La sostenibilidad del planeta depende de reducir la huella de carbono de los ciudadanos de países desarrollados
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Un ciudadano europeo puede emitir hasta 10 toneladas de gases de efecto invernadero anuales. Para la sostenibilidad del planeta estas emisiones deberían reducirse a 1,5 toneladas anuales. Es decir, siete u ocho veces menos de las que actualmente consume un individuo en cualquier país desarrollado. Estos datos, junto a otros más que tratan de concienciar a las personas y empresas respecto de sus hábitos de consumo, los recogen, en un primer libro de cuatro previstos, un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que desde el 2009 trabaja en lo que se ha denominado la “huella de carbono”.
La serie “Huella de Carbono”, editada por Aenor, nace con la idea de plasmar los conceptos básicos, técnicas e instrumentos que posibilitan su implantación y gestión. Con este objetivo surge este trabajo que, con el título Conceptos básicos de la huella de carbono, es el primero de cuatro volúmenes de una colección sobre las emisiones de los gases de efecto invernadero. Sergio Álvarez, Carmen Avilés, Ana Rodríguez y Agustín Rubio, integrantes del Equipo Huella de Carbono de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes, Forestal y del Medio Natural de la UPM, han decidido plasmar parte de su experiencia en esta colección.
En este primer trabajo se analizan cuestiones generales relativas al cambio climático. En torno a indicadores de sostenibilidad, como la huella de carbono, se esbozan planteamientos de responsabilidad social corporativa, entre otras cuestiones. El segundo volumen se centra en nuevas fórmulas con las que integrar los indicadores de sostenibilidad (tipo huella de carbono) en la gestión de las organizaciones. El tercero aborda la ponderación de la huella de carbono de los productos y de los servicios y hacia cómo promover un ecotiquetado reconocido por el consumidor responsable. Finalmente, el cuarto libro trata sobre la gestión y la verificación de la huella de carbono.
El denominador común de todos estos libros se basa en el hecho de que cualquier actividad humana se puede medir según la huella que deja en la atmósfera como contribución a la emisión de gases de efecto invernadero. El 80% de dichas emisiones mundiales derivan de la demanda final de consumo de todo tipo que causan las personas. Por tanto, una pequeña reducción de un 1% o 2% por individuo podría tener una repercusión enorme. Por esa razón, los autores mantienen el argumento de que en el problema del cambio climático hay que ir más allá de una mera limitación tecnológica en las emisiones de los gases de efecto invernadero producidos por la industria y plantear un cambio de paradigma en el modo de vida de los ciudadanos.
En opinión del profesor Sergio Álvarez Gallego, miembro del Equipo Huella de Carbono y responsable de la coordinación de este trabajo, “todos los sectores industriales que demandan energía son claramente contaminantes. Sin embargo, es importante dar el salto y poner en el punto de mira a los consumidores que son, al fin y al cabo, los últimos responsables de las emisiones que se generan en los procesos productivos. Desde nuestra experiencia, consideramos que esta es la clave para alcanzar reducciones efectivas”.
Toda actividad humana deja una impronta de gases de efecto invernadero
Este grupo de expertos recuerda que en un mundo industrializado como el que vivimos el comportamiento ambiental de las empresas es un elemento clave para el desarrollo sostenible. De un tiempo a esta parte, este concepto lo han incorporado en sus estrategias de responsabilidad social empresarial, basadas en la gestión ética y responsable, a través del diseño e implementación de estrategias de sostenibilidad. Sin embargo, esta transformación requiere normativas legislativas que puedan apoyar esta iniciativa, apunta el Álvarez, quien se muestra positivamente sorprendido por el elevado interés que tienen las grandes corporaciones en impulsar nuevos requerimientos ambientales en sus empresas.
Por otro lado, el profesor de la UPM advierte que es importante generar requisitos que no deriven en grandes costes y que, por tanto, se conviertan en un lastre para el desarrollo del tejido empresarial formado por pymes. “Desde nuestro equipo de investigación tenemos el propósito de desarrollar avances metodológicos que permitan integrar estos indicadores de sostenibilidad dentro de la actividad empresarial sin generar un obstáculo económico".
Un individuo, en un vuelo trasatlántico, consume su cupo de emisiones en un año. A nivel de sectores industriales, como el de transporte aéreo, Álvarez señala que hay compañías aéreas que ya trabajan con agrocombustibles. Esto se debe, entre otras iniciativas, a una estrategia comercial “en verde”, ya que, “solo en un vuelo trasatlántico a América, un individuo generaría todas las emisiones de carbono que le correspondería en un año para hacer de la Tierra un planeta sostenible”.
España, “aunque le cueste hacer los deberes, siempre ha mantenido dentro de la Unión Europea una posición activa hacia la búsqueda de compromisos y estrategias de reducción de gases de efecto invernadero”, añade el profesor. Según los últimos de acuerdos de octubre 2014, la Unión Europea seguirá la senda de compromisos marcada para el año 2050. El nuevo objetivo concreto de reducción de gases de efecto invernadero para el año 2030 alcanza la cifra del 40% respecto del año base 1990. Para lograr este objetivo del 40%, los sectores cubiertos por el sistema de comercio de emisiones de la UE tendrían que reducir sus emisiones en un 43% respecto de 2005 y las emisiones de los sectores fuera de este sistema de comercio (los denominados sectores difusos) deben reducirlas en un 30% por debajo del nivel de 2005.
El ozono troposférico en Madrid
Álvarez menciona a Madrid como el paradigma de lo que sucede en España respecto a contaminación atmosférica y emisiones de efecto invernadero. En verano es común que se produzcan repuntes en los valores de contaminación por ozono. Así lo explica el profesor: “el ozono troposférico es un contaminante secundario derivado de reacciones fotoquímicas complejas con intensa luz solar entre contaminantes primarios como son los óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles. El ozono no se emite directamente a la atmósfera, pero los contaminantes primarios provienen en su mayoría de reacciones de combustión en las que el dióxido de carbono es el principal compuesto derivado. Reducir la huella de carbono, al definirse como la cantidad total de emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero en los que el dióxido de carbono es el principal precursor, implica reducciones de contaminantes generadores del ozono troposférico, a pesar de que no guarde una relación directa”.
Este grupo de expertos sostiene en su libro que asumir factores de transformación medioambientales en la gestión de las empresas con una visión cortoplacista (inferior a cinco años) puede provocar unas evaluaciones de tasa de retorno negativas. Por el contrario, con cálculos a medio plazo (de cinco a diez años) se observan con claridad cómo las medidas de mejoras en eficiencia e impulso de nuevos patrones de producción sostenible generan un efecto positivo en la economía. En este sentido, también manifiestan que hay muchos aspectos que todavía no son frecuentemente considerados en este tipo de análisis, como por ejemplo, los riesgos y las futuras regulaciones. Aquellas empresas que sean capaces de adelantarse a futuros cambios legislativos se situarán en una posición ventajosa para el futuro. Por otro lado, hay en la actualidad modelos de negocio de tipo productivo que en una década se acabarán como consecuencia del agotamiento de recursos. “No queda otra opción que integrar ya el concepto de cambio climático como valor en la empresa”, concluyen.