Análisis de riesgos y soluciones ante la sequía en Cataluña
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Sus teléfonos han sonado estos días con mayor frecuencia de lo habitual, en muchos casos para atender dudas sobre la eficiencia hídrica. El motivo es la sequía que atraviesa Cataluña y la propuesta del Gobierno de transportar agua en barcos desde la desaladora de Sagunto, con el fin de paliarla en parte. Jaime Lora es el subdirector del Instituto Universitario en Seguridad Industrial, Radiofísica y Medio Ambiente (ISIRYM), y Enrique Cabrera es catedrático de la UPV y ex director de la International Water Association (IWA). Ambos analizan la situación actual y proponen soluciones a largo plazo para evitar que episodios similares se conviertan en cíclicos.
“Todo el mundo habla del agua cuando no hay”. Es la primera reflexión a modo de andanada que lanza Cabrera, para quien las soluciones a corto plazo en todo lo relacionado con el agua “no funcionan”. Por ello, aboga por trabajar a “muy largo plazo”, enfocando las actuaciones en mejorar la eficiencia de las infraestructuras hídricas, especialmente en el suministro de las grandes ciudades. El catedrático lamenta que el actual sistema de redes de nuestras ciudades presenta “muchas deficiencias”, relacionadas directamente con la pérdida y las fugas de agua, como consecuencia de la falta de mantenimiento.
Sobre el transporte de agua en barcos desde la desalinizadora de Sagunto, Cabrera cree que "es un parche", si bien ve necesario llevar agua a Cataluña “como sea” para abastecer el consumo humano. Ese “como sea” contempla la solución de urgencia a corto plazo que ha planteado la ministra Teresa Ribera, a pesar de que “en el agua hay que trabajar a muy largo plazo. Más si cabe, teniendo en cuenta que la situación va a ir a peor”, insiste. "El cambio climático nos dice que hay que cambiar el chip y pensar que no hay agua para todo lo que queremos. Hay que racionalizar, elegir y priorizar usos”.
Riesgos en el transporte marítimo de agua
La radiografía de Cabrera la comparte Lora, si bien el subdirector del ISIRYM advierte sobre los riesgos que entraña la medida de embarcar el líquido elemento: desde un punto de vista ambiental y de seguridad.
Por una parte, subraya que en el transporte marítimo no es habitual cargar agua, por lo que existe un “riesgo de contaminación”, a pesar de la presumible asepsia de los depósitos. No obstante, Lora precisa que ese riesgo se puede solucionar "rápidamente en destino", por ejemplo aplicando cloro para eliminar la presencia de patógenos y recuperar la calidad.
En cuanto a la afectación en el medio ambiente, el dirigente de este instituto multidisciplinar de la UPV considera que los recursos energéticos necesarios movilizados en la planta de Sagunto van aparejados a la producción de agua de calidad de la desalación en sí, “una tecnología que ha reducido considerablemente los costes de consumo energético, reduciéndolos a prácticamente el límite termodinámico”, remata.
Lora defiende que la desalación representa una “dirección positiva” de cara a los próximos años, en comparación con la potabilización convencional, en tanto en cuanto las fuentes naturales “cada vez se degradan más y va a hacer falta más energía para potabilizar”. Es más, según el experto, “la desalación debería contemplarse como un seguro hídrico en el sistema por parte de las distintas administraciones”.
En este sentido, considera “un drama” el porcentaje actual de aprovechamiento de agua desalada (en torno al 30%). “Habría que plantearse cómo resolver ese problema, con el fin de disponer de agua suficiente ante cualquier evento de emergencia”.
La situación de sequía en Cataluña y otras regiones de España, así como la amenaza sobre otros territorios, parece muy lejos de solucionarse. En los próximos meses, la ausencia de lluvias, la situación de los embalses o las restricciones de agua seguirán siendo un tema de debate habitual en la calle. La comunidad científica y los gestores públicos deben capitalizar las medidas para contrarrestar la situación actual y las venideras, pero la sociedad en su conjunto está igualmente concernida. Ahora, más que nunca, se antoja un deber ciudadano asumir e incorporar hábitos sostenibles basados en un consumo responsable del agua.