¿Son las inundaciones en Valencia un fenómeno excepcional?
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El martes 29 de octubre de 2024, entre las 7:31 y las 7:36, la Agencia Española de Meteorología (AEMET) emitió un aviso rojo por riesgo extraordinario de precipitaciones y tormentas intensas, primero en el interior norte de Valencia y luego en el litoral norte y su área metropolitana. A las 9:40, el aviso rojo se extendió a toda la provincia de Valencia. A las 14:30, la AEMET publicó un aviso especial por situación de gran adversidad y lluvias torrenciales que podrían superar localmente los 150-180 l/m² en 12-24 horas.
Ese mismo día, se registraron precipitaciones en torno a los 90 l/m² entre las 7 y las 8 de la mañana, aunque las precipitaciones más intensas se produjeron entre las 16 y las 19 horas, con cantidades de entre 270 y 475 l/m² y máximos horarios de entre 122 y 179 l/m².
La mayor parte de estos volúmenes se registró en el interior de la provincia, sobre el curso medio-bajo de los ríos Turia, Júcar y Magro, y en la cabecera del barranco del Poyo.
El efecto del viento y la temperatura
El intenso y húmedo viento de levante que sopló aquel día fue canalizado por la orografía (sierras de Corbera, al sur, y Calderona, al norte) a través de las comarcas de L’Horta Sud y Ribera Alta, hasta encontrarse con las primeras estribaciones de las sierras de Chiva y Utiel.
Debido a la orografía montañosa, este aire se vio forzado a ascender rápidamente hasta confluir con el embolsamiento de aire frío en capas altas de la atmósfera (DANA), lo que provocó que las precipitaciones más intensas y de mayor volumen acumulado se produjeran en el sotomonte de estas sierras.
La temperatura del mar Mediterráneo, que estaba 2 ºC por encima de lo habitual para esta época del año, también contribuyó. El embolsamiento de aire frío en altura y la alta temperatura del mar generaron un fuerte gradiente térmico, dando lugar a condiciones de gran inestabilidad y energía para el desarrollo de nubes de tormenta en vertical (llamadas cumulonimbus).
Cuencas que actúan como embudos
Lo anterior, unido a la persistencia de los flujos de viento húmedo y su canalización por el relieve, generó una banda de precipitación (sistema convectivo mesoescalar, o varios núcleos de tormenta juntos) que se mantuvo estacionaria sobre la cabecera de las cuencas. Esto explicaría por qué en las áreas de riesgo potencial significativo de inundación (ARPSI) con cuencas pequeñas, con cabeceras ubicadas en la plana, los impactos fueron reducidos, mientras que los efectos más fuertes ocurrieron en cuencas con áreas de captación en las montañas.
En estas zonas, las cuencas fluviales son estrechas y alargadas, recogiendo con rapidez toda el agua precipitada y conduciéndola aguas abajo hacia la desembocadura a modo de embudo. En una hora, de las 17 a las 18, el caudal de la rambla del Poyo pasó de 325 a 1 725 m³/s, superando los 1 900 m³/s a las 19 horas.
Más al norte, el río Turia, en Manises, incrementó su caudal de 101 m³/s a las 20 horas hasta los 1 086 m³/s a las 22 horas. La respuesta hidrológica fue muy rápida, en un período de menos de dos horas, característica de las crecidas súbitas o flash-floods. En la rambla del Poyo la subida fue de más de ocho metros desde el cauce del río, que se desbordó con violencia.
Aumento de la urbanización
Todo ese caudal transportado por los ríos arrastró a su paso cuanto se encontró en su llanura de inundación, ocupada por un crecimiento urbanístico intenso en las últimas décadas. Pero también en las vías de comunicación que los atraviesan, llegando a las zonas bajas de la desembocadura que están catalogadas como áreas de riesgo potencial significativo de inundación (ARPSI).
La demarcación hidrográfica del Júcar tiene cartografiadas estas zonas inundables para crecidas con probabilidad media u ocasional (100 años) y baja o excepcional (500 años). Dos de estas ARPSI están localizadas en el Bajo Turia y en el Bajo Júcar-Ribera del Júcar. El plan de gestión de riesgos de inundación de la demarcación estima en 159 352 para la primera y en 114 403 para la segunda, los habitantes que pueden verse afectados por una inundación excepcional.
A ese total de 273 755 habitantes hay que sumarle los movimientos de población a través de una red de carreteras muy transitada en torno al área metropolitana de Valencia y a los numerosos polígonos industriales que han crecido al lado de los ríos.
En los últimos años, el análisis del crecimiento urbanístico en zonas inundables en la provincia de Valencia revela un incremento significativo en edificaciones, viviendas y superficie construida, especialmente en áreas de riesgo bajo o excepcional (con un período de retorno de 500 años).
Según el catastro, la cantidad de edificaciones en zonas de retorno de 500 años asciende a 241 087. Las construidas desde 2010 suman 17 314, destacando un continuo desarrollo en áreas con diversos niveles de riesgo de inundación. De estas edificaciones, 8 308 corresponden a viviendas.
Este crecimiento sugiere una expansión urbana sostenida en áreas potencialmente vulnerables, lo que subraya la importancia de considerar estos riesgos en la futura ordenación del territorio.
Fenómenos menos excepcionales
La extensión de la inundación superó con creces el área cartografiada como zona inundable de probabilidad baja, esto es, con un periodo de retorno estimado de 500 años. Efectivamente, nos encontramos ante un evento pluviométrico e hidrológico de baja probabilidad. Pero ¿tan baja que solamente se puede esperar una vez cada 500 años?
Muy probablemente no –aunque esto requerirá de un análisis sosegado–. Y esto nos debe llevar a cuestionar el concepto de periodo de retorno, o al menos la metodología que se ha venido utilizando hasta ahora para calcularlos.
Convencionalmente se han estimado las probabilidades de ocurrencia de eventos excepcionales en el marco de la teoría general de valores extremos, que por definición asume que la series de datos son estacionarias, esto es, que sus propiedades estadísticas no presentan tendencias lineales o ciclos. Sin embargo, este paradigma debería cambiarse, pues nos encontramos ante un clima cambiante en el que se observan tendencias evidentes en las variables atmosféricas, relacionadas con el calentamiento global, además de ciclos de baja frecuencia asociados a patrones de variabilidad atmosférica de escala planetaria.
En las dos últimas décadas se están explorando aproximaciones no estacionarias a la teoría general de valores extremos para afinar en el cálculo de probabilidades (y por tanto, de periodos de retorno) de eventos de gran magnitud en series de datos con propiedades estadísticas cambiantes en el tiempo.
Sería aconsejable que estas nuevas metodologías se incorporasen en la elaboración de nuevas cartografías y planes de gestión de riesgo, pues muy probablemente delinearán territorios inundables más parecidos a los que se están observando en las inundaciones más recientes ocurridas en el ámbito Mediterráneo.
En resumen, al episodio extraordinario de precipitaciones del pasado 29 de octubre, con una respuesta hidrológica muy rápida con crecidas repentinas o relámpago en dos horas, se le unió una ocupación feroz del territorio, especialmente en áreas de riesgo potencial significativo de inundación. Esto condujo a una inundación de magnitud extraordinaria con un impacto muy severo sobre la población valenciana.
Es el momento de abordar, de una vez por todas, cómo gestionamos el territorio ocupado en zonas inundables y enseñamos a la población que lo habita a convivir con el riesgo.
Artículo de Jorge Lorenzo Lacruz, Universidad de La Rioja; Celso García, Universitat de les Illes Balears; Cristian Mestre Runge, University of Marburg y Enrique Morán Tejeda, Universitat de les Illes Balears.