La genética revela el origen del compost
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En Andalucía existen 23 plantas de compostaje de residuos domiciliarios, que generan 165.000 toneladas anuales de compost, un 6% de los residuos brutos tratados, según el Plan Director de Residuos no Peligrosos de Andalucía 2010-19. Además, seis empresas producen 74.600 toneladas al año de compost agroindustrial, a partir de corteza de pino, serrín de corcho, cáscara de piña, restos de poda, cáscara de arroz, restos forestales, alperujo, restos hortofrutícolas y melaza. La obtención de un compost de calidad supone un enorme reto para las empresas del sector, así como para los investigadores expertos en este campo.
El grupo ‘Desarrollo de técnicas microbiológicas para la mejora de suelos de interés agrícola’, de la Universidad de Almería, dirigido durante casi tres décadas por el catedrático de Microbiología Joaquín Moreno y, actualmente, por la investigadora M.ª José López, ha identificado el conjunto de bacterias y hongos que degradan materiales para su conversión en compost. Este paso facilita la búsqueda de indicadores que evalúen los diferentes procesos de compostaje a escala industrial y, de esta forma, predecir la idoneidad del producto para su comercialización.
El material que se puede convertir en compost muestra una enorme variabilidad. Abarca desde restos vegetales hasta residuos sólidos urbanos, lodos procedentes de la depuración de aguas residuales, o cualquier otro residuo orgánico de la industria agroalimentaria. “Los avances en metagenómica –obtener el ADN de la globalidad de microorganismos de una comunidad–, permiten constatar la complejidad de predecir la calidad de ese abono; los tipos de microbios pueden ser casi exclusivos de cada proceso, por lo que el análisis genético indica cuáles son los implicados en cada uno de ellos”, señala a la Fundación Descubre la investigadora de la Universidad de Almería Francisca Suárez.
El trabajo publicado se basa en el estudio de 15 procesos de compostaje a escala industrial, teniendo en cuenta la diversidad de las materias primas originales. Aunque los expertos analizaron múltiples parámetros de naturaleza físico-química y biológica relacionados con el ciclo del carbono y el nitrógeno, destaca en este trabajo el análisis metagenómico de los productos obtenidos a partir de los procesos evaluados, así como la búsqueda de diversos indicadores de biodiversidad.
Grupo de investigación de la Universidad de Almería responsable de este trabajo
Los investigadores indican que, probablemente, menos del 2% de los microorganismos que habitan una pila de compost son cultivables –es decir, que se comprueba su presencia en laboratorio-, lo que dificulta el conocimiento de cuáles son y cómo estos agentes están implicados en el proceso. “Hay muchos más microorganismos que los detectables en laboratorio, y gracias a los estudios metagenómicos, que secuencian todo el material genético que existe en un sustrato, los conocemos, aunque sin saber todavía con detalle qué papel juega cada uno de ellos en el proceso”, afirma la experta.
Después de cuatro años de trabajo el éxito de los resultados obtenidos ha superado las expectativas, según Suárez. “Ahora pretendemos ejecutar estudios de diversidad funcional más específicos, que ayudarán a predecir la validez de los compost desde un punto agronómico”, destaca la científica.
Rutina de trabajo en el laboratorio de Microbiología de la UAL
El Plan Director de Residuos no Peligrosos de Andalucía 2010-19 informa de que el compost, normalmente, puede clasificarse como B y C –el máximo es el A- de acuerdo con la normativa de fertilizantes. Mejorar el mercado del compost pasa por la mejora de la calidad. Así se puede garantizar que el compost cumple los parámetros establecidos. “La normativa actual que establece la calidad del compost es muy rigurosa y de difícil cumplimiento si no mejora la calidad de la materia prima”, según este análisis de la Junta.