El agua es la clave para que el mundo logre cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible
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12-01-2021
Por Victoria Toro, RETEMA
El 25 de septiembre de 2015, los representantes de los 193 países que forman la ONU aprobaban los Objetivos de Desarrollo Sostenible, más conocidos como ODS. Estos objetivos que contemplan soluciones para el cambio climático, la pobreza, el hambre, la popularización de la innovación, el consumo sostenible o la paz son la agenda más ambiciosa que se ha propuesto cumplir nunca la humanidad. Están descritos en 17 objetivos integrados por 169 metas concretas y perfectamente definidas. Y son una fórmula para dar continuidad a los Objetivos de Desarrollo del Milenio que Naciones Unidas había propuesto como propósitos de desarrollo humano a cumplir entre los años 2000 y 2015.
Los ODS proponen lograr para 2030 que la humanidad sea más igualitaria, más justa, más rica y más sana. Para ello cada uno de los objetivos describe qué es lo que hay que lograr en cada una de las cuestiones que hay que cambiar que son variadas y afectan a todos los aspectos de las injusticias y las desigualdades. Uno de los ODS, el 6, está dedicado directamente al agua: “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”. Pero cuando se mira a los otros dieciséis se descubre que el agua también es central en ellos o, como mínimo, en una buena parte de sus metas. Naciones Unidas lo deja claro en sus informes: “Un sector del agua próspero y sostenible es vital para muchos de los objetivos y metas”. Y el Banco Mundial abunda en la idea del agua como clave para la consecución de los ODS: “El agua afecta a todos los aspectos del desarrollo y se relaciona con la mayoría de los ODS. Además, impulsa el desarrollo económico, apoya los ecosistemas saludables y es fundamental para la vida”. Y en sus informes sobre el agua en el mundo, el Banco Mundial va todavía más lejos: “El agua es crucial para determinar si el mundo alcanza o no los ODS”.
El ODS 6 está dedicado directamente al agua, pero cuando se mira a los otros dieciséis se descubre que el agua también es central en ellos o, como mínimo, en una buena parte de sus metas.
Esta conexión del agua con todos los ODS no es casual. Josefina Maestu, economista experta en agua, asesora del Secretario de Estado de Medio Ambiente y que participó en la formulación de los ODS como directora de la oficina de ONU-Agua entre 2009 y 2015, también lo deja claro: “La centralidad del agua en los ODS se planteó desde el principio”.
No es casual por lo tanto que el agua sea el aspecto más importante o, como mínimo, uno de los más importantes a tener en cuenta si se quiere mejorar la vida de todos los habitantes del planeta. Y no lo es porque si se miran los datos relacionados con el agua y el saneamiento en el mundo lo que se ve es una situación dramática. Según datos del Banco Mundial unos 2.200 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura, 4.200 millones no cuentan con saneamientos seguros y 3.000 millones carecen de las instalaciones básicas para lavarse las manos. En su informe sobre la situación del agua en el mundo, el Banco Mundial dice: “Las brechas en el acceso a fuentes de abastecimiento de agua y saneamiento, el crecimiento demográfico, el uso intensivo del agua, la mayor variabilidad de las precipitaciones y la contaminación son factores que se conjugan en muchos lugares y transforman el agua en uno de los principales riesgos para el progreso económico, la erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible”.
Carlos M. Gómez, catedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares y experto en el agua y su gestión, está de acuerdo con esta visión: “El agua juega un papel central en la economía que es mayor cuánto más pobres son los países –explica a RETEMA. Dentro de los ODS, el agua no es un objetivo a parte, es un objetivo transversal a todos. El agua es fundamental para la vida, para la economía, para los ecosistemas. Sin agua no hay progreso económico”.
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Entrevista. Carlos M. Gómez, Catedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares
“La cantidad y calidad del agua para el futuro es un factor de incertidumbre”
Carlos M. Gómez, catedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá es experto en el agua y su gestión. Gómez investiga lo que se conoce como “seguridad hídrica” que para Naciones Unidas y el resto de organismos relacionados con el cumplimento de los ODS es una de las claves a conseguir si se quieren lograr los objetivos.
PREGUNTA: ¿Qué es la seguridad hídrica?
RESPUESTA: Se trata de trabajar el agua con visión de futuro. La idea es que hasta el momento nos hemos limitado a gestionar unos recursos hídricos que dábamos por sentado que estaban ahí y ahora es necesario cambiar ese planteamiento.
P: Pero ese concepto se puede definir de muchas formas…
R: Sí. Creo que la definición que ha hecho la OCDE es muy importante. Viene a decir que la seguridad hídrica consiste en garantizar a las personas una cantidad suficiente de agua y la exposición a unos niveles de riesgo aceptables y consensuados por la sociedad.
P: ¿Cuáles son esos factores de riesgo?
R: El agua está relacionada con necesidades vitales y con el funcionamiento de los sistemas económicos. La cantidad y calidad del agua para el futuro es un factor de incertidumbre muy importante, por lo tanto debemos garantizar que esos niveles de riesgo sean unos bajos. Hay una primera parte que tiene que ver con reducir la exposición a los riesgos y otra parte importante que tiene que ver con tener capacidad de adaptación para mejorar la resiliencia, la capacidad de adaptación de la sociedad a las cosas que puedan pasar en el futuro.
P: ¿Puede poner un ejemplo de en qué casos y cómo debería ser esa capacidad de adaptación?
R: En el caso español se puede poner un ejemplo muy claro. El cambio climático va a afectar al ciclo hidrológico de una manera importante. Todos los modelos de cambio climático, incluso en los que parten de los escenarios más optimistas, dicen que va a afectar al ciclo hidrológico. Va a afectar el ciclo de precipitaciones, al caudal circulante de los ríos y al agua disponible. Según esos modelos en el Mediterráneo disminuirá hasta en un 30 o un 40%. Y estamos hablando de las regiones de Europa que tienen ya mayor estrés hídrico. La pregunta importante es ¿cómo vamos a garantizar que el desarrollo económico que hemos conseguido en el sur de España, basado en la agricultura, mantenga sus niveles de desarrollo en un escenario en el que los recursos hídricos van a disminuir hasta en un 30 o un 50%? Y teniendo en cuenta además de que esa disminución puede ser muy variable, puede haber años con una disminución del 10% y otros con una del 60%. La solución es tener unas reglas flexibles, y esas reglas flexibles no existen en España. Si las condiciones cambian, las reglas de asignación del agua, las instituciones del agua, los precios del agua deben cambiar porque si hacemos lo mismo en un escenario que ha cambiado radicalmente, nos vamos a equivocar.
P: ¿Y así se conseguiría la seguridad hídrica?
R: Sí. En este momento la seguridad hídrica de la economía española está viéndose afectada negativamente por el cambio climático. La prioridad del gobierno debe ser asegurar el agua para el futuro cambiando el modelo de desarrollo. Eso es la seguridad hídrica. Asegurar el agua significa asegurar el desarrollo que hemos alcanzado.
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Los ODS uno a uno
Objetivo 1: Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
Es fácil ver la relación del agua con el Objetivo 1, pero además es que se trata de una relación que crea un círculo vicioso: “La pobreza es un factor de la degradación de los servicios de agua y saneamiento –explica a RETEMA Gonzalo Delacámara, investigador del instituto IMDEA Agua- pero a la vez, la falta de agua y saneamiento es un factor para explicar la pobreza”.
Objetivo 2: Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
La relación del agua con el Objetivo 2 también es evidente: el agua es clave para producir alimentos, tiene una enorme importancia para su seguridad y es uno de los aspectos centrales a la hora de diseñar una agricultura sostenible. Según los cálculos de la FAO, para alimentar a toda la población mundial en 2050 la humanidad debe ser capaz de aumentar la producción de calorías en un 69%. Lograr esa cifra y cumplir con el Objetivo 2 requerirá multiplicar la producción de alimentos, lo que supone una mayor presión sobre los recursos hídricos.
El agua es clave para producir alimentos, tiene una enorme importancia para su seguridad y es uno de los aspectos centrales a la hora de diseñar una agricultura sostenible.
Objetivo 3: Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades.
La importancia del agua en la salud pública que es a lo que está dedicado el Objetivo 3 es directa. “En el momento en el que proporcionas a una persona saneamiento, los niveles de morbilidad y mortalidad prematura descienden drásticamente”, asegura Delacámara. Y Carlos M Gómez pone un ejemplo histórico: “Está demostrado que la esperanza de vida en Europa creció de manera muy rápida cuando se produjo el saneamiento de las ciudades. Por ejemplo, el canal de Marsella se suele asociar con un aumento de veinte años en la esperanza de vida de los habitantes del sur de Francia por todo lo que supuso para el abastecimiento y el saneamiento, es decir, garantía de agua de calidad”.
Y los datos actuales de la OMS con claros: “Unos 297.000 niños menores de cinco años mueren anualmente debido a enfermedades diarreicas relacionadas con malos hábitos de higiene. Los servicios deficientes de saneamiento y la contaminación del agua se vinculan también con la transmisión de enfermedades como el cólera, la disentería, la hepatitis A y el tifus”.
