Biogás: la gran oportunidad para los purines
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Los datos sobre disponibilidad de recursos para producir biogás en España evidencian la gran abundancia de residuos y subproductos de la ganadería y la agricultura, sin embargo su aprovechamiento es absolutamente marginal. Es el momento de abordar la oportunidad que supone para la descarbonización.
El biogás es un combustible renovable cuyo origen es la descomposición de la materia orgánica en ausencia de oxígeno y dado su alto contenido en metano si es liberado a la atmósfera tiene un elevado poder como gas de efecto invernadero ya que el metano es más potente que el CO2 y por tanto actúa de una forma muy negativa frente al cambio climático. El aprovechamiento del biogás producido de una forma controlada es algo muy conocido y extendido, tal es así que ya la Directiva 2009/28/EC del Parlamento Europeo y del Consejo recomendaba la producción de biogás por sus ventajas ambientales, económicas y sociales. Por estas razones el crecimiento del biogás en la UE ha sido permanente, existiendo en la actualidad más de 18.000 plantas, mientras que en España este desarrollo no se ha producido, de manera que permanecemos siendo el tercer país por la cola, de la UE-28, de producción de biogás per cápita.
Dado que la principal fuente de biogás son los residuos y subproductos de la ganadería y la agricultura, cuando se analizan los datos sobre la disponibilidad de recursos para producir biogás en nuestro país se evidencia la gran abundancia de los mismos. Varios han sido los estudios que se han realizado en los últimos años sobre este tema, pero especial atención merece la valoración del IDAE, realizada para el PER (2011-2020), en la que el potencial energético del biogás podría alcanzar, en el horizonte de 2020, una cifra de 1,8 Mtep., siendo la aportación de los recursos agroganaderos superior al 78% de la totalidad.
El crecimiento del biogás en la UE ha sido permanente, existiendo en la actualidad más de 18.000 plantas, mientras que en España este desarrollo no se ha producido.
Apenas nada se ha hecho en estos años para el desarrollo de este gas renovable, siendo la mayor parte de la generación existente la procedente da la desgasificación de los vertederos de residuos municipales y de los lodos de las estaciones de depuración de aguas residuales, mientras que el aprovechamiento de la mayor fuente de recursos, los ya citados, es absolutamente marginal.
En el nuevo escenario, derivado del “Pacto Verde” de la U.E., que busca la neutralidad climática para 2050, se ha pasado de la propuesta inicial de reducción del 40%, en 2030, respecto a las emisiones de GEI en 1990, a una horquilla entre el 50 y el 55%. El Gobierno español en su propuesta de Ley de Cambio Climático y Transición Energética ha establecido un objetivo de reducción del 20% para 2030, lo que permitirá una total coherencia con los nuevos objetivos de la U.E. y asimismo ha aprobado, como instrumento de planificación, un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). En este Plan se establece que para poder cumplir con los objetivos se necesita retirar la tercera parte de las emisiones actuales. Al analizar los datos de emisiones de CO2 equivalente que se recogen en el Plan se evidencia que la generación de energía eléctrica y el transporte suponen hoy casi el 45% de las emisiones totales, lo que justifica las importantes medidas que se proponen para alcanzar los objetivos de ambos sectores.
En toda Europa se ha entendido que para la descarbonización el gas renovable debe tener un papel fundamental.
Todos somos conscientes que la gran aportación de las energías renovables tradicionales (eólica y fotovoltaica) que se prevé para la generación eléctrica en el PNIEC permitirá la profunda transformación de generación eléctrica que se necesita para reducir emisiones. No obstante, mucho más difícil será hacerlo con las denominadas emisiones difusas no energéticas, entre las cuales se encuentran los sectores agrícola, ganadero y la gestión de residuos. En estas emisiones los costes derivados de las mismas deben ser asumidos por el Estado y además está limitada la cantidad que puede utilizarse a lo largo de un periodo, en el caso de España esta cifra asciende a 29,1 millones de toneladas de CO2 equivalente. Asimismo las emisiones actuales de estos tres sectores no son marginales sino que ascienden a 48,5 millones de toneladas de CO2 equiv., que suponen más del 80% de lo que emite la generación de energía eléctrica.
