Economía circular, un modelo que necesita del compromiso de todos
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El mundo viene dando, desde hace tiempo, signos de debilitamiento. El incremento exponencial de la población, unido al de la clase media, ha provocado una fuerte demanda de bienes y servicios. La suposición de que los recursos a nuestra disposición eran infinitos y de que los impactos que nuestra actividad provocaría en la naturaleza siempre se podrían minorar y ser asumibles, nos ha llevado a una situación de alto riesgo para el futuro de nuestra sociedad.
Nuestro modelo de economía lineal, basado en el aumento de la producción de bienes de consumo y servicios a base de mayor consumo de recursos naturales, es un tren sin frenos que se va a estrellar contra una enorme cantidad de muros, como son los del cambio climático, pérdida de biodiversidad, pérdida de productividad de los suelos, destrucción de la fauna y flora marina (como es el caso de la posidonia), aumento y volatilidad de los precios de las materias primas con riesgo real de suministro, etc.
Ante esta situación, aparece una propuesta de nuevo modelo económico basado en la optimización del uso de los escasos recursos que tenemos, la descarbonización acelerada de la actividad económica, especialmente por la sustitución de las energías fósiles por las renovables y la optimización de todos los procesos de fabricación, transporte y uso de los productos y servicios, así como la menor producción de residuos no aprovechables.
Es un nuevo paradigma que, auspiciado desde la Unión Europea y fuertemente apoyado por todos los estados miembros, ha venido para quedarse.
A este modelo se le ha venido a denominar economía circular (EC). Y no es casual el nombre. Se trata de un proyecto económico sostenible y por ello debe ser rentable en sí mismo, para que la sociedad se anime a implantarlo. Es rentable desde tres puntos de vista: Social, económico y ambiental.
La EC pretende ser, además, un instrumento útil para conseguir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, unos de forma directa y otros, indirecta.
Estos próximos años están destinados a impulsar de forma decidida (a escala europea, nacional y regional) los instrumentos necesarios. Los estudios más optimistas advierten de la urgencia en la implantación de actuaciones encaminadas a desviar ese tren sin freno hacia destinos más seguros para la humanidad.
Muchas de estas medidas necesitan desarrollos legislativos, nuevos modelos fiscales imaginativos, líneas innovadoras de negocio (como podrían ser la servitización o la simbiosis industrial), líneas de I+D+i, especialmente dentro del concepto del ecodiseño, mayor impulso en la reducción y mejor tratamiento de los residuos etc.
Pero ahora, ha hecho acto de presencia un nuevo actor en este escenario: el coronavirus - y la pandemia provocada – que amenaza con perjudicar de forma importante esa transición hacia ese nuevo modelo económico.
Si bien hay estudios preliminares que nos permiten aseverar que la nueva economía nos proporcionará un menor coste de fabricación y de los servicios, así como un balance neto en el empleo, también es cierto que, en muchos casos, se parte de nuevas inversiones y retos en campos en muchos casos desconocidos para quienes tienen que asumir el riesgo.
En una situación como la actual, se intuye que será muy complicado abordar muchos de los retos a los que nos debería abocar el objetivo final.
Para visualizar estos comentarios, veamos algunos ejemplos:
La reducción en el vertido de residuos y, por tanto, su disminución y aprovechamiento intensivo. De acuerdo con la normativa tanto europea como nacional, requerirá un enorme esfuerzo económico esencialmente por parte de ayuntamientos, diputaciones, consells insulares y cabildos.
Los plazos de cumplimiento son muy cortos en una situación en la que, además, sus arcas se verán muy mermadas tanto por la disminución de ingresos como por el incremento de gasto derivado de la pandemia.
En este caso, y para alcanzar los objetivos marcados, será imprescindible el apoyo decidido y real de las administraciones europeas y nacionales. No se puede descargar toda la responsabilidad en unos entes que difícilmente podrán hacer frente a estos retos solos.
Podríamos hablar también de las dificultades que podrá tener la investigación para empresas cuyo problema básico es su supervivencia.
A pesar de todo, y teniendo en cuenta lo que tenemos en juego, entre todos deberemos, desde nuestras áreas de responsabilidad, trabajar para que ese proyecto de futuro llamado economía circular sea una realidad. Porque en ello, nos va nuestro futuro.
Artículo publicado en el número 224 Julio/Agosto 2020