Objeto 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
Aunque en principio es más difícil ver la relación del agua con el Objetivo 4, las instituciones internacionales dedicadas a la educación llevan años resaltando esa relación. En el mundo hay 200 millones de niñas y niños sin escolarizar y en una buena parte esa falta de asistencia a los centros educativos está relacionada con la carencia de agua. “En los países del sureste asiático como India o Bangladesh, -explica Gonzalo Delacámara-, es muy frecuente que cuando las niñas tienen su primera menstruación abandonen la escuela o, al menos, dejen de ir una semana al mes porque no tienen acceso a servicios de saneamiento, no tienen un baño privado y con las suficientes garantías de higiene y seguridad para poder atender sus necesidades menstruales”. Solo el 65% de los colegios de todo el mundo tienen instalaciones adecuadas de saneamiento e higiene lo que quiere decir que el 35% carece de ellos. Este dato además puede aumentar más aún los problemas de asistencia a la escuela en medio de la pandemia en la que la forma de impedir el contagio es que los niños se laven las manos con frecuencia.
Objetivo 5: Lograr igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.
En relación con el Objetivo 5 hay, al menos, dos situaciones relacionadas con el agua que acrecientan la desigualdad de género. Por una parte está el hecho de que en todo el mundo, las que acarrean el agua hasta los hogares son las mujeres y las niñas, dedicando a esta tarea muchas horas al día. Y además, según asegura Gonzalo Delacámara: “En países del sureste asiático, como India y Pakistán, se produce un índice de agresiones sexuales a las mujeres bastante alto también relacionado con la falta de agua y saneamiento. Como no tienen servicios, esperan al final del día para defecar y van a quebradas o laderas. Y en ese momento se producen muchos ataques sexuales”.
Objetivo 6: Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
El Objetivo 6 es el dedicado directamente al agua. Está compuesto por ocho metas que abarcan desde proporcionar un acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible para todos hasta poner fin a la defecación al aire libre a la que en la actualidad están obligadas mil millones de personas; reducir la contaminación y mejorar la calidad del agua; asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce; proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos bosques, montañas, humedales, ríos acuíferos y lagos; ampliar la cooperación internacional y el apoyo prestado a los países en desarrollo para la creación de programas sobre agua y saneamiento y apoyar a las comunidades locales en la mejora de la gestión del agua y el saneamiento.
Objetivo 7: Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.
En el mundo hay todavía 790 millones de personas que carecen de electricidad. “Es sorprendente –explica Gonzalo Delacámara a RETEMA- ver que esa cifra es mucho menor que la de las personas que carecen de acceso a agua potable, 2.200 millones. Eso quiere decir que la sociedad ha dado más importancia al suministro eléctrico que al agua y el saneamiento”. En cuanto a la relación de este objetivo con el agua, es crucial debido a lo que se conoce como nexo agua-energía y que quiere decir que el agua es indispensable para el suministro eléctrico y este es indispensable, igualmente, para proporcionar servicios de agua.
Objetivo 8: Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos.
Como explicaba a RETEMA Carlos M Gómez: “El agua juega un papel central en el desarrollo económico”. Y eso se ve a la perfección en algunos de los datos que maneja el Banco Mundial: “Las tasas de crecimiento económico de algunas regiones –dice en su informe sobre el agua esta institución- podrían verse reducidas hasta un 6% del PIB en 2050 como consecuencia de pérdidas vinculadas con el agua en las esferas de la agricultura, la salud, los ingresos y la propiedad”.
Las tasas de crecimiento económico de algunas regiones podrían verse reducidas hasta un 6% del PIB en 2050 como consecuencia de pérdidas vinculadas con el agua en las esferas de la agricultura, la salud, los ingresos y la propiedad.
Objetivo 9: Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.
En cuanto a la parte dedicada a las infraestructuras, es evidente que estas tienen conexión con el agua, sobre todo aquellas directamente relacionadas con él como puentes, centrales hidroeléctricas, etc… Y por lo que se refiere a la industrialización, Carlos M Gómez explica su relación con el agua en los países menos desarrollados: “Para conseguir el desarrollo lo primero que debe cambiar es la agricultura, se necesita un aumento en la producción de alimentos que permita liberar a trabajadores que puedan emigrar a las ciudades para construir los primeros núcleos de una nueva economía urbana, industrial y de servicios”.
Objetivo 10: Reducir la desigualdad entre los países.
Este objetivo trata de lograr el crecimiento de los países más pobres y de disminuir la desigualdad entre su ciudadanía más desfavorecida. Esos dos objetivos dependen de una mejora económica pero también social, educativa y sanitaria, cambios que, como hemos visto, están directamente relacionados con el acceso a agua y saneamiento.
Objetivo 11: Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
La primera meta de este objetivo es lograr el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos, adecuados, seguros y asequibles lo que pasa por proporcionar agua y saneamiento. Es importante saber que en la actualidad hay 3.500 millones de personas viviendo en ciudades y que se prevé que sean 5.000 millones en 2030. “Es clave recordar aquí –señala Delacámara- que uno de cada cuatro habitantes urbanos viven todavía en áreas informales, en suburbios que carecen de esos servicios de agua y saneamiento o disponen de ellos en malas condiciones”.
Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.
En este objetivo es la propia ONU la que señala su clara relación con el agua cuando para centrarlo explica que “menos del 3% del agua del mundo es potable, y que el 2,5% está congelada en los polos y los glaciares” lo que quiere decir que la humanidad “debe contar con tan solo el 0,5% para todas las necesidades del ecosistema, de la ciudadanía y de agua dulce”. Recuerda además que los humanos están contaminando el agua más rápido que lo que naturaleza puede reciclar y purificar ríos y lagos; que el uso excesivo de agua contribuye a la escasez mundial y que las infraestructuras necesarias para gestionar este elemento son muy costosas. Y entre las metas concretas de este objetivo está: “lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales” y “la gestión racional de los productos químicos y de todos los desechos a lo largo del ciclo de su vida… y reducir significativamente su liberación a la atmósfera, el agua y el suelo”.
Objetivo 13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
Este es otro de los ODS en los que el agua está en el centro del argumento. “El ciclo del agua está directamente relacionado con el cambio climático -recuerda Delacámara-, por supuesto las sequías y las inundaciones pero también los huracanes o los incendios forestales. Hay lugares en el centro de Europa que viven ya en un mismo año inundaciones y sequías”. Y Carlos M. Gómez explica que “los modelos que se hacen para saber cómo va a afectar el cambio climático dicen que en la mayor parte de Europa tendrán más agua pero, por ejemplo, en el Mediterráneo disminuirá hasta en un 30 o un 40%”.
Objetivo 14: Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible.
También el ODS 14 está por su formulación dedicado al agua. Los océanos cubren las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra y contienen el 97% del agua del planeta. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su sustento. En este aspecto, Gonzalo Delacámara asegura que “no podemos seguir mirando los ecosistemas acuáticos como si fuesen compartimentos estancos. Hay que hablar conjuntamente de ecosistemas continentales, costeros y marinos. Si no somos capaces de hablar de los tres como vinculados entre sí, que es como están en la naturaleza, no estaremos entendiendo, por ejemplo, que el 80% de la contaminación en océanos y mares procede de los continentes”.
Objetivo 15: Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica.
Según Gonzalo Delacámara, el ODS 15 “está conectadísimo con el agua”. “Primero –explica el investigador- hay que recordar que la destrucción de diversidad biológica es mucho más rápida en ecosistemas acuáticos que en ecosistemas terrestres. Es decir que la pérdida de diversidad con relación al agua es mucho más preocupante”. Y por lo que tiene que ver con la pérdida y empobrecimiento del suelo: desde 2015 hasta el año pasado se perdieron 10 millones de hectáreas en todo el mundo. Además hay 2.000 millones de hectáreas degradadas lo que afecta a 3.200 millones de personas. “La degradación del suelo, la desertificación, etc… nos debería preocupar mucho. Su conexión con el agua es evidente porque se da en zonas donde hay escasez estructural”, explica Delacámara a RETEMA.
Objetivo 16: Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.
Una de las cuestiones centrales del objetivo 16 es acabar con la violencia contra las personas, y en este asunto hay que recordar la influencia del agua en los conflictos armados que se producen en el mundo. “El inicio de la guerra civil en Siria –recuerda Gonzalo Delacámara- no se explica en relación con el agua pero es un hecho que se había producido una fuerte sequía en parte de su territorio que obligó al desplazamiento de casi un millón de personas que llegaron a los principales núcleos urbanos y condujo a un aumento de la tensión política. Es decir, la sequía no causó la guerra civil pero sin la sequía no sabemos si se hubiera producido”. Y además de los conflictos provocados directamente o influidos por el agua o su escasez, en este ODS no hay que olvidar tampoco el creciente aumento de desplazados por el cambio climático.
