¿De qué hablamos cuando hablamos de innovar en el sector del agua?
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En los últimos años se han multiplicado los proyectos innovadores en nuestro sector con distintos grados de novedad e impacto. Podríamos hablar de empresas como Depuración de Aguas del Mediterráneo que impulsan iniciativas relacionadas con el uso de un Gemelo Digital en las depuradoras; compañías como Fluidra que están a la vanguardia del Internet of Things con numerosos proyectos aplicados al sector de la piscina para un uso sostenible e inteligente del agua; proyectos de innovación rupturista que cambian el paradigma de la depuración como el de Aqualia para obtener biogás vehicular a partir de las aguas residuales de las depuradoras municipales; numerosas iniciativas relacionadas con la investigación en contaminantes emergentes y fármacos que cuentan en el ICRA con algunos de los investigadores más citados; grandes proyectos de cooperación en I+D como la comunidad RIS3CAT en agua coordinada por EURECAT que cuenta con grandes compañías como AGBAR o Sorigué, la mayoría de universidades catalanas y más de 20 pymes en seis proyectos sobre economía circular, monitorización y sistemas avanzados a la decisión o proyectos en cooperación con sectores intensivos en uso de agua con un presupuesto de más de 10M€; incluso algunos de los proyectos más grandes en el programa Horizon 2020 como el Hydrousa, que con 10M€ de financiación europea cuenta con el ICRA, Aeris Tecnologías Ambientales y el Catalan Water Partnership entre sus socios para aplicar en tres islas griegas algunas de las tecnologías más innovadoras en Economía Circular. Se trata sólo de algunos ejemplos de una lista inacabable de actores y proyectos innovadores que nos posicionan como uno de los hubs tecnológicos del agua más importantes en el mundo, comparable a otros clústeres como el de Montpellier en Francia, Holanda, Singapur, Israel, California o Wisconsin para decir algunos de los más conocidos, cada uno con sus singularidades, modelos y especializaciones.
Ahora bien, la diversidad de temáticas hace patente que cada organización interpreta de distinta forma cuales deben ser las prioridades a partir de las mismas señales del mercado, y también el nivel de riesgo que debe asumir en la gestión de su cartera de inversiones en las tecnologías clave de los próximos años. Raymond Carver, el célebre autor de cuentos que retrató como nadie la sociedad americana de final de siglo, se hacía una pregunta similar a la del título de este artículo con referencias en su caso al amor, y no a la innovación. Carver nos introduce, cuento a cuento, la idea de que no hay una supuesta manera correcta de entender que significan los sentimientos afectivos que etiquetamos bajo un solo concepto y que utilizamos continuamente, y que su propia complejidad nos lleva indefectiblemente a contradicciones entre distintas personas para hablar de lo mismo. Se trata de un símil que utilizo habitualmente, ya que ante una pregunta que parece tan simple como el significado de innovación, probablemente recibiremos respuestas con matices distintos en cada compañía y directivos. Y aunque es mayoritaria la enfatización de la novedad, el cambio, la creación o invención, la aportación de valor será distinta tanto para el que ofrece soluciones como para quien las recibe. La innovación combina lo nuevo -más allá de la eficiencia operativa- con la capacidad de explotar esa novedad ya sea con un cliente externo dispuesto a pagar por esa innovación, o a un proceso interno de la organización que contribuimos a hacer más competitivo.
En nuestro sector, como en tantos otros, hay una corriente de fondo que está impulsando en oleadas sucesivas la necesidad de innovar en nuevas áreas: retos emergentes como la preocupación por los microplásticos, el impulso al uso de la reutilización de agua o las soluciones basadas en la naturaleza. Aparecen nuevas incógnitas a partir de fenómenos extremos, desde la sequía a temporales de fuerte intensidad o una creciente preocupación por el impacto del cambio climático. Así mismo, hay una necesidad de incrementar la frecuencia de innovación, ya sea por ciclos más cortos de vida en determinados productos por la presión de clientes más sofisticados, o por una fuerte competencia deslocalizada, creciente y global, así como la emergencia de nuevas palancas de innovación, con la digitalización y la economía circular como principales protagonistas en nuestro sector. En definitiva, más inversión en I+D, y el gran reto de convertir todo este potencial, en innovación y retorno para la empresa. Cómo enfocamos el proceso de innovación y el papel del ecosistema que apoya esa innovación, son dos de los factores sobre los cuales creo que vale la pena reflexionar.
Un estudio de McKinsey que cito frecuentemente afirmaba que más del 80% de los directivos manifestaban que la innovación era crítica para su crecimiento futuro y para el propio modelo de negocio. No obstante, sólo un 6% estaban contentos con los resultados obtenidos de la innovación. Debe haber pocos procesos empresariales que resulten tan exigentes, y que generen tanta incomprensión a sus gestores e insatisfacción a los máximos directivos. A mi entender hay distintas claves sobre las que elaborar una mejora en la actitud en relación con la innovación y en gran parte requieren una lógica de proceso, de disciplina de la innovación utilizando una idea primigenia sobre el tema que ya avanzó Peter Drucker y un enfoque abierto tal y como propugnan académicos como Henrry Chesbrough, con más atención a los procesos de absorción de conocimiento de nuestro entorno y no sólo de generación interna. Probablemente no haya en la compañía otro proceso con más incertidumbre, riesgo, complejidad y elevadas posibilidades de fracasar, y en consecuencia merezca, más que ningún otro, mayores inversiones y el mejor talento en la gestión del mismo.
Creo que uno de los puntos clave sobre los cuales pivotar cambios importantes es como tejemos una mayor complicidad entre los principales actores que participamos del sector del agua, mientras construimos nuevas alianzas fuera. Un caso paradigmático es como las grandes empresas buscan de manera continua soluciones innovadoras en startups y emprendedores. Abundan ejemplos en empresas como Agbar, Global Omnium-Aigües de Catalunya o Fluidra para decir tres ejemplos con proyectos bien planteados y con una actividad estable en conectar necesidades empresariales con la innovación del ecosistema emprendedor. Encontramos casos en los cuales se promueven incluso perfiles de open innovation managers que desembocan en la creación de Labs. Es el caso de Girbau, una de las empresas líderes en fabricación de lavadoras industriales en las cuales la gestión del agua es un recurso clave, y que buscan en emprendedores, pero también en el conjunto de la oferta científica y tecnológica soluciones a retos muy bien identificados. Se trata de un ejemplo que tiene casos de éxito en multinacionales como Levi’s o Lego, para decir dos bien alejados sectorialmente. Finalmente podríamos encontrar aún muchos más ejemplos de cooperaciones entre empresas y centros tecnológicos, universidades o pymes altamente especializadas en determinadas tecnologías como socios de proyectos de I+D, para conseguir de manera colectiva aquello que individualmente no sería posible. La energía del ecosistema de innovación debería ser uno de los grandes activos a trabajar por parte de todo el sector del agua y en el cual deberíamos dedicar más esfuerzos colectivos. Un buen ejemplo sería el impulso y apoyo a los emprendedores del sector y a los actores que actúan de cohesionadores del ecosistema de innovación. Creo que el ejemplo de la reacción positiva ante la cancelación del MWC en Barcelona por parte del conjunto de actores público-privados para mantener actividades de alto nivel, con los emprendedores a la cabeza, es una buena muestra de las externalidades positivas que generan este tipo de colectivos.
Si bien es indiscutible que las empresas de gran dimensión dedican una inversión significativa para impulsar la innovación abierta como una estrategia para incrementar la productividad de su proceso de innovación, ¿Cómo no debería ser una prioridad para las pymes? Empresas con menos recursos económicos y personal dedicado a la innovación, aún deberían invertir más esfuerzos en esta conexión con el entorno. Es en este sentido que creo importante reivindicar el rol de los clústeres, como un actor de relieve para conectar necesidades de empresas del agua más pequeñas con ese enorme conocimiento que se concentra en universidades y centros de investigación. También para promover la relación entre empresas de todas las dimensiones y del conjunto de la cadena de valor del sector en proyectos innovadores que, si no, difícilmente se producen de manera espontánea. Aun resulta de mayor interés la oportunidad de cooperar con otros clústeres de sectores que nos pueden aportar muchas veces know-how especializado que no contamos en el sector del agua (conocimiento digital, en materiales avanzados o energía, por ejemplo), o que actúan como clientes sofisticados. En este sentido hemos colaborado con clústeres industriales intensivos en uso de agua que nos plantean necesidades aún no resueltas en el tratamiento de aguas complejas, que quieren apostar por la reutilización y requieren expertos en nuestro sector o que nos reclaman soluciones más competitivas y eficientes que las existentes en el mercado. El cliente es sin duda el que transforma algo simplemente nuevo, en algo innovador por lo que están dispuestos a pagar.
Finalmente, las administraciones deben actuar como un motor aún más importante en la modernización de nuestro sector de lo que han sido hasta ahora. La compra pública de innovación, licitaciones que enfaticen algo más que el precio o la financiación de proyectos transformadores de I+D con presupuestos estables pueden actuar de palanca transformadora del país. Dos ejemplos que he conocido de cerca en los últimos años a nivel internacional, nos dan ideas sobre las oportunidades en este campo. Singapur, con sólo 5 millones de habitantes, ha invertido cerca de 300M€ en I+D en el sector del agua en los últimos 15 años, utilizando muchas de sus instalaciones para proyectos con tecnologías de todo el mundo. Corea del Sur, otro de los países líderes en competitividad mundial en todos los rankings, a través del Korea Water Partnership y en colaboración con K-water, la agencia de agua del país, está ayudando a promover las tecnologías innovadoras de pymes y start ups coreanas certificándolas en sus propias instalaciones. Poco a poco las administraciones dan pasos, la Agencia Catalana del Agua, por ejemplo, de manera pionera ha abierto una línea de I+D financiada directamente de su presupuesto para impulsar proyectos de innovación a partir de prioridades temáticas de la propia agencia. Aunque hay camino por recorrer, el mundo se mueve en esta línea. Creo que vale la pena resaltar como el Green Deal que Europa quiere liderar, va a ser una gran oportunidad para el sector tecnológico del agua, España es uno de los países con mayores retornos en todas las convocatorias europeas en I+D relacionadas con el medio ambiente y el agua y por parte de todos los actores: empresas, centros tecnológicos, universidades y clústeres contamos con un nombre muy significativo de proyectos financiados, muy por encima que otros sectores equivalentes en el PIB. Y es que a pesar que el sector del agua es considerado de baja intensidad tecnológica según la OCDE, contamos con líderes en investigación e innovación.
Sin duda, el crecimiento de la innovación en el sector del agua vendrá determinado por la necesidad de una visión más abierta y colaborativa que la mantenida hasta ahora, y en una lógica de hibridación sectorial. Así mismo la colaboración público-privada, tanto en relación con la inversión en I+D como a la creación de mecanismos eficaces, bien dotados económicamente y estables será crítica en la gestión del agua en los próximos años.