Tierra a la vista para el biogás, pero aún no la pisamos
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Por Luis Puchades Rufino, Vicepresidente de la asociación española de biogás (AEBIG)
Son muchos años ya navegando por aguas procelosas. Una tormenta perfecta de falta de incentivos, impuestos de todo tipo y cuantas dificultades normativas puedan imaginarse, han hecho la ruta del biogás en esta década cuanto menos difícil, cuanto más, heroica.
Y sin embargo, aquí estamos. Como asociación, más fuertes que nunca, con más asociados, actividades y, lo más importante, sintiendo la ilusión de nuestros socios por desarrollar e invertir en proyectos de biogás y de gas renovable.
2020 debería ser un año importante para el biogás en España, porque se van a sentar las bases del crecimiento de los próximos años. Confiamos en ver el modelo de certificados de origen de biometano en España listo, está en proceso de ser reconocido por el Registro Europeo de Gas Renovable (ERGaR) y esperamos que tenga también el reconocimiento por parte del Ministerio para Transición Ecológica, tener un Plan Nacional de Energia y Clima (PNIEC) consciente de la importancia de los gases renovables, y medidas específicas de incentivos por parte del IDAE y de ciertas agencias regionales. Unas medidas a la altura de la energía renovable con mayor potencial de descarbonización (sobre el sector primario y el transporte), gestión de residuos y economía circular, y creación de puestos de trabajo en zonas rurales.
Con todo esto en marcha es de esperar el lanzamiento de una serie de nuevos proyectos de biogás. Es probable que los primeros sean plantas de gas renovable (enriquecimiento del biogás para su uso como combustible vehicular o inyección en la red para los usos finales habituales (cocina, calefacción, ACS, procesos industriales, transporte,…)) sobre instalaciones de biogás existentes, y cogeneraciones a biogás de pequeño y mediano tamaño en emplazamientos que no se les da un uso concreto al mismo.
Esto no significa que vayamos a ver muchos proyectos construidos a lo largo de este nuevo año, pues el periodo de tramitación de un proyecto nuevo oscila entre uno y dos años, e incluso proyectos de gas renovable sobre plantas de biogás existentes llevan unos meses.
Lo que se atisba más complejo es comenzar a desbloquear el gran potencial del biogás en España: el agroindustrial, ligado a purines, estiércoles, lodos y residuos de la industria agroalimentaria. Se necesita un trabajo coordinado de administraciones (agricultura, medioambiente, desarrollo rural, energía), voluntad de acción de los productores de residuos y un marco de incentivos (y penalizaciones a los que contaminan) que todavía no está listo. Sin ello no se pueden esperar grandes desarrollos, pues no puede descansar sobre el valor energético del biogás todo el peso del tratamiento medioambiental de los residuos. Si no existen importantes ingresos por gestión de residuos (o ahorros por el mejor manejo de los mismos), por producción de fertilizantes, incentivos en forma de subvención a la instalación o a la energía producida, o algún otro tipo de negocio asociado, el biogás agroindustrial no es rentable actualmente, ni lo será en un futuro. No existen fórmulas mágicas en este sector.
Sin embargo, la cada vez mayor concienciación sobre el impacto medioambiental de ciertas actividades del sector primario, la concienciación sobre el cambio climático y la despoblación de las zonas rurales, hacen que el despegue del biogás agroindustrial sea un hecho probable a largo plazo.
2020 será un año de anuncios, de aprobación de medidas regulatorias al biogás y al gas renovable, y de la tramitación de bastantes nuevos proyectos que cristalizarán más adelante.
No la pisamos aún, pero ya se ve la tierra.
Artículo publicado en el número 219 Noviembre/Diciembre 2019