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No importa el problema, importa la solución”, decía aquel famoso estribillo de la canción de Los Rodríguez que escuchaba cantar a Ariel Rot y su banda a finales de agosto en El Náutico de San Vicente del Mar en O Grove, cerca de Pontevedra. Digerida con dos tercios helados de Estrella Galicia y rodeado de familia y amigos, escuchar esta canción fue una auténtica revelación –es sorprendente cómo la mente asimila mensajes esenciales cuando está descansada y abierta–. Y es que este estribillo, que es una auténtica lección, puede ser aplicado igualmente al desafío que supone la producción y el consumo de biometano en España.
Este año 2023 ha sido, sin duda, el comienzo real del sector del biometano en nuestro país, con prisas evidentes por la situación generada por la crisis de Ucrania y, por lo tanto, con una serie de obstáculos sin resolver que debemos afrontar. La buena noticia es que el ejemplo a seguir está muy cerca…, no hay más que cruzar los Pirineos. Analicemos algunos de estos retos:
En primer lugar, en España no existe el derecho a inyectar biometano en la red de gas, mientras que, en otros países como Francia, sí. Esto supone un verdadero problema porque, hoy en día, ningún productor de biometano en España tiene garantizada la inyección del 100% de su producción. En segundo lugar, España no tiene tasado y repartido el coste de la infraestructura de inyección, como ocurre con nuestro vecino galo. Esto provoca situaciones tan anómalas como la diferencia de cientos de miles de euros entre un acceso y otro. Además, no contamos con una programación tanto de posiciones de las infraestructuras como de inversión de estas, en los flujos inversos hacia transporte –el famoso Reserve Flow–; Francia, por ejemplo, sí. Este hecho es curioso, porque la inversión acometida por nuestro vecino para tener actualmente más de quinientas plantas inyectando biometano es absolutamente marginal. Y, por último, en el país galo se consigue acercar de una u otra forma la red de distribución al residuo; en España, no. En este sentido, no se está apostando por una mayor capilaridad del sistema ni por puntos de inyección compartidos.
En España no existe el derecho a inyectar biometano en la red de gas, mientras que, en otros países como Francia, sí. Esto supone un verdadero problema porque, hoy en día, ningún productor de biometano en España tiene garantizada la inyección del 100% de su producción.
Es sorprendente ver cómo los promotores conviven con estos problemas claramente limitantes, que además se perpetúan durante meses con una aparente falta de voluntad de resolución por parte de los implicados. Aunque, si se analiza en detalle, la sorpresa es menor.
La realidad es que la clave de la venta de biometano se encuentra aguas arriba, muy arriba; el manantial está en los productores de los residuos, y es en este mercado en el que deberíamos estar trabajando. Actualmente, y así lo demuestran las experiencias europeas (y ya también las españolas), no es necesaria la red de gas para poder vehiculizar el biometano producido en las plantas de digestión anaerobia.
Sin embargo, como bien dice el estribillo de Los Rodríguez, no importa el problema, importa la solución; y, tal vez, esta sea aún más sencilla de lo que pensamos y se llama BioGNL.
Por suerte, España ha llegado al sector del biometano cuando se encontraba ya muy desarrollado en toda Europa, al amparo de sistemas de apoyo retributivo de los Estados miembros. Este desarrollo ha favorecido un avance significativo de la tecnología que, en un estado de madurez, se encuentra ya distribuida entre todas sus modalidades, incluida la licuefacción. Hace años, los costes de inversión y operación eran inasumibles por las condiciones del mercado. Hoy, el entorno es muy diferente: factores como el entorno de precios, las Directivas RED II y RED III, las estrictas exigencias en cuanto a emisiones de sectores como el marítimo… hacen muy recomendable plantearse una decisión estratégica en cuanto al formato de venta del biometano producido en nuestro país.
La demanda en Europa de este formato es cada vez mayor y con unos precios realmente interesantes que cubren con holgura los costes de producción y la prima de riesgo de su proceso. El uso en determinados sectores genera además una realidad nacional que se traduce en la existencia de, al menos, dos proyectos de BioGNL reales con fechas de puesta en marcha programadas.
La eliminación del mayor factor limitante de los proyectos –la lejanía del residuo de la red de distribución de gas– es, por tanto, fundamental para dinamizar al sector de manera determinante. Para ello deberá establecerse en detalle el sistema que promueva la inyección entre los promotores de proyectos; que regule derecho de inyección de biometano; que establezca costes de inyección a la red tasados (inversión y operación) y reducidos; y que garantice la inversión del sistema en todos los Reverse Flow necesarios. En este último punto, la situación actual genera una contradicción incomprensible: ¿nos imaginamos exigiendo a los productores de gas que paguen nuestras infraestructuras de bombeo del gas que les compramos? Pues resulta que a los productores de ese mismo gas –renovable y sin emisiones netas hoy– se les está exigiendo.
Insisto de nuevo: no importa el problema, importa la solución; y, en el caso del biometano, puede que contemos ya con una que está demostrando ser eficaz. En los próximos meses veremos si entre todos avanzamos para impulsar la evolución del sector.