Practicar paddel surf en busca de microplásticos de difícil acceso
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Los datos de presencia de plásticos de vertidos humanos en los océanos son alarmantes. Un estudio reciente, publicado en Nature Sustainability y que lidera la Universidad de Cádiz, concluyó que el 80 % de la basura que llega al mar es plástico. Además, las estimaciones de cara a futuro tampoco son nada halagüeñas. Según las previsiones científicas, para 2040 estos residuos podrían duplicarse si no tomamos medidas. Si nos centramos en la región mediterránea, unas 229.000 toneladas de plástico se vierten al mar al año en esta zona.
Nuestra forma de vida ha llevado a esta situación. El turismo costero estival, las malas prácticas de reciclaje o el abuso de este material para un solo uso alteran los ecosistemas marinos y hacen que lleguen a contaminar lugares tan recónditos del planeta como la Antártida.
Cuando se degradan, se convierten en microplásticos de menos de 5 mm que llegan a la dieta de múltiples animales marinos, como medusas, peces o pingüinos. Todo ello crea un efecto en cascada que repercute no solo en la salud de los océanos, sino también en la de los seres humanos que los consumen en su dieta a través de otros animales, como el marisco.
La mayoría de las investigaciones sobre estos contaminantes se han realizado en playas o a mar abierto. Sin embargo la información sobre microplásticos a pocos metros de la costa es escasa. Esta es una zona de transición crítica donde se produce el mayor intercambio de desechos entre el continente y el mar.
Hacer un seguimiento de la contaminación de estos materiales es complejo. En algunos lugares, como aquellos que tienen poca profundidad o están frecuentados por bañistas, la obtención de datos por parte de barcos oceanográficos se torna imposible. El proyecto de ciencia ciudadana Surfing for Science, que acaba de finalizar este verano tras casi un año de recogida de muestras, nació por esta necesidad de recabar la información de contaminación por microplásticos en la costa catalana.
Una labor inabarcable sin los voluntarios
“Los voluntarios remaron en paddle surf u otros tipos de embarcaciones de tracción humana durante una milla náutica, arrastrando una red de captura de plástico flotante especialmente diseñada para el proyecto”, explica a SINC Anna Sànchez Vidal, profesora de la Universidad de Barcelona (UB), que forma parte de la colaboración científica de esta iniciativa. Sánchez centra sus labores de investigación en los ciclos biogeoquímicos y la contaminación por plásticos en los océanos.
Sin la colaboración de estas personas, que no necesitaban tener formación científica previa ni conocimientos sobre ecología marina para participar, no hubiera sido posible un trabajo de tal magnitud. “El proyecto contactó con diversas entidades distribuidas a lo largo del litoral catalán, que son las que se encargan de realizar la organización de los muestreos y de los voluntarios. De esta manera hemos creado una red de redes de muestreo”, añade Sànchez Vidal.
Lograron implicar a un total de doce colectivos de ciudadanos (deportivos, sociales, educativos y ambientales) que han conseguido una resolución espacial y temporal de gran alcance, inabarcable para cualquier institución.
“En breve, desgraciadamente, el proyecto se termina. No fuimos seleccionados para las subvenciones de este año 2021. Hemos estado recogiendo muestras desde octubre hasta julio, incluidos todos los meses de invierno, incluso durante el confinamiento. En julio recogimos la última y ahora iniciamos los trabajos en el laboratorio y de publicación y difusión de los resultados”, explica la científica.
Cada entidad era autónoma en la recogida de muestras científicas y posteriormente se las enviaba para su análisis a la Universidad de Barcelona. En el trabajo de laboratorio se medía la abundancia, el tamaño, el color y el tipo de polímero para conocer los mecanismos de dispersión y fragmentación, tiempo de exposición, y fuentes.
A través de las redes sociales se fueron incorporando de manera constante los resultados, “para convertir a los colectivos en los verdaderos promotores de la investigación, a la vez que aumentar su concienciación ambiental”, argumentan desde la organización.
“La colaboración ciudadana aporta mucha resolución al estudio. A lo largo del proyecto han pasado centenares de voluntarios y sin ellos no se podría haber realizado tantos muestreos. Además, creo que es una oportunidad para que nosotros podamos entrar en contacto con la ciencia y conocer más sobre la salud de nuestros mares”, explica a SINC Sara Higueras Guillén, que se formó en Ciencias del Mar y ha colaborado como voluntaria.
Relata que entró a formar parte del proyecto a través de una exposición a la que asistió como miembro de una asamblea ecologista y por su predisposición a participar en iniciativas de ciencia ciudadana relacionadas con el mar.
“Me uní a Surfrider Barcelona y este fue mi primer contacto. Me motivó porque era pionero en cuantificar microplásticos en las zonas de baño. Personalmente me ha abierto el campo de visión empezar a adquirir experiencia en proyectos de ciencias marinas. Ver todas las partes del proyecto me ha hecho entender un poco más a qué me quiero dedicar”, asegura.
Sin parar por la pandemia
Las redes muestrearon con una frecuencia semanal o quincenal, desde el Cap de Creus hasta el Delta de l’Ebro, cubriendo buena parte del litoral catalán (Llançà, Palamós, Arenys, Montgat, cinco puntos en Barcelona, Castelldefels, Salou y l’Ampolla, entre otros puntos). “Hemos tenido un muy buen recibimiento, las entidades se han involucrado al máximo, saliendo a recoger muestras científicas en las gélidas aguas del Mediterráneo durante el segundo confinamiento, en diciembre o enero, o justo después de temporales de levante”, subraya la científica de la UB.
El número de estudios de ciencia ciudadana sobre plásticos en el medio marino ha aumentado durante las últimas décadas. Sin embargo, la mayoría se han centrado o bien en los macroplásticos —que son más fáciles de observar y muestrear por voluntarios en comparación con los microplásticos—, o bien en el monitoreo de playas donde los participantes cuentan e informan los tipos de productos que encuentran.
Paddle Surfing for Science incorpora estas muestras de microplásticos flotantes en el medio ambiente marino con una resolución espacial y temporal no llevada a cabo por ninguna institución hasta la fecha. “Además, por un público que tradicionalmente no participa en otras iniciativas”, apunta Sánchez Vidal.
Para Higueras Guillén, “las nuevas generaciones están cada vez más concienciadas y que las escuelas están haciendo un trabajo de educación transversal muy interesante. Cada vez se oye más el concepto de escoles blaves (que se preocupan por el bienestar del océano y educa en consecuencia) y eso es una buena señal. Con todo y con eso, creo que aún falta mucho trabajo para abarcar más rangos de edad. Hay muchos jóvenes y adultos que no tienen una visión sostenible”.
El origen de los microplásticos en las playas catalanas
Los primeros resultados obtenidos evidencian que las aguas de las playas de Barcelona tienen concentraciones de entre 2.000 y 9.100.000 ítems de plástico por km2 (media de 700.000 ítems/km2), con valores mínimos registrados en la playa de Mar Bella y máximos en la playa de Sant Sebastià, en octubre de 2020.
El 90 % de los ítems de plástico recogidos son microplásticos (tamaño < 5 mm) de naturaleza film (42 %, restos de bolsas o botellas), fragmentos (35 %, restos de objetos duros) o filamentos (14 %, restos de residuos de pesca o césped artificial).
“Los datos preliminaries aportan información muy significativa sobre el origen de la contaminación por plástico en las playas de Barcelona y los procesos de transporte (oleaje, corrientes y deriva litoral) y acumulación”, explica Sánchez Vidal.
¿Qué podemos hacer para evitarlo?
Los efectos de los microplásticos en los ecosistemas y la fauna son ampliamente conocidos: desde los físicos (enredamiento, sofocación, ahogamiento, ingestión y obstrucción, hasta disminución de las tasas de crecimiento y muerte por inanición); a la liberación de compuestos químicos propios de los plásticos (aditivos) o adheridos a los plásticos (contaminantes orgánicos persistentes, metales) o la transmisión e patógenos.
“Los impactos en la salud humana son actualmente objeto de muchos estudios, pero nuestra labor con el proyecto Surfing for Science es exclusivamente conocer el impacto en los ecosistemas marinos”, puntualiza la experta de la UB.
Acabar con este problema pasa por disminuir al máximo el consumo y uso de plástico y, si es inevitable, utilizarlos el máximo de veces posible. “¿Cómo podemos ser capaces de utilizar una sola vez un producto que tarda más de mil años en degradarse? Y no hablamos de platos, cubiertos y pajitas que van a regularse en breve. También nos referimos a botellas de bebidas, embalajes de productos, etc”, enfatiza.
“De esta experiencia me llevo mucho. Pero lo que más me satisface es poder aportar mi granito de arena para que se conozca más de los océanos y así podamos ver qué tenemos que hacer para dejar de dañarlos”, concluye Higueras Guillén.