España, entre los países que más disminuyeron la intensidad de sus emisiones en 2018
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Por delante de nosotros, se encuentran Alemania, México y Francia, mientras que la media mundial se sitúa muy por debajo, en el 1,6%. Así se refleja en la nueva edición del Low Carbon Economy Index, elaborado por PwC por undécimo año consecutivo y que analiza el progreso de los países del G20 en materia de descarbonización de la economía y reducción de las emisiones. Estas cifras contrastan con las registradas a nivel mundial, que hacen cada vez más difícil cumplir con los objetivos del Acuerdo de París.
Para Pablo Bascones, socio responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático de PwC, "las condiciones climáticas en España han hecho que, respecto al 2017, en el 2018 haya sido posible emplear un 87% más de energía de origen hidráulico y un 3% más de eólica reduciendo, así, en un 17% la energía procedente de carbón. En cualquier caso, nos situamos muy lejos de nuestro objetivo de reducción de emisiones para el 2030 y no podemos sentirnos satisfechos de que las emisiones se reduzcan fundamentalmente porque las condiciones climatológicas acompañen. Tenemos, por tanto, el gran reto de conseguir mayores tasas de descarbonización en situaciones climatológicas adversas, actuando no solo sobre el sector energético, sino también sobre los sectores transporte, residencial, agrícola, etc."
Los objetivos del Acuerdo de París, todavía más lejos
A nivel mundial, la tasa de descarbonización se ha ralentizado hasta el 1,6%, el ritmo más bajo desde 2011, después de varios años de avances moderados. Esta caída representa menos de la mitad de la tasa de descarbonización registrada en 2015 -del 3,3%-, cuando más de 190 gobiernos se comprometieron con el Acuerdo de París. A este ritmo, los países ni siquiera alcanzarán sus propios objetivos nacionales (NDC) ni mucho menos el objetivo mundial, mucho más ambicioso. Estimamos que la tasa media de descarbonización necesaria para cumplir con los objetivos nacionales para las economías del G20 es del 3% anual hasta 2030.
Según el análisis, será necesario un índice de descarbonización mundial del 7,5% anual para tener una probabilidad de dos tercios de limitar el calentamiento a 2ºC. En comparación, Francia descarbonizó al 4% anual, cuando acometió su apuesta por la energía nuclear en los años 80, y Estados Unidos al 3% anual en la revolución del shale gas. El año pasado, el PIB mundial creció hasta el 3,7%, aupado por el desarrollo de las economías emergentes, que crecieron por encima del 5% (China, India e Indonesia). Y aunque la economía mundial es cada vez más eficiente desde el punto de vista energético, su consumo creció un 2,9% en 2018.
El desarrollo de industrias que demandan un consumo intensivo de energía, como la construcción o el acero, en economías como la china, la india o la indonesia, que se encuentran en plena industrialización, es una de las principales causas de este crecimiento. Además, los patrones climatológicos extremos registrados alrededor de todo el mundo, también llevaron a aumentar la demanda de electricidad y gas para calefacción y aire acondicionado, en una clara advertencia de los posibles efectos asociados al cambio climático.
Las energías renovables – incluyendo biocombustibles, biomasa, la energía geotérmica, la hidroelectricidad, la energía solar y la eólica- alcanzaron la tasa más alta desde 2010, del 7,2%, pero siguen representando menos del 12% del sistema energético. El grueso del crecimiento de la demanda de energía fue cubierto por los combustibles fósiles, que incrementaron las emisiones mundiales en un 2%, lo que supone el mayor aumento registrado desde 2011.
“Estos resultados deberían ser otra llamada más de atención, especialmente esta semana en la que se celebra la Cumbre contra el Cambio Climático de Naciones Unidas. A pesar de todos los compromisos públicos como el Acuerdo de París o la recién aprobada Declaración de Estado de Emergencia Climática en España, la descarbonización global se ha estancado. La velocidad de transformación que requerimos en los modelos de negocio y la economía no se está consiguiendo. Lo positivo es que somos la primera generación en conocer el problema real al que nos enfrentamos, existen soluciones tecnológicas, muchos líderes empresariales quieren liderar el cambio y contamos con inversores cada vez más concienciados y dispuestos a financiar el mismo”, concluye Bascones.