La clave está en la gobernanza del agua
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Nadie duda de que el agua es esencial para la vida de los seres humanos, para el crecimiento y la consolidación de nuestras sociedades, y para conseguir un desarrollo económico sostenible. Y aunque aún haya quien dude de la existencia del cambio climático, resultan ya innegables sus efectos y consecuencias sobre los recursos hídricos. Y, por si fuera poco, estos se vienen intensificando progresivamente en los últimos años.
En este contexto, resulta importante no olvidar que, a pesar de que el agua cubre las tres cuartas partes del globo terrestre, tan sólo el 0,025% de todo ese recurso es apto para el consumo humano.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) sostiene que los conflictos del agua son más un problema de gobernanza que un problema de recursos. La gobernanza no sólo incluye la regulación de estas materias, también pasa por garantizar un uso racional del agua y por disponer de las adecuadas infraestructuras que permitan un empleo sostenible, garantizando el acceso al agua potable a todos los seres humanos y la conservación de los ecosistemas.
Los conflictos del agua son más un problema de gobernanza que un problema de recursos.
Tal y como se presenta en multitud de análisis, España es uno de los países de la Unión Europea más afectados por el cambio climático, con episodios cada vez más frecuentes y extremos en nuestro territorio. Sirven de ejemplo los recientes casos de DANA o gota fría, los temporales como el Gloria, así como la exacerbación de la sequía. Y no sólo eso, además, ha aumentado la variabilidad del ciclo del agua, a la par que se ha dificultado la previsión de la disponibilidad de recursos o mermado la calidad de estos. Una situación que convierte a España en uno de los países europeos con mayor estrés hídrico.
En esta realidad inciden además factores como el crecimiento económico y poblacional, así como el abandono del medio rural y la urbanización, que continúan incrementando la demanda y reduciendo la disponibilidad y la calidad de los recursos hídricos.
Estos desafíos ponen en riesgo nuestro desarrollo socioeconómico e impactan en la calidad de vida de la ciudadanía. Urge por ello tomar medidas al respecto y trabajar en desarrollar proyectos responsables con el clima y que doten de una mayor resiliencia a nuestras ciudades y poblaciones.
La paradoja es que, siendo el recurso hídrico el primer afectado por los efectos del cambio climático y el calentamiento global, la propia agua juega un papel fundamental en las actuaciones de mitigación y adaptación a la emergencia climática. Es decir, el agua, además de elemento afectado, es parte de la solución al problema.
La gobernanza, la capacidad de gestión y la digitalización, así como las innovaciones tecnológicas se han convertido en elementos indispensables para incrementar la resiliencia y contribuir al desarrollo sostenible.
El círculo virtuoso que vincula el agua con el desarrollo económico, social e institucional sostenible pasa por disponer de las infraestructuras necesarias y por garantizar un adecuado modelo de gobernanza, que promueva un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mundo empresarial. En este contexto, los Fondos Next Generation de la Unión Europea suponen una gran oportunidad que debemos aprovechar como país para dar un impulso a esta evolución en la gestión de este recurso.
Porque disponer de todas esas infraestructuras comprendidas en el ciclo integral del agua permitirá contar con ciudades resilientes, es decir, con capacidad para resistir y recuperarse de cualquier cambio e impacto que sufra el sistema. Y es que es fundamental adaptar ya las urbes a la nueva realidad, de manera que haya garantía de abastecimiento, un adecuado sistema de saneamiento, además de efectuar la modernización de los actuales sistemas pluviales que permitan evitar inundaciones y potenciar la reutilización logrando así optimizar el uso del agua.
Los Fondos Next Generation de la Unión Europea suponen una gran oportunidad que debemos aprovechar como país para dar un impulso a esta necesaria evolución en la gestión de los recursos hídricos.
Pero para todo ello es necesario fomentar una política más solidaria de los usos del agua, potenciando todas las alternativas posibles y viables desde el punto de vista económico, social y medioambiental: regeneración de aguas residuales, recogida de pluviales, desalación…
Todas las opciones son bienvenidas cuando se trata de aportar soluciones a este problema que, desgraciadamente, ha empeorado con el paso de los años debido, en parte, a los efectos del cambio climático.
En definitiva, para hacer frente a la emergencia climática se debe avanzar hacia la máxima racionalidad en el uso del agua y trabajar por acelerar la transición hacia un modelo económico más sostenible, inclusivo y resiliente mediante la innovación, la economía circular y la promoción del diálogo con los grupos de interés. Es por ello que la gobernanza, la capacidad de gestión y la digitalización, así como las innovaciones tecnológicas se han convertido en elementos indispensables para incrementar la resiliencia y contribuir al desarrollo sostenible.
Artículo publicado en el número 234 de RETEMA.