Biometano: catalizador necesario para la transformación de nuestro modelo energético
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La esfera pública se encuentra inmersa en una animada conversación acerca del modelo energético que debería abrazar nuestro país en el futuro. Las visiones divergentes sobre cómo debería evolucionar para alcanzar los objetivos nacionales y contribuir a los europeos de reducción de emisiones están en el centro de todas las discusiones. El debate entre todas las partes interesadas se ha intensificado con la reciente revelación del borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030 que el Gobierno de España remitió a finales de junio a Bruselas.
La discusión sobre la matriz energética del futuro gira más que nunca sobre cómo abordar el dilema esencial de hacer compatibles la sostenibilidad ambiental, la asequibilidad y la independencia energética. Y, en este contexto, los gases renovables, particularmente el biometano, emergen como un vector crucial para la transformación del panorama energético nacional y europeo.
La mejor prueba de ese reconocimiento vino de la mano de la propia Comisión Europea en mayo del pasado año cuando presentó su estrategia REPowerEU, una decidida respuesta -tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia- que ratifica su voluntad política de eliminar la dependencia energética de los Veintisiete de ese país y contribuir a los objetivos de neutralidad climática en 2050 establecidos en el Pacto Verde europeo.
Una iniciativa que señalaba la ambición de lograr la producción de hasta 35.000 millones de metros cúbicos de biometano en la UE (equivalentes a un 8,5%-10,0% de la demanda de gas natural europea) en el horizonte 2030. Más recientemente, la Comisión se fijaba en el caso particular español con una recomendación que indicaba su alta capacidad de producción de biometano, cifrándola en aproximadamente 4.100 millones de metros cúbicos al año en 2030, o 47,7 TWh, lo que permitiría sustituir hasta el 13% de nuestro consumo actual de gas natural.
Para comprender mejor la magnitud de estas cifras solo hay que fijarse en las conclusiones del ‘Estudio de la capacidad de producción de biometano en España’ elaborado por Sedigas en colaboración con PwC y Biovic, que traduce ese potencial en una capacidad de generación estimada de 163 TWh, equivalentes al 45% de la demanda anual de gas natural.
España tiene potencial para generar 163 TWh de biometano a partir de residuos, equivalentes al 45% de la demanda anual de gas natural. Para alcanzar este hito se requiere de un marco regulatorio cierto, estable y ambicioso.
Alcanzar esa meta es posible, si bien requiere de un marco regulatorio cierto, estable y ambicioso, que atraiga y movilice las inversiones necesarias de la iniciativa privada para poder disfrutar de los frutos medioambientales, sociales y económicos de la apuesta por una energía autóctona, eficiente y sostenible para todos.
En términos de infraestructuras, nuestro país podría albergar más de 2.300 instalaciones, las cuales movilizarían una inversión próxima a los 40.500 millones de euros (un 3,6% del PIB). Esto nos permitiría reducir la dependencia exterior y mejorar nuestra balanza comercial, además de que supondría un ahorro para los consumidores de hasta 4.000 millones de euros tomando como referencia los precios del gas natural en 2022.
España podría albergar más de 2.300 instalaciones, las cuales movilizarían una inversión próxima a los 40.500 millones de euros reduciendo la dependencia exterior y mejorando nuestra balanza comercial.
Situándonos en el punto en el que nos encontramos actualmente, la realidad es que tenemos mucho ganado de cara a una adopción exitosa del biometano como vector energético. Contamos con una tecnología madura y probada que, al aprovechar las redes energéticas existentes, no requiere de nuevas infraestructuras ni de adecuaciones de los equipamientos de los consumidores finales al tratarse de una solución sustitutiva perfecta del gas convencional.
Aunque se puede considerar que el número de instalaciones que inyectan en red sigue siendo bajo -apenas hay 10 operativas en toda España-, el sector es consciente del potencial, y así lo atestiguan muchos de los recientes proyectos anunciados por diferentes agentes y promotores, y de las estimaciones sectoriales que elevan esa cifra hasta más de 200 proyectos en diferentes etapas de desarrollo.
La incorporación a la red de ese gas renovable se beneficiará de los cerca de 100.000 kilómetros de red de transporte y distribución, hasta ocho millones de puntos de suministro y una gran capacidad de almacenamiento y regasificación, que convierten al sistema gasista nacional en una de las infraestructuras más moderna y resilientes de Europa.
Abogamos por elevar la ambición del PNIEC y fijar un objetivo mínimo vinculante de 35 TWh biometano (y hasta los 47 TWh) en la mezcla de gases para 2030.
Este enorme sentido de la oportunidad es precisamente lo que hace que el borrador de la revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) para el periodo 2023-2030 haya sido recibido con ciertas reservas por parte del sector, que considera que, con su meta de 20 TWh anuales de biogás (equivalente en términos de biometano a menos de un 2% de la demanda de gas natural), establece unos objetivos limitados, que no están en línea ni con la apuesta de la Unión Europea recogida en su Comunicación REPowerEU, ni con la capacidad de producción identificada por el sector. En definitiva, no contempla todo el potencial de biometano que atesora España.
