Ley de desperdicio alimentario: avanza por el buen camino, pero es poco concreta

El Congreso de los Diputados ha aprobado el Proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario.
24-03-2025

En España, el Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves el Proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario.

El desperdicio alimentario indica un funcionamiento ineficiente del sistema alimentario, y más teniendo en cuenta que parte de la población mundial sigue pasando hambre. Analicemos la norma para comprobar si realmente plantea soluciones a este importante problema.

 

La concienciación no es suficiente

El desperdicio alimentario supone un gasto en tierras, agua, insumos, personal y, en definitiva, dinero innecesario. Y contribuye de manera importante a la huella de carbono y la huella hídrica del sistema agroalimentario. Todos estos puntos están bien expuestos en el preámbulo del proyecto de ley.

En la segunda parte del preámbulo se indican las acciones que se han llevado a cabo a nivel internacional y nacional. Una de las labores más importantes es la cuantificación del desperdicio generado, lo que puede medir la efectividad de las medidas propuestas en un futuro.

Lamentablemente, algunos de los datos provienen de encuestas, y las encuestas pueden presentar problemas de fiabilidad, especialmente cuando existen posibles intereses.

Lo que sí que parece claro es que en la cadena de transformación, distribución y consumo, el mayor desperdicio se produce en los hogares (40 %) y la industria transformadora (40 %), y en menor proporción en la restauración (15 %) y distribución (5 %). Y que las estrategias para reducir este desperdicio deben ser distintas en cada caso.

También se reconoce en este preámbulo que las acciones llevadas a cabo hasta el momento no han tenido el impacto esperado, especialmente entre los consumidores.

Siempre es bueno que la Administración reconozca que no se han conseguido ciertos objetivos, porque es necesario conocer la efectividad de las medidas para continuarlas, eliminarlas o modificarlas.

Tras esta realidad se afirma que no es suficiente la concienciación, y que hace falta acompañarla de reformas estructurales en la cadena.

Es beneficioso que se plantee la necesidad de reformas de más calado, a la vista de los resultados previos obtenidos, si van acompañadas, como indica el proyecto, de ayudas financieras y de la implicación de la Administración. Aunque esto deberá concretarse con posterioridad.

 

Definiciones poco concretas

Aunque se hace un esfuerzo por aclarar términos, en la norma existen algunas definiciones poco concretas.

Así, por ejemplo, se define “despilfarro alimentario” como la parte de un alimento destinada a ser ingerida por el ser humano y que termina desechada como residuo. Pero en este caso no queda claro si productos como el salvado de los cereales o las pieles de las frutas, que pueden ser consumidas por el ser humano, pero muchas veces no se tratan como tales, supondrían un desperdicio. Aunque es normal en un documento tan largo que queden algunas indefiniciones que deban aclararse con posterioridad.

 

Reducir el desperdicio en la industria agroalimentaria

Uno de los puntos importantes es el establecimiento de prioridades, que coinciden con las que proponen otros organismos internacionales.

Así, se indica que la prioridad será la prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario incorporando los productos agrarios o alimentarios que siguen siendo aptos para el consumo humano en otros productos alternativos para dicho consumo. En caso de no ser posible, se puede proceder a la donación o redistribución para consumo humano. Y si esto no es posible, a alimentación animal, y en última instancia, a la obtención de compost o valorización energética (biogás o combustible).

Pero la realidad es que una gran parte del desperdicio generado en la industria se destina en la actualidad a compostaje, valorización energética o a alimentación animal. Para incrementar su potencial uso en alimentación humana son necesarios varios pasos.

Por una parte, es preciso asegurar la seguridad alimentaria de estos desperdicios, introduciéndolos en los sistema de aseguramiento de la calidad. También hace falta disponer de sistemas para estabilizar estos desperdicios, ya que normalmente son productos húmedos y que se deterioran con facilidad. Por tanto se precisan sistemas de secado y molienda, u otros sistemas de conservación. Estos sistemas se pueden implantar en las propias empresas o en empresas auxiliares.

Por último, hay que cambiar la mentalidad tanto de inspectores de sanidad como de consumidores que siempre han visto a estos desperdicios como fuente de problemas o de fraude.

La realidad es que estos desperdicios suelen contener nutrientes muy interesantes, y pueden ayudar a la mejora nutricional de los productos en los que se incorporen, siempre cumpliendo con los sistemas de aseguramiento de la calidad. El reto suele ser conseguir una buena calidad organoléptica. Pero ya hay muchos ejemplos en el mundo que nos pueden servir de inspiración.

 

Cadena de distribución

Las empresas de distribución pueden optar por muchas medidas, pero la mayoría de ellas son voluntarias. Esto puede responder al esfuerzo ya realizado y al bajo porcentaje de desperdicio identificado en las mismas. Pero el conjunto sigue siendo elevado y hay que seguir trabajando en la reducción.

 

Restauración

En el caso de la restauración, se hace una apuesta clara por facilitar que los consumidores puedan llevarse la sobras a casa. No solo disponiendo de los recursos, sino también informando de la posibilidad.

Esta práctica, más extendida en otros países, todavía es minoritaria en España, aunque se ha incrementado en los últimos años. Y sin duda puede reducir el desperdicio alimentario en este tipo de establecimientos.

 

Consumidores

En cuanto al desperdicio en los hogares, se dedica un capítulo entero a la racionalización de las fechas de consumo preferente.

Muchos consumidores no diferencian entre fechas de consumo preferente y de caducidad y descartan productos que son aptos para consumir, aunque hayan podido modificar ligeramente alguna característica organoléptica.

Es necesario trabajar para informar adecuadamente sobre las diferencias entre ambas fechas. Pero como se indica en el proyecto, también hace falta prolongar lo máximo posible la vida útil de los alimentos para reducir el desperdicio. Esto se puede lograr mediante la investigación.

Pero también es imprescindible que las empresas no utilicen esta información para lograr una mayor rotación de sus productos, aunque estos puedan durar algo más de lo que indica el etiquetado.

 

El papel de la Administración

Las obligaciones de las Administraciones son muy variadas, pero poco concretas. Aunque se habla de planes para formar, divulgar, promover y apoyar la investigación, estos aspectos deben concretarse.

Es muy interesante que se plantee la obligación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de medir y analizar el desperdicio. Y no solo medirlo, sino publicar, al menos anualmente, los datos correspondiente a todos los eslabones de la cadena. Esta información será de gran utilidad para verificar la eficacia de las medidas y para otros organismos que realicen actividades específicas.

En definitiva, se trata de una ley encaminada en la buena dirección, necesaria, bien documentada, pero poco concreta en la mayoría de las medidas. Por tanto, establece un buen marco para desarrollar acciones efectivas.

No obstante, la eficacia de este proyecto dependerá de medidas concretas. Y para conocer esta eficacia y potenciar medidas, o impulsar algunas nuevas, deberá existir una adecuada monitorización del desperdicio alimentario en toda la cadena, algo que en principio se contempla. Y esta monitorización no debe quedarse en una simple cuantificación del desperdicio alimentario, sino que debe incluir a qué se destina en cada caso. Especialmente en el caso de la industria alimentaria, es necesario conocer el panorama actual en la cadena de prioridades para valorizar estos desperdicios e intentar mejorarlo.


Artículo de , Catedrático en Tecnología de Alimentos, Universidad de Valladolid.

 

 

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