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Con motivo de Día Internacional del Medio Ambiente, que se celebra cada 5 de junio, toca reflexionar sobre los desafíos ambientales de nuestro tiempo. Muchos son ampliamente conocidos y ocupan espacio destacado en los medios, en el debate público e incluso en las conversaciones diarias de la ciudadanía. Pero existen otros cuya relevancia, no por ser de menor calibre, ha trascendido mucho menos. Uno de los problemas más acuciantes, más recientes y menos conocidos es el generado por la presencia en el agua de sustancias procedentes de la actividad humana. Algunos de estos compuestos siempre se han generado en pequeñas cantidades por procesos naturales, como los incendios, y han ido a parar al agua, pero hoy en día su variedad y omnipresencia es tal que ya se encuentran en cualquier masa de agua de cualquier lugar del planeta, grande o pequeña, antigua o reciente, superficial o subterránea. Por otro lado, aunque sus concentraciones de momento no constituyen un problema, su progresivo incremento genera preocupación entre la comunidad científica.
Estas sustancias de origen antropogénico reúnen todas las características para ser definidas como contaminantes. Así, dependiendo de su naturaleza, de su modo de acción, de los sistemas de órganos a los que pueden afectar, de su capacidad de transformación o de su reciente aparición, reciben distintas denominaciones, con una miríada de acrónimos. Entre estas, por ejemplo, POP (contaminantes orgánicos persistentes), PPcP (fármacos y productos de uso personal), PBT (persistentes, bioacumulables y tóxicos), CMR (carcinogénicos, mutagénicos y tóxicos para la reproducción), EDC (disruptores endocrinos), prioritarios, emergentes, etc. Todas estas denominaciones, que se entremezclan, resultan muy preocupantes, pero es preciso tener en cuenta que, dadas las concentraciones en que dichas sustancias se suelen presentar, únicamente una exposición permanente, muy importante y directa (por ejemplo, la ingesta de cantidades masivas de agua contaminada) podrían ser susceptibles de inducir problemas de salud humana.
El 28 de julio de 2010, a través de su Resolución 64/292, la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, afirmando que un agua potable limpia y el saneamiento del agua son esenciales para la realización de todos los demás derechos humanos. El agua potable es un recurso esencial para la vida, fundamental para la supervivencia, el bienestar y la salud pública.
Hoy en día, la variedad y omnipresencia de estos compuestos es tal que ya se encuentran en cualquier masa de agua. Sus concentraciones, de momento, no constituyen un problema, pero su progresivo incremento genera preocupación entre la comunidad científica.
La calidad del agua que consumimos influye en nuestra salud, y su contaminación puede tener efectos adversos muy significativos. Históricamente, la preocupación por la calidad del agua se ha centrado más en la presencia de contaminación microbiológica, por la incidencia desde la antigüedad de enfermedades graves y epidemias asociadas con la presencia o consumo de aguas insalubres. Mucho más recientemente se ha reconocido el problema de la presencia en el agua de metales pesados y productos químicos industriales, en asociación con problemas serios de salud surgidos en distintas partes del mundo. En general, las sustancias contaminantes presentes en las masas de agua están en concentraciones extraordinariamente bajas y no suelen proporcionar color, olor ni sabor, por lo que pasan totalmente desapercibidas, a pesar de representar una amenaza creciente para los ecosistemas y la salud humana. A medida que nuestra sociedad avanza tecnológicamente, también lo hace la complejidad de los contaminantes que liberamos al medio ambiente.
¿De qué sustancias hablamos, cuántas son y cómo llegan al agua?
Contaminante emergente es un término utilizado para referirse a compuestos de distinto origen y naturaleza química, cuya presencia no está regulada por ley, que se ha detectado en el medio ambiente acuático y sobre los cuales no tenemos suficiente información en lo relativo a las consecuencias de su presencia en el ecosistema y los posibles impactos adversos que pueden causar en el mismo y sobre la salud humana.
No tienen por qué ser necesariamente compuestos nuevos. Muchos de ellos los conocemos desde hace décadas, aunque su presencia en el agua no se había investigado hasta hace relativamente poco. Algunos son persistentes por diseño. Otros se han diseñado para transformarse, pero se introducen en el medio constantemente y en cantidades importantes, lo que hace que sus concentraciones vayan aumentando lentamente.
Entre los contaminantes emergentes podemos encontrar productos farmacéuticos: analgésicos, antibióticos, anticonceptivos, antidepresivos, antiepilépticos y antihipertensivos; productos de cuidado e higiene personal: champús, geles antimicrobianos, fragancias sintéticas, cremas solares y colorantes; plaguicidas, plastificantes, retardadores de llama, productos químicos industriales y también microplásticos o contaminantes llamados de estilo de vida, como puede ser, por ejemplo, la cafeína o la nicotina.
Respecto a su variedad, es enorme. A la redacción de estas líneas, el registro de Chemical Abstracts incluye más de 219 millones de sustancias químicas, y el número crece muy rápidamente, por lo que el problema es potencialmente colosal.