La propia secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, es quién destacó durante la Reunión Anual de Sedigas el pasado mes de junio que “para abordar la transición energética serán necesarios todos y cada uno de los vectores, por lo que el desarrollo de los gases renovables va a ser indispensable para la descarbonización de sectores donde la electrificación no es posible”.
Una nueva actualización del PNIEC debería promover la eliminación del carácter ‘supletorio’ del biometano y la defensa de su inyección en el sistema gasista como vía para descarbonizar la demanda de gas en España.
Por tanto, en Sedigas, consideramos que el PNIEC debe dar ese necesario impulso al biometano hasta un mínimo que esté alineado con los objetivos señalados por Bruselas. Consecuentemente, en la Asociación hemos trabajado desde el primer momento en las alegaciones pertinentes y necesarias para impulsar una mayor ambición en el despliegue del biometano como vector para la descarbonización e incentivar el papel de los gases renovables en su conjunto. Abogamos así por elevar la ambición del PNIEC y fijar un objetivo mínimo vinculante de 35 TWh biometano (y hasta los 47 TWh) en la mezcla de gases para 2030.
Ya en la primera edición del PNIEC, Sedigas insistió en la necesidad de que las políticas públicas deben favorecer la creación de un entorno tecnológicamente neutro para las distintas fuentes de energía, fomentando así una competencia libre y eficiente en el mercado, donde los clientes eligen sus tecnologías preferidas. Sin embargo, en la actualización del documento parece que se da prioridad a la electrificación en lugar de favorecer este equilibrio. En Sedigas abogamos por un enfoque más equilibrado que reconozca los beneficios y oportunidades que ofrecen todas las soluciones y fuentes de energía disponibles en la actualidad.
El aprovechamiento del potencial de producción de biometano de España preocupa debido a objetivos poco ambiciosos en comparación con estimaciones de informes nacionales y europeos, como ya se ha señalado. El biometano, como fuente renovable proveniente de residuos y recursos naturales, ofrece beneficios ambientales y económicos, contribuyendo a la descarbonización. Además, es necesario continuar destacando el hecho de que la inyección de biometano en la red es mucho más eficiente que otras alternativas, pues posibilita que el biometano sea suministrado a un mayor número de clientes, equilibrando producción y demanda, y aprovechando las infraestructuras ya existentes. Por ello, no se entiende que el PNIEC valore más positivamente el consumo in-situ de este gas.
Una nueva actualización del PNIEC debería, en definitiva, promover la eliminación del carácter ‘supletorio’ del biometano y la defensa de su inyección en el sistema gasista como vía para descarbonizar la demanda de gas en España.
España podría contribuir significativamente a los objetivos climáticos y energéticos europeos, con compromisos más sólidos. Además, es esencial abordar la transición desde una perspectiva social y territorial.
De todos modos, conviene apostillar que la revisión del PNIEC no solo alude al biometano y, del mismo modo que se pueden poner de relieve sus carencias en lo respectivo a este vector, también son de aplaudir sus aciertos en otros ámbitos. Sin ir más lejos, el sector valora positivamente el incremento del objetivo de potencia de generación de hidrógeno establecido en la Hoja de Ruta del Hidrógeno de 4 GW a 11 GW, para facilitar la descarbonización de sectores clave de la industria, y también para otros usos finales energéticos. Del mismo modo, la relevancia que se otorga al corredor ibérico del hidrógeno (H2Med) que junto con y el aprovechamiento de la red de transporte y distribución existente permitirán conectar los centros de producción de hidrógeno renovable con la demanda doméstica y con las conexiones internacionales con Francia y Portugal y convertir a España en uno de los principales hubs mundiales.
El biometano no sólo es una solución de descarbonización, sino que es una de las más solventes y realistas en el corto-medio plazo para redefinir el modelo energético nacional.
El 2023 es un año clave para el futuro mercado de los gases renovables en la Unión Europea y en España. A la progresiva recuperación que esperamos para la demanda de los usos industriales se suman los avances tecnológicos que van a permitir a la industria gas-intensiva acelerar la descarbonización de sus procesos productivos. Y también en el ámbito de las necesidades térmicas de los hogares: el biometano también puede jugar un papel clave en la descarbonización de las necesidades de calefacción, ya que va a facilitar la renovación de los sistemas de una forma sencilla e inmediata. Esto se debe a que no requieren de ningún tipo de adaptación ni obliga a realizar ninguna inversión para sustituir los equipos con los que ya contamos en este momento, al ser 100% compatibles, por lo que supone una solución inmediata, segura y eficiente.
Por todo ello, el biometano no sólo es una solución de descarbonización, si no que es una de las más solventes y realistas en el corto-medio plazo para redefinir el modelo energético nacional. Es fundamental para ello reconocer su potencial de producción, promover un enfoque general de neutralidad tecnológica, un marco regulatorio cierto y estable y fijar metas mucho más ambiciosas para este vector. La apuesta por el biometano es una respuesta autóctona para un modelo energético más sostenible, independiente y equitativo. Aprovechemos la oportunidad que nos ofrece el actual proceso de revisión del PNIEC. Nuestro futuro dependerá de lo que hagamos en el presente.