciones, como pueden ser las variaciones de caudal del río durante períodos de sequía o de avenidas de caudal. Además, hay que tener en cuenta los vertidos procedentes de actividades relacionadas con el ser humano. En este sentido, se ha determinado que unas obras efectuadas en el cauce del río afectaron de forma notable al funcionamiento del ecosistema fluvial, afirma Martín Santos.
Todos estos aspectos muestran que el río posee una buena resiliencia, es decir, muestra una buena capacidad para adaptarse a las perturbaciones identificadas y poder recuperar sus condiciones habituales tras la ocurrencia de las mismas.
La tesis ha contado con la colaboración de la empresa Proinsa, de los laboratorios del Cedex, Geocisa, Nuclenor, Medidas Ambientales, SL, de la Confederación Hidrográfica del Tajo, de la AEMET y del Consejo de Seguridad Nuclear. Además, parte de este trabajo, ha sido publicado en un artículo de investigación en la revista Chemosphere. Como sostiene uno de sus directores, estudios de esta naturaleza, en los que se integran diferentes aspectos del ecosistema de la zona de estudio, resultan de gran utilidad para valorar el impacto del funcionamiento de las instalaciones nucleares en los ecosistemas de su entorno y de esta forma garantizar la salud y seguridad de su población.