En este punto conviene volver a la importancia del biogás por su relevancia en la reducción de emisiones de GEI, así como de sus múltiples aplicaciones como fuente de energías renovables. A la vista de los datos citados destacan por encima de todas las emisiones difusas, la ganadería , que según reconoce la FAO (Organización para las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación) son los estiércoles del sector ganadero los que más contribuyen a tales emisiones, especialmente de metano. Entre los estiércoles tienen un peso destacado los purines del sector porcino, dado que se emiten desde su generación en la granja, durante su almacenamiento y tras su aplicación al suelo en la agricultura, operación que habitualmente se hace con ellos.
Todo parece conducir a la conveniencia del tratamiento de los purines, porque ello no solo reducirá las emisiones de metano sino que resolverá los graves problemas que estos provocan con sus emisiones de amoniaco y contaminación de las aguas.
A título orientativo merece la pena destacar que los múltiples estudios llevados a cabo sobre este asunto establecen que las emisiones atribuidas a la cadena del porcino, desde la granja al matadero, estiman en unos 3 kg de CO2 equiv. por kg de carne, o haciendo uso de los datos de emisión directa de los purines el valor asciende a más de 200kg/CO2 equiv. por cada tonelada de purín generada. En consecuencia, con la dimensión de este sector en España, cuya cabaña nos coloca de líderes en Europa, con más de 30 millones de cabezas, la generación de purines supera los 50 millones de toneladas y la producción de carne más de 4 millones de toneladas anuales. Por tanto con estos datos las emisiones de este sector pueden alcanzar valores anuales del orden de los 10 millones de toneladas de CO2 equiv., que merecen por su relevancia ser tomados en consideración.
La única vez que el Estado ha valorado la importancia de este asunto fue en el Plan de Biodigestión de Purines, surgido de la Estrategia de Medidas Urgentes que debían adoptarse para la lucha contra el cambio Climático. Este Plan, aprobado en 2008, preveía tratar mediante biodigestión 9,5 millones de toneladas anuales de purines, en el periodo (2008-2012), para evitar las emisiones de metano, valorizando asimismo en la agricultura el digerido producido. La crisis económica frustró el Plan, que no se desarrolló en absoluto y desde entonces las actuaciones llevadas a cabo han sido testimoniales, mientras en Europa existen más de 7000 instalaciones de esta tecnología.
Entre otras, la viabilidad económica, ha sido la barrera más importante para el casi nulo desarrollo de estas instalaciones en España, porque nunca las ayudas necesarias fueron adecuadas y los recursos que se requieren para producir biogás tienen costes, no son gratis como el sol y el viento, pero si este desarrollo ha sido posible en otros países de Europa debería serlo también en el nuestro.
Un ejemplo que merece la atención es el caso de Francia, en donde la Agencia de medio ambiente, Ademe, ha establecido que el papel del sector agronómico es básico para el desarrollo de las energías renovables y hoy ya produce tanta energía renovable como consume energía convencional en este sector, siendo asimismo una importante fuente de ingresos adicionales. El gobierno francés estima que estos datos son una realidad y una oportunidad para los agricultores y los ganaderos.
Esta contribución de las explotaciones agrarias a la transición energética se realiza mediante:
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El autoconsumo de calor y electricidad para reducir la factura energética de las explotaciones.
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La venta de electricidad o gas directamente a las redes (biometano)
Según el estudio de Ademe, en 2015, el 15% del total de las granjas estaban involucradas en la producción de energía renovable de manera significativa y estima que esta contribución podría multiplicarse por dos para 2030, gracias entre otras razones al desarrollo de la biodigestión como fuente de gas renovable.
