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El agua es esencial para mantener la vida y la sostenibilidad de los ecosistemas, pero también lo es para el desarrollo económico. Se estima que solo un 1% del agua existente en nuestro planeta, puede ser aprovechada para las actividades humanas y productivas. La mayor parte del consumo de agua tiene lugar en el sector agrícola, representando aproximadamente el 70%, seguido del uso industrial con un 20%, siendo minoritario el consumo de agua para uso doméstico, representando el 10% restante.
Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) el consumo de agua en el siglo pasado fue el doble que el crecimiento poblacional. Según el Informe Mundial de Naciones Unidas sobre desarrollo de Recursos Hídricos el actual consumo mundial de agua es de aproximadamente 4600 km3 y se estima que en las próximas décadas se incremente entre un 20 y un 30%, debido al crecimiento demográfico y, en consecuencia, también deberá hacerlo la producción agrícola y energética, que requiere un uso intensivo de agua.
La disponibilidad de agua es uno de los principales riesgos a nivel mundial, se estima que para el año 2030 haya una escasez de agua del 40% a nivel global si se mantiene el modelo de gestión de recursos hídricos actual. Las principales razones que llevaran a esta situación son la presión que ejerce el ser humano sobre este recurso, junto con un escenario climático en el que subirán las temperaturas medias a nivel global, la presencia de periodos de sequía más largos y fenómenos extremos más frecuentes, cambiando de esta forma el ciclo dinámico del agua. Generalmente se habla de escasez de agua cuando ésta no existe en cantidad o calidad suficiente, o no existen los mecanismos o la tecnología adecuada para su aprovechamiento, de tal modo que no se pueden satisfacer las necesidades humanas.
Las depuradoras ya no solo se dedican al tratamiento del agua residual, además, se convierten en una fuente de recursos no-convencionales con un alto valor.
Debido al incremento de la demanda de agua y a los altos niveles de contaminación de los acuíferos, las Estaciones de Depuración de Aguas Residuales (EDARs) juegan un papel fundamental para la garantía y seguridad en el abastecimiento de recursos hídricos. En este nuevo modelo de gestión, las EDARs ya no solo se dedican al tratamiento del agua residual para proteger la salud de las personas y minimizar el impacto ambiental, sino que, además, se convierten en una fuente de recursos no-convencionales con un alto valor económico y ambiental.
A nivel nacional, existe un marco normativo en materia reutilización de aguas basado en el Real Decreto 1620/2007, de 7 de diciembre (RD 1620/2007) que recoge los usos que pueden tener las aguas regeneradas. A su vez, en mayo de 2020, se publicó el Reglamento del Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión relativo a los requisitos mínimos para la reutilización del agua, que será aplicable a partir del 27 de junio de 2023 (2020/741/UE). Dentro de esta nueva regulación se consideran los recursos hídricos de la UE como un bien escaso a salvaguardar en un contexto de cambio climático en el que se incrementa el uso del agua para fines agrícolas, industriales y urbanos.
El agua regenerada debe ser reconocida como un elemento fundamental en la estrategia de gestión del ciclo urbano del agua con el fin de conservar y proteger los recursos hídricos. Así pues, se trata de una fuente alternativa que sustituye el uso de agua procedente de fuentes convencionales tanto para fines agrícolas, industriales y ambientales. Para ello es necesario implementar nuevas tecnologías e infraestructuras que aseguren tanto la calidad del agua como su distribución y almacenamiento.
El agua regenerada debe ser reconocida como un elemento fundamental en la estrategia de gestión del ciclo urbano del agua con el fin de conservar y proteger los recursos hídricos.
La reutilización del agua tiene numerosos beneficios, todos ellos de gran relevancia tanto económica como ambiental y social. Por un lado, las EDARs se convierten en fuentes de agua no convencional que ayudan a reducir la presión sobre las masas de agua convencionales y, por otro, se reduce el impacto asociado a la descarga del efluente en el medio natural, preservando la calidad de las masas de agua. El alcance de los beneficios de la reutilización debe ser cuantificado con el fin de establecer las bases de viabilidad de un modelo de economía circular.
La inclusión de los beneficios ambientales y sociales derivados de la mejora en la calidad del agua, el ecosistema y del aumento del volumen de agua disponible son los beneficios de actuar con medidas concretas sobre el territorio. Por el contrario, si no se implementa ninguna acción ni se promueve el uso del agua regenerada se generan unos costes de la no actuación, es decir, aquellos que recogen el valor de los efectos derivados de no implementar un modelo de economía circular. De nuevo, la cuantificación de este tipo de beneficios resulta clave a la hora de determinar la viabilidad de las actuaciones.
La utilización de agua regenerada permite tener una fuente de agua no convencional de forma segura y continua. Esta situación evita la construcción de grandes infraestructuras de regulación hídrica y, por lo tanto, supone un ahorro en los costes de suministro y un menor impacto ambiental.