Regeneración de aguas: una oportunidad para convertir la agricultura en el mayor filtro verde
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El desarrollo continuado y constante de las nuevas tecnologías abre ventanas de oportunidad en todos los sectores productivos. La agricultura no es, ni mucho menos, una excepción. Desde el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante rara es la semana en la que no informamos sobre nuevas oportunidades asociadas a desarrollos tecnológicos. De nuevo la digitalización de los procesos productivos que se están dando en el binomio suelo / agua es la que está desplegando con ellos nuevas alternativas en la gestión del agua.
Esta dinámica arroja muchos resultados positivos. Entre ellos, la capacidad para la incorporación a los biosistemas de las aguas regeneradas. Hasta hace poco, una legislación que no acababa de convencer lastraba las opciones y los ánimos de su incorporación masiva, sobre todo cuando son otros los posibles recursos hídricos disponibles. Pero el nuevo marco normativo (Reglamento UE 2020/741 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a los requisitos mínimos para la reutilización de agua) abre un panorama esperanzador, pues tiene como objetivos garantizar que las aguas regeneradas sean seguras para el riego y promover la economía circular para hacer frente a la escasez de agua y, por otra parte -tan importante como la primera-, traza las obligaciones de los operadores, quedando claras las responsabilidades de los agentes participantes a la hora de discernir las obligaciones que tiene cada uno en el proceso de generación y utilización de aguas regeneradas.
El nuevo marco normativo abre un panorama esperanzador, pues tiene como objetivo garantizar que las aguas regeneradas sean seguras para el riego y promover la economía circular para hacer frente a la escasez de agua.
Y esto ofrece una oportunidad que es obligatorio aprovechar y que ha de convertir a nuestro sistema agrario en el filtro verde más grande, más importante y eficaz de nuestro entorno. Pues nos permitirá acercarnos a lo que todo el mundo espera, que es al anhelado “vertido cero”.
Disponer de un flujo constante de aguas regeneradas en condiciones provenientes de las depuradoras abre al mundo del regadío deficitario todas las posibilidades. Pero debemos trabajar para conseguir que esas oportunidades se sustancien en un mejor aprovechamiento de los recursos. Para ello son necesarias dos cosas: una, diseñar y ejecutar una red de distribución de aguas regeneradas para conseguir llevarlas hasta el punto de consumo, y dos, crear sistemas que permitan evaluar en cada momento la calidad de este nuevo recurso y actuar en consecuencia. Es decir, que el usuario sepa en tiempo real la composición de las aguas regeneradas que llegan a su explotación. De esta manera, además de generar la confianza en el usuario -absolutamente necesaria para incentivar la incorporación de este recurso-, se dispondrá de información para poder diseñar composiciones a la carta (diluciones) a partir de aguas de otras procedencias para alcanzar los objetivos físico-químicos y aceptables en cada momento.
Disponer de un flujo constante de aguas regeneradas en condiciones provenientes de las depuradoras abre al mundo del regadío deficitario todas las posibilidades. Pero debemos trabajar para conseguir que esas oportunidades se sustancien en un mejor aprovechamiento de los recursos.
Pero la tecnología para la incorporación óptima de este “nuevo” recurso no debe entenderse ceñida solo a los puntos de distribución de agua de riego, sino también a la gestión de la demanda de los propios cultivos para conocer las necesidades de la solución nutritiva de las plantas en cada momento de su proceso de desarrollo. De esta manera, hemos de saber determinar la mejor composición posible del agua dependiendo del estado fenológico de la planta.
Tenemos que ser capaces de ofrecer esta tecnología a los grandes distribuidores de agua de riego (comunidades de regantes y otras entidades de riego) y a sus agricultores, puesto que ellos son los responsables finales de la calidad de sus cultivos y necesitan conocer de manera fiable la composición del agua para estar seguros de que su uso no perjudicará al desarrollo de sus producciones. Por fortuna, la nueva legislación europea va dejando cada vez más claro cuál debe de ser la composición que ha de tener el agua regenerada al salir de la depuradora para que todos los actores del sector tengan claro qué estándares deben exigir a este tipo de agua.