Los contaminantes emergentes llegan al medio acuático a través de diversas fuentes y vías:
- Aguas residuales urbanas y domésticas: Muchas sustancias químicas, sobre todo los fármacos y productos de higiene personal son excretadas por el cuerpo humano (metabolizadas o no), o desechadas incorrectamente, y llegan a las estaciones depuradoras de aguas residuales, que no suelen estar diseñadas para eliminar estos compuestos lo que tiene como consecuencia su liberación crónica al medio ambiente.
- Descargas industriales: Las industrias liberan una variedad de productos químicos en sus efluentes. Aunque algunas de ellas están sujetas a regulaciones, muchas sustancias emergentes no lo están, lo que tiene como consecuencia su descarga en las masas de agua.
- Agricultura: Los plaguicidas aplicados a los cultivos, en muchos casos en exceso, pueden ser arrastrados por la lluvia hacia las masas de agua. Además, los antibióticos y hormonas utilizados en la ganadería pueden llegar al agua a través de la escorrentía, lixiviación o erosión.
Dependiendo de las propiedades físico-químicas de los diferentes contaminantes, sus metabolitos, y las características de los suelos, estos compuestos pueden sufrir un transporte a través del ciclo del agua y viajar a grandes distancias a través de la atmósfera. Pueden llegar a las aguas subterráneas contaminar las fuentes de agua potable o bien pueden acumularse en el suelo y afectar al ecosistema y a los humanos a través de la cadena trófica.
Riesgos para el ecosistema y la salud humana
Los contaminantes emergentes presentan múltiples riesgos para los ecosistemas acuáticos y la salud humana. Muchos pueden ser tóxicos para la vida acuática, pueden llegar a reducir la biodiversidad al afectar de manera desproporcionada a ciertas especies sensibles, alterando las dinámicas del ecosistema y disminuyendo la resiliencia de este. Por ejemplo, los productos farmacéuticos pueden afectar la fisiología y el comportamiento de peces y anfibios, alterando sus funciones reproductivas y de desarrollo. Algunos contaminantes emergentes, como los retardadores de llama o plastificantes, son persistentes y pueden bioacumularse en los organismos acuáticos. A medida que estos contaminantes se van transfiriendo entre especies a través de la cadena alimentaria, su concentración aumenta (biomagnificación) pudiendo, en última instancia, llegar a afectar a los humanos. Algunas sustancias, como las hormonas sintéticas y algunos productos químicos industriales, pueden actuar como disruptores endocrinos, interfiriendo los mecanismos hormonales de los organismos acuáticos, provocando efectos adversos como cambios en el sexo, reducción de la fertilidad y malformaciones.
Es crucial aumentar la investigación en nuevas tecnologías de eliminación de contaminantes. La protección de nuestros recursos hídricos es fundamental no solo para la salud de los ecosistemas sino también para la salud y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Los seres humanos estamos expuestos a contaminantes emergentes a través del consumo de agua potable y la ingesta de alimentos contaminados, por lo que hoy conocemos, sobre todo marisco y pescado. Uno de los efectos más preocupantes para la salud humana es el desarrollo de la resistencia a los antibióticos, ya que el uso excesivo de antibióticos en la medicina y la agricultura ha llevado a la liberación de estos compuestos al medio ambiente, contribuyendo al desarrollo de linajes de bacterias resistentes, lo que representa una gravísima amenaza para la salud pública.
Monitorización de contaminantes emergentes en las aguas de A Coruña
Los contaminantes emergentes se monitorizan en aguas de la cuenca hidrográfica Mero-Barcés periódicamente desde el año 2015 por iniciativa de Emalcsa, y desde 2017 bajo el paraguas de la Cátedra Emalcsa-UDC. Esta iniciativa es parte de un esfuerzo continuo y sistemático para evaluar la calidad del agua y garantizar la seguridad de esta para la ciudadanía. Con análisis periódicos y detallados, se ha podido identificar y cuantificar la presencia de una variedad de sustancias en el agua, iniciando una serie histórica de datos y concluyendo que todas ellas están en concentraciones muy por debajo de lo que pudiese constituir cualquier riesgo.
La creciente preocupación por los contaminantes emergentes en el medio acuático subraya la necesidad de políticas ambientales más estrictas y la implementación de tecnologías avanzadas de tratamiento de aguas, tanto en las estaciones depuradoras de aguas residuales, como en la industria. Estas tecnologías no están disponibles a día de hoy, ni siquiera en fase de pilotaje. Es crucial aumentar la investigación en nuevas tecnologías de eliminación de contaminantes, mantener y ampliar el seguimiento del comportamiento de estos compuestos para comprender mejor sus impactos, y desarrollar estrategias efectivas para mitigarlos, ya que la protección de nuestros recursos hídricos es fundamental no solo para la salud de los ecosistemas, sino también para la salud y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.