a-crecimiento: una teoría económica alternativa compatible con la lucha contra el cambio climático
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Justo cuando se cumplen 45 años de la primera propuesta sobre los límites del crecimiento por parte del Club de Roma, la preocupación por el cambio climático y cómo abordarlo ha reabierto el debate que se pregunta si son las políticas de mitigación del cambio climático compatibles con el crecimiento económico.
Muchos ciudadanos, científicos y políticos temen que las políticas climáticas severas perjudiquen el crecimiento económico. Mientras que unos apuestan por dejar de crecer o decrecer económicamente, otros abogan por un “crecimiento verde“ que sea compatible con una futura economía baja en carbono.
Un estudio de Jeroen van den Bergh, Professor ICREA del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) reflexiona críticamente sobre estas dos posiciones “que amenazan los objetivos ambientales y sociales”, y propone una tercera alternativa denominada “a-crecimiento” que permite despolarizar el debate y reducir la resistencia a las políticas climáticas.
El estudio, que ha sido publicado recientemente en la revista Nature Climate Change, propone el “a-crecimiento” como alternativa a la actual disyuntiva entre el “crecimiento verde” y el “decrecimiento”. Al no tener la certeza de si crecimiento económico y estabilidad climática son compatibles, van den Bergh considera que es preferible ser “agnóstico” respecto al crecimiento y propone una tendencia que descarta el PIB como indicador “ya que el crecimiento no es ni un fin último ni siquiera un medio para alcanzar un fin”.
Respecto a las otras dos tendencias ya existentes, Jeroen van den Bergh explica que el “crecimiento verde” se acepta entre quienes ven el cambio climático como una seria amenaza y buscan soluciones que minimicen los efectos del crecimiento. “Esta postura quedó reflejada claramente en el acuerdo climático de París, con promesas nacionales de carácter voluntario sin respaldo de políticas coherentes a nivel mundial. Lo único que cabe esperar del acuerdo es su incumplimiento y que los efectos sistémicos como el ‘rebote de la energía’ y la fuga del carbono lo conviertan en totalmente inefectivo”.
La economía tiene una enorme capacidad de adaptación, a través de la adopción de nuevas tecnologías y cambios en la composición del consumo y la producción. Sin embargo, la adaptación no será completa y rápida sin una severa regulación ambiental. Por otra parte, no está claro de antemano que cualquier transición baja en carbono así lograda coincidirá con el crecimiento económico. De hecho, hay débiles evidencias empíricas sobre la viabilidad del crecimiento verde bajo las severas políticas climáticas. En otras palabras, el estudio afirma que abrazar una postura pro-crecimiento categórica implica jugar con el clima.
La literatura establece que el crecimiento económico en los países ricos ya no contribuye significativamente al progreso. La mayoría de las personas en estos países satisfacen ampliamente sus necesidades básicas, mientras que los más pobres se benefician más de las medidas distributivas, como los impuestos progresivos sobre la renta, la atención sanitaria pública y un salario mínimo digno. “Si el indicador del PIB no refleja el progreso de la sociedad en las naciones ricas ya ha llegado el momento de ignorarlo”, indica van den Bergh. Por ello, tampoco considera viable la propuesta del “decrecimiento” o “crecimiento cero” ya que éstos fijan su objetivo en revertir el crecimiento y provocar la disminución del PIB. Afirma que las propuestas anti-crecimiento carecen de una base científica rigurosa y pueden provocar más inconvenientes que beneficios a la sociedad.
“Es posible estar preocupado y ser crítico con el crecimiento económico sin necesidad de recurrir a una posición anti-crecimiento”, indica el autor quien incide en que una estrategia de “a-crecimiento” permitiría analizar un espacio más amplio de políticas que mejorasen el bienestar y las condiciones ambientales. La elección de las políticas no estaría limitada por el objetivo del crecimiento económico. “No hay que partir de la idea de que el desempleo, las desigualdades y los desafíos ambientales se resuelven mediante propuestas de crecimiento incondicional o de crecimiento cero o negativo. Las políticas sociales y ambientales algunas veces frenan el crecimiento y otras lo estimulan, dependiendo de factores contextuales. Una estrategia de “a-crecimiento” es cautelosa, ya que hace que la sociedad sea menos sensible a posibles escenarios en los que la política climática restrinja el crecimiento económico. Por lo tanto, reduciría la resistencia a dichas políticas”, indica.
A nivel práctico, expone que es necesario combatir la creencia social -muy extendida entre los círculos políticos- de que hay que priorizar el crecimiento, e incide en que es necesario un debate político y social sobre cómo salir de la inútil disyuntiva entre el pro y contra el anti-crecimiento. “Comprender que existe una tercera vía puede ayudar a superar la polarización actual y debilitar la resistencia política contra la política climática”, concluye.