En un momento en el que se ha abierto el debate y el interés por el biogás, que se dispone de la tecnología necesaria, deberían superarse los obstáculos que nos mantienen en una posición tan retrasada respecto a países de nuestro entorno.
En toda Europa se ha entendido que para la descarbonización el gas renovable debe tener un papel fundamental y las tecnologías que hoy permiten llevar el biogás a biometano, para inyección en red o para el transporte, están totalmente disponibles. Por ello ya existen más de 750 plantas en la U.E. con este fin. Volviendo al ejemplo de Francia, hoy disponen de 155 puntos de inyección de gas renovable en la red, hay más de mil proyectos en marcha y el crecimiento es de una planta por semana. A la vista de lo que ocurre en España, donde solo hay dos instalaciones operativas, una con gas procedente del gran vertedero de Valdemingómez y otra en la EDAR de Butarque, ambas en Madrid, es imposible no hacerse la pregunta de cómo puede esto cambiar, cuando tenemos más de 90.000 granjas y una agricultura de gran relevancia y por tanto disponemos de millones de toneladas de residuos y subproductos.
Ante esta realidad hubiera merecido el biogás una mayor atención en el PNIEC, como se reclamó desde los sectores interesados, máxime cuando en las “estrategias sobre la biodiversidad”, la U.E en pro de un sistema alimentario equitativo, sano y respetuoso con el medio ambiente, sugiere que los ganaderos deberían aprovechar las oportunidades para reducir las emisiones de metano impulsando la producción de energía renovable mediante biodigestión. Asimismo en los muy recientes acuerdos de la PAC se habla de un “ecoesquema”, que primará las prácticas agroganaderas que sean beneficiosas para el clima y el medio ambiente. Todo parece conducir a la conveniencia del tratamiento de los purines, porque ello no solo reducirá las emisiones de metano sino que resolverá los graves problemas ambientales que estos provocan con sus emisiones de amoniaco y contaminación de las aguas con nitratos. Pese a ello, la única medida que se menciona en el PNIEC, en relación con la reducción de emisiones de GEI en los sectores agrícolas y ganaderos, es el cubrimiento de las balsas de purines, medida reconocida como insuficiente para la solución del problema.
No obstante, hemos oído del Gobierno, que ante el Pacto de Reconstrucción Social y Económica de la U.E, que aportará abundantes recursos económicos a nuestro país, habrá que repensar las oportunidades. Por tanto es el momento de abordar la oportunidad de fomentar la producción de biogás/ biometano a partir de los purines y otros de los abundantes residuos orgánicos disponibles.
Este puede ser un excelente ejemplo de colaboración público/ privada de la que tanto se habla como modelo para alcanzar los objetivos de descarbonización, aprovechando los apoyos de la U.E.
Existen en España más de 30 grandes grupos empresariales que controlan por la vía de la integración decenas de miles de granjas, es decir la casi totalidad de tan relevante sector económico, la incorporación de estos grupos a la implantación de instalaciones de biogás/biometano, como estamos viendo en otros lugares de Europa, sería una aportación de extraordinaria importancia para la reducción de GEI, para la mejora ecológica y para el fomento de la economía circular mediante el aprovechamiento agronómico de los digeridos procedentes de la biodigestión.
En un momento en el que se ha abierto el debate y el interés por el biogás, que proliferan los encuentros y se dispone de la tecnología necesaria, deberían, pues, superarse los obstáculos que nos mantienen en una posición tan retrasada respecto a países de nuestro entorno, deberíamos ponernos al nivel que los objetivos ambientales nos exigen. Serán necesarias inversiones privadas, pero hoy con el apoyo de las ayudas que en este momento pueden venir de la U.E. para cubrir esos objetivos, que se ajustan como pocos a los recogidos en el Plan Verde, nuestro país no debería perder la oportunidad.
Artículo publicado en el número 227 Noviembre/Diciembre 2020