¿Podemos mejorar la salud del planeta a través de la educación ambiental?
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Sabemos que, sin abejas, no hay polinización. Y sin esta labor esencial de transferencia de polen, perderíamos la base de nuestro ecosistema. Lo que no siempre conocemos de forma tan patente es que, sin una educación ambiental sólida, donde se transfiera a las generaciones presentes y las próximas el amor y el respeto por la naturaleza, no podríamos asegurar el cuidado -y supervivencia- de nuestro entorno natural. Y, aunque lo expuesto es una clara metáfora, donde la primera afirmación tiene un sentido literal y la segunda uno figurado, estamos ante una firme realidad.
La importancia que estamos otorgando a la naturaleza lo está impregnando todo. La sociedad contemporánea está viviendo en primera persona un proceso de “polinización”, donde la preocupación por proteger la salud de nuestro planeta está transfiriéndose a todos los agentes sociales: desde instituciones y gobiernos, hasta padres y madres, docentes y alumnos. Y es que la vuelta a los colegios que se ha producido de forma casi simultánea en estas últimas semanas en todo el país y el contexto legislativo actual posicionan la educación ambiental como una herramienta transformadora para adquisición de conocimientos y como palanca para un cambio sistémico.
Como sociedad hemos tenido que enfrentarnos a grandes retos a consecuencia de la COVID-19, pero también hemos aprendido a apreciar nuestro entorno natural, un entorno dañado que requiere de un cambio de actitud: olas de calor que alcanzan registros históricos y fuertes inundaciones que han generado desastres en países del centro de Europa y del Mediterráneo. Hemos visto cómo ardían miles de hectáreas de vegetación en Ávila o Málaga y también cómo fallecían miles de peces por falta de oxígeno en el Mar Menor. Estos graves problemas ya no son solo ambientales, también son sociales. De hecho, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en los últimos 50 años el número de desastres naturales se ha quintuplicado. El cambio climático ha hecho aumentar radicalmente los fenómenos meteorológicos extremos. Esa es, desafortunadamente, la realidad que vivimos ahora mismo.
Es el momento de pasar a la acción o, dicho de otra forma, a la educación
Pero entonces, ¿qué debemos hacer? ¿cómo podemos mejorar la salud de nuestro planeta? Como afirmaba el astrónomo británico Martin Rees, es la primera vez en la historia en que una especie, la nuestra, tiene la posibilidad de cambiar el futuro del planeta. La llave para cuidar y preservar nuestros entornos está en nuestra mano, solo hace falta introducirla en el lugar adecuado y girar de forma precisa.
Desde el ámbito institucional ya se está avanzando hacia esta dirección. La nueva Ley de Educación busca promover una enseñanza basada en la sostenibilidad ambiental donde el alumno pueda acceder a todos los conocimientos necesarios para promover el desarrollo sostenible. Aquí, los docentes adquieren una gran importancia, quienes recibirán formación relativa a la Agenda 2030. Además, el Gobierno ha aprobado recientemente el Plan de Acción de la Educación Ambiental para la Sostenibilidad en España 2020-2025 (PAEAS). Este plan define las líneas estratégicas a seguir para la transición hacia una educación a favor del desarrollo sostenible, los valores ambientales, el conocimiento y la información.
También en este punto cobra especial relevancia la aprobación en mayo de este año de la “Ley de Cambio Climático y Transición Energética”, que hace referencia directa a que el sistema educativo español tendrá que implicar a la sociedad para dar respuestas al cambio climático. Esta ley, eso sí, debe extrapolarse al ámbito académico para alcanzar así los objetivos fijados.
Todas estas normativas nos dirigen a un mismo lugar: la educación como instrumento con el que poder avanzar como sociedad. La educación como propósito y como agente de cambio. La educación como camino hacia la sostenibilidad. La educación como protectora del planeta.
Naturaliza, educación ambiental dentro y fuera del aula para cuidar el planeta
Así, queda claro que en nuestro país estamos dando pequeños -pero constantes- pasos en esa dirección y el nuevo marco legislativo busca que nuestros hijos e hijas dispongan en las aulas de las herramientas necesarias para proteger y respetar el planeta. Con este propósito, hace ya cuatro años nació Naturaliza, un proyecto de educación ambiental que pusimos en marcha desde Ecoembes con el que poder, en la medida de lo posible, colaborar con todos los actores en la tremenda tarea que tenemos por delante como es el cuidado del medioambiente.
El propósito de este proyecto es, como el de las abejas, ‘polinizar’ a los niños y niñas de todo el país, pero también a sus familiares, sobre la importancia de ser conscientes de que todas nuestras acciones tienen sus consecuencias en el medio natural y que la mejor (y única) forma de cuidar nuestro planeta es conociéndolo, experimentando con todo lo que nos ofrece, haciendo que forme parte del día a día de los niños tanto dentro como fuera de los libros. En definitiva, naturalizar las aulas.
Para hacerlo posible, es vital el apoyo de la comunidad educativa, desde educadores ambientales, quienes cuentan con los conocimientos y la experiencia necesarias, hasta los docentes, los grandes polinizadores de la conciencia ambiental entre sus alumnos y alumnas. Por eso, Naturaliza pone a su disposición una amplia biblioteca con más de 2.000 recursos para ayudarles en esta compleja y apasionante tarea que les permite crear una simbiosis entre los objetivos curriculares y los ambientales en las asignaturas de Matemáticas, Lengua, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales.
Ellos son solo una parte pero, sin duda, es el conjunto de la sociedad la que debe asumir que la educación en valores ambientales es la clave para mirar hacia el futuro y pensar que un cambio real es posible. La pregunta, entonces, no es si podemos mejorar la salud del planeta a través de la educación ambiental, sino ‘¿hay futuro sin educación ambiental?’ La respuesta la sabemos todos.