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En nuestro imaginario el concepto de infinito evoca imágenes de un horizonte sin fin, una extensión sin límites que va más allá de nuestra percepción. En el ámbito de la economía, el infinito puede parecer una idea abstracta, casi filosófica, pero resulta ser también una metáfora para explicar un modelo económico emergente: la economía circular.
Para entenderlo, podemos empezar hablando de la economía lineal, aquella que predomina en el sistema productivo global y que consiste en extraer, producir, consumir y desechar. Un proceso que tiene un alto impacto medioambiental debido al agotamiento de recursos naturales, la generación de residuos y la contaminación que conlleva. Éste, aunque ha impulsado el crecimiento económico durante décadas, enfrenta desafíos cada vez más urgentes en términos de sostenibilidad y resiliencia.
En contraposición a este enfoque, la economía circular nos propone una alternativa donde el concepto de infinito se convierte en el eje de un sistema más sostenible y regenerativo, inspirado en los procesos que se dan en la naturaleza. En los ecosistemas naturales, los desechos de un organismo se convierten en recursos para otros, en un flujo constante de energía y materia. Este equilibrio natural inspira la economía circular, donde buscamos imitar estos procesos para construir una economía sostenible.
De este modo, en lugar de seguir una línea recta, como en la economía lineal, este modelo se basa en la idea de un ciclo continuo donde los recursos fluyen constantemente. Este ciclo se fundamenta en principios de reducción, reutilización, reparación y reciclaje, en un esfuerzo por mantener los materiales en uso durante el mayor tiempo posible.
Así, en la economía circular, el infinito no se refiere a la ausencia de fin en un sentido literal, sino a la capacidad de los recursos para ser renovados y reutilizados indefinidamente. El objetivo es crear un sistema en el que los productos y materiales continúen su vida útil de manera constante, minimizando los residuos y maximizando el valor a lo largo del tiempo.
La colaboración entre empresas de diferentes capacidades y áreas de especialización puede acelerar la innovación y facilitar la adopción de prácticas circulares en toda la cadena de valor.
Esto no sólo consigue reducir el impacto ambiental - la economía circular tiene la capacidad de reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero un 39% y el uso de materias primas en un 28% – sino que también impacta directamente en el progreso de la economía. De hecho, la transición a la circularidad podría desbloquear un crecimiento del PIB mundial de hasta 4,5 billones de dólares hasta 2030. Además, poniendo el foco en los beneficios empresariales, según las estimaciones del I Plan de Acción de la Economía Circular de la Comisión Europea, la aplicación de las medidas incluidas supondría un ahorro de 600.000 millones de euros para las empresas europeas, equivalente a un 8% de su cifra de negocio.
Pero ¿está calando realmente este modelo dentro de las empresas españolas? De acuerdo con nuestro informe “Implantación de la Agenda 2030 en las empresas españolas. Resultados de la consulta de desarrollo sostenible 2024”, el 54% de las empresas españolas ya afirma trabajar en el ODS 12 relativo a producción y consumo sostenible, siendo una de las cinco áreas más relevantes para el tejido empresarial del país. Más concretamente, de este estudio se desprende que el 60% de las empresas desarrolla procesos de economía circular y casi el 50% evalúa a sus proveedores según criterios medioambientales. Además, el 46% de las empresas consultadas –2.310 en total– opina que la economía circular es uno de los ámbitos en los que debería haber una mayor regulación.
Como vemos, este modelo es cada vez más popular entre las empresas de nuestro país, pero aún no es predominante. Esto es lógico, pues no se puede cambiar la economía de un día para otro y su implementación requiere ajustes significativos en las cadenas de producción y en las estrategias empresariales. Esta transformación, además, implica un cambio de mentalidad, donde las empresas no solo se centren en maximizar las ganancias a corto plazo, sino que también consideren el impacto a largo plazo de sus actividades.
De acuerdo con nuestro informe “Implantación de la Agenda 2030 en las empresas españolas. Resultados de la consulta de desarrollo sostenible 2024”, el 60% de
las empresas desarrolla procesos de economía circular y casi el 50% evalúa a sus proveedores según criterios medioambientales.
Hablamos de reducir su impacto ambiental, pero también de los costes de producción, la creación de nuevas oportunidades de mercado y la mejora de su reputación. Por ejemplo, la implementación de procesos de reciclaje y reutilización puede disminuir la dependencia de materias primas vírgenes, lo que a su vez reduce el gasto. Además, las empresas que evalúan a sus proveedores según criterios medioambientales aseguran una cadena de suministro más sostenible y resiliente.
Por supuesto, la innovación es esencial en este proceso. Empresas de diferentes sectores ya están explorando nuevas formas de diseñar productos que sean más fáciles de desmontar y reciclar, desarrollando materiales biodegradables y creando modelos de negocio basados en servicios en lugar de productos.
Pero para que esta innovación sea posible, en ocasiones tenemos que echar mano de una de las palancas más importantes del desarrollo sostenible: las alianzas. En este sentido, me gustaría alentar a todas las empresas a colaborar, en especial entre grandes y pymes, para lograr una transición más rápida hacia la economía circular. La colaboración entre empresas de diferentes capacidades y áreas de especialización puede acelerar la innovación y facilitar la adopción de prácticas circulares en toda la cadena de valor.
Las grandes empresas, con sus recursos y capacidades de investigación y desarrollo, pueden liderar el camino al establecer estándares y ejemplos a seguir. Al mismo tiempo, las pymes pueden aportar flexibilidad, agilidad y creatividad en la implementación de soluciones circulares adaptadas a diferentes sectores y mercados locales. Esta colaboración no solo fortalecerá la resiliencia de las empresas frente a los desafíos económicos y ambientales, sino que también abrirá nuevas oportunidades de crecimiento y diferenciación en un mercado cada vez más consciente de la sostenibilidad.
En definitiva, la economía circular es más que una estrategia ambiental; es una visión audaz para el futuro. Al incorporar el concepto de infinito, este modelo busca crear un sistema en el que cada acción contribuye a un ciclo continuo de bienestar económico, social y ambiental. Es, sin duda, la respuesta a algunos de los mayores desafíos del desarrollo sostenible. Y teniendo la solución en nuestra mano ¿a qué esperamos para ponerla en marcha?