Esta estrategia también puede favorecer el desarrollo de la economía circular, es decir, podemos integrar biosistemas: recuperar nutrientes de las aguas regeneradas (nitratos y fosfatos) y aplicarlos a los cultivos mediante técnicas de fertirrigación, con el consiguiente ahorro de insumos. Algo que también ayudará a disminuir la contaminación difusa de masas de aguas subterráneas, algo que sucede en muchas demarcaciones del Mediterráneo, cuyo estado de clasificación es malo. El nitrógeno, el fósforo o el potasio podrían regresar de esta forma a unas concentraciones con ciclos bioquímicos naturales.
Además de disponer de los equipamientos para controlar la calidad del agua en tiempo real, lo que nos permite tomar decisiones acertadas, es necesario acometer importantes inversiones para construir la red hidráulica que permita la llegada de las aguas regeneradas a los puntos de riego, así como las infraestructuras de regulación, dada la divergente estacionalidad entre la producción (estable) y su uso (campaña de riego en meses de máximas necesidades y con la siempre incierta agua de lluvia). En este caso, el contexto es favorable: existen los fondos Next Generation, habilitados tras la pandemia por la Comisión Europea, que deben emplearse para financiar este tipo de infraestructuras.
Es necesario acometer importantes inversiones para construir la red hidráulica que permita la llegada de las aguas regeneradas a los puntos de riego, así como las infraestructuras de regulación, dada divergente estacionalidad entre la producción y su uso.
Este no es un artículo para analizar si ese plan es viable o no, pero sí queremos subrayar que para solucionar el problema de los regadíos y el suministro hídrico no existe una única solución, sino que hemos de arbitrar un conjunto de soluciones. Al igual que el “mix energético” nos ofrece electricidad proveniente de distintas fuentes, la solución que hemos de planificar para los regadíos es muy similar: hibridar (palabra esta muy de moda) las diferentes fuentes de suministro para que todo el sistema agrario reciba el agua necesaria, en el momento en que la necesite, en cantidad suficiente, a un precio asumible y con estándares de calidad adecuados para cada cultivo. Entre todos debemos avanzar en la implantación de una cultura de la gestión de la demanda frente a la cultura de la gestión del suministro, que es lo que tradicionalmente se ha venido haciendo. Y esto no reivindica un cambio, sino una evolución propiciada por la técnica.
Al principio de este artículo hablamos de que el uso de agua regenerada también ha de servir para convertir el sistema agrario en el mayor filtro verde de todo el territorio. Este proceso no está exento de riesgos, por eso debe incluir la identificación y la gestión proactivas de los riesgos e incorporar el concepto de producción de aguas regeneradas con la calidad específica exigida para usos concretos. Por ello, los planes de gestión del riesgo de agua regenerada deben asegurar que estas se usen y gestionen de forma segura y no entrañen riesgos para el medio ambiente ni para la salud humana ni animal.
Entre todos debemos avanzar en la implantación de una cultura de la gestión de la demanda frente a la cultura de la gestión del suministro, que es lo que tradicionalmente se ha venido haciendo.
Debemos incidir en que el principal problema que nos encontramos en la implantación de las aguas regeneradas a los sistemas de regadío es el desacople estacional entre producción y consumo, pues el flujo de agua proveniente de las depuradoras con capacidad para realizar las operaciones de regeneración de aguas es más o menos constate a lo largo del año, cosa que no coincide con la demanda agraria, que como se puede entender, es máxima en los meses más calurosos. Esta cuestión obliga a incrementar la capacidad de regulación del recurso, es decir, su capacidad de reserva y el mantenimiento de su calidad por las entidades de riego.
Tenemos una gran oportunidad que no debemos desaprovechar. Así lo entendemos desde el colectivo profesional de la ingeniería agronómica. Nos hallamos en una posición a través de la cual podemos hacer, simplificando mucho, dos cosas: por una parte, informar a todos agentes interesados de las múltiples ventajas que ofrece la utilización de aguas regeneradas, y por otra, utilizar nuestro creciente conocimiento en los proyectos que van a hacer posible el uso generalizado de este recurso. Será un paso más en la ingente tarea de adaptarse a las adversas condiciones climáticas que nos ha traído el siglo XXI.