Lograr las metas de agua, saneamiento e higiene de los ODS supone triplicar el gasto anual actual. Es imposible alcanzar esa cifra sin una alianza entre organismos públicos y compañías privadas.
Objetivo 17: Fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible
EL ODS 17 trata de establecer mecanismos de alianza entre países, desarrollados y en vías de desarrollo, e instituciones, públicas y privadas, de modo que se facilite el cumplimiento del resto de los objetivos. En relación con el agua, es fundamental la existencia de esas alianzas. Según las estimaciones del Banco Mundial, el coste mundial para lograr las metas de agua, saneamiento e higiene de los ODS será de 114.000 millones de dólares por año entre 2015 y 2030 lo que supone una cifra de 1,7 billones de dólares (1,4 billones de euros). Esa cifra supone triplicar el gasto anual actual y la mayor parte de esa inversión deberá hacerse en los países con menos recursos. Todas las instituciones y los expertos implicados coinciden en que es imposible alcanzar esa cifra si no se produce una alianza entre organismos públicos y compañías privadas. Las cifras que va a dejar este siniestro 2020 ahondan todavía más el problema: “Se prevé –explica Gonzalo Delacámara- que la inversión privada directa, que es crucial para resolver los problemas de agua y saneamiento en la mayor parte de los países de renta baja, baje un 40% en 2020. A ello hay que sumar la caída de la ayuda al desarrollo que también está disminuyendo en muchos países. Eso quiere decir que va a haber problemas en el suministro de agua. O encontramos la manera de establecer alianzas o no vamos a avanzar”.
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Entrevista. Josefina Maestu, Asesora del Secretario de Estado de Medio Ambiente del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO)
“Por el cambio climático entramos, por ejemplo, a los recursos hídricos”
Josefina Maestu es una gran conocedora del agua porque le ha dedicado una buena parte de su vida profesional. Ha sido directora de la oficina ONU-Agua desde 2009 hasta 2015 y en la actualidad es asesora del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Los años en los que trabajó para Naciones Unidas coincidieron con los últimos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y con la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que ella conoce bien. Maestu es experta en uno de los aspectos que marcan la diferencia de los ODS con los Objetivos del Milenio que es la necesidad de monitorización de los avances. En este momento, ultima un informe que identifica todos los aspectos que en España tienen relación con el agua en los diecisiete ODS y que ella cifra en 82 acciones necesarias a cumplir para que nuestro país consiga los objetivos.
PREGUNTA: Una de las características de los ODS y que pone en evidencia sobre todo la cuestión del agua son las profundas interrelaciones que hay entre ellos. ¿Cómo se puede monitorizar eso?
RESPUESTA: Con los informes de Naciones Unidas que manejamos es verdad que lo que estamos monitorizando es cómo se están cumpliendo los indicadores que hemos desarrollado para cada objetivo pero es verdad que las interrelaciones no las estamos monitorizando tanto.
P: ¿Puede darnos un ejemplo de cómo se construye la monitorización de las interrelaciones en las que interviene el agua?
R: Por ejemplo, miramos cómo el cambio climático está afectando a la disponibilidad de recursos. Uno de los indicadores clave que maneja Naciones Unidas tiene que ver con la meta 6.4 del objetivo 6 que es el estrés hídrico, el uso eficiente, la productividad. Esto lo mide la FAO a través del wáter exploitation index, el índice de explotación de los recursos. Lo que estamos viendo en España con los escenarios de cambio climático que estamos desarrollando y que ha preparado el Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX, es que a final de siglo vamos a tener un 24% menos de recursos, pero varía entre un 12% y un 40% dependiendo de las regiones específicas. Es decir nos vamos a encontrar con un 40% menos de recursos disponibles en el Mediterráneo y en las zonas más secas. Ahí ya tienes un componente de interrelaciones importante que tiene que ver con cómo esos cambios van a producir un mayor estrés hídrico y las políticas que hay que hacer para conseguir la adaptación a esa situación de cambio climático. Ese tipo de análisis se ha hecho también a nivel mundial.
P: ¿Lo están haciendo también en otros ODS?
R: Sí, por ejemplo, otro tema es el de las mejoras de salud y bienestar que es un trabajo que sí ha hecho la Organización Mundial de la Salud. Lo que hace es valorar los costes económicos en términos de sistema sanitario de no mejorar el acceso a los servicios básicos de agua y saneamiento. Creo que el mensaje es que las interrelaciones no se están monitorizando a nivel formal pero hay casos de algunas en concreto en los que sí. Una de ellas también es el nexo de agua-energía y alimentación.
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