El trabajo conjunto: el gran reto de la economía circular

Por Alba Bala, Investigadora de la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF
El trabajo conjunto: el gran reto de la economía circular
El trabajo conjunto: el gran reto de la economía circular

Hace unas meses, el pasado 2 de julio de 2020, el Gobierno de España aprobó la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC) que pretende guiar el camino desde el modelo productivo actual hacia un modelo más circular en los próximos 10 años. Para ello, el Gobierno desarrollará planes de actuación trienales, el primero de los cuales espera ser aprobado a finales de año para cubrir el período 2021-2023.

Los objetivos de la EEEC son muy generalistas. Entre ellos, y en relación a los niveles de 2010, se pretende reducir el consumo nacional de materias primas un 30% respecto al PIB, reducir un 15% la generación de residuos y mejorar un 10% la eficiencia en el uso de agua. A partir de 2020, se espera también reducir la generación de residuos alimentarios un 50% en el hogar y un 20% en las cadenas de producción y suministro. Los sectores prioritarios de actuación que señala esta estrategia corresponden al sector agroalimentario, el de la construcción, el pesquero y forestal, el industrial, el de bienes de consumo, el turismo y el sector textil y confección. Sin embargo, para lograr este cambio de forma efectