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La necesidad de avanzar hacia la sostenibilidad y la autonomía energética, intensificada por las recientes tensiones geopolíticas, ha posicionado a los gases renovables en el epicentro del panorama energético. Dentro de este conjunto, el biometano destaca como una pieza clave para España, tanto por su potencial intrínseco como energía limpia y autónoma, como por las implicaciones positivas que su desarrollo podría traer para la economía y el medio ambiente.
Ante una transición energética que exige rapidez y eficacia, no podemos obviar que la electrificación, por sí sola, no basta. Sectores como la producción de calor y el transporte pesado necesitan soluciones energéticas versátiles, y aquí es donde el biometano debe jugar un papel clave.
Primero, es esencial considerar al biometano como una herramienta dual. Por un lado, actúa como sustituto del gas natural fósil. Por otro, al aprovechar emisiones que, de otro modo, irían directamente a la atmósfera (como es el caso de los purines), actúa como un sumidero de carbono. Esta cualidad es especialmente relevante para España, donde el sector primario, incluidos la agricultura y la ganadería, concentra el 13% de las emisiones de GEI.
A este valor medioambiental, se suma la versatilidad del biometano, un gas equiparable al natural. La extensa red de infraestructura gasista ya existente en nuestro país facilita su integración, optimizando las inversiones y acelerando su adopción. Este es un aspecto crucial, ya que el reciente plan de transformación REPowerEU de la Unión Europea ha elevado significativamente los objetivos de producción de biometano hacia 2030.
En paralelo, el aprovechamiento de residuos que ofrece la producción de biometano atiende a uno de los desafíos más relevantes y urgentes de España: la gestión sostenible de desechos. Al transformar una problemática en una oportunidad, damos un impulso determinante a la economía circular, esencial en el panorama actual.
Es esencial considerar al biometano como una herramienta dual. Por un lado, actúa como sustituto del gas natural fósil. Por otro, al aprovechar emisiones que, de otro modo, irían directamente a la atmósfera, actúa como un sumidero de carbono.
Y es que el biometano también encuentra aplicaciones innovadoras, como en el sector de la movilidad. Con un 24% de las emisiones GEI procedentes del transporte, este gas renovable podría ser la respuesta a un transporte limpio y sostenible.
Pero, a pesar de los claros beneficios y el respaldo de la UE, la implementación del biometano en España nos hemos encontrado con ciertas barreras administrativas y regulatorias. Si bien la Hoja de Ruta del Biogás es un paso en la dirección correcta, la adaptación a la realidad actual requiere una mayor ambición y celeridad en el despliegue de medidas. La consolidación del Sistema de Garantías de Origen, implantado en 2023, es un avance, así como la introducción de objetivos del biometano en el PNIEC, pero aun queda trabajo por hacer.
El potencial productivo de biometano en España es muy alto. Con una capacidad de producción de hasta 163 TWh/año, podríamos satisfacer casi el 45% de nuestra demanda de gas natural. Nuestros vecinos europeos, como Francia y Alemania, ya han reconocido este potencial y han implementado medidas para acelerar su desarrollo. España, como tercer país europeo con mayor potencial de producción, no debe quedarse atrás.
Más allá de la transición energética, el biometano también tiene un impacto socioeconómico significativo. Un desarrollo pleno de este sector podría generar más de 20.000 empleos directos y 40.000 indirectos, según cifras de Sedigás. La construcción de plantas de biometano añadiría otros 35.000 empleos directos y hasta 465.000 indirectos. Estas cifras no sólo destacan el potencial económico de la industria, sino también su relevancia en términos de empleabilidad y desarrollo regional.
Sin embargo, la transición hacia el biometano no termina con su producción y uso. Los subproductos de este proceso, como los digestatos, tienen un valor alto valor agronómico. Al utilizar estos materiales como fertilizantes y sustratos en tierras agrícolas, promovemos sistemas de fertilización sostenibles y ayudamos capturar el carbono orgánico en el suelo, reduciendo la dependencia de fertilizantes minerales.
El compromiso de Naturgy con una energía más limpia y sostenible es palpable en todos nuestros esfuerzos por priorizar el gas renovable. Actualmente, Naturgy está a la vanguardia con dos plantas operativas de biometano, Elena y Edar de Bens, que ya tienen la capacidad de inyectar su producción directamente a la red. Además, próximamente la planta de Vila-Sana se sumará a esta lista, y hay cerca de 60 proyectos más en diferentes etapas de desarrollo con un potencial combinado de más de 3,5 TWh/año.
El horizonte es claro: el biometano tiene el potencial de revolucionar el panorama energético español. Sin embargo, la transición no puede depender únicamente de actores privados o iniciativas individuales. Es esencial que el sector público facilite un marco regulatorio favorable y apoye activamente la investigación, el desarrollo y la inversión en biometano.
Estamos en un momento clave en la transición energética en España. La oportunidad de adoptar el biometano no sólo como una fuente de energía, sino también como un motor de desarrollo socioeconómico y ambiental, está a nuestro alcance. Es hora de actuar con determinación y visión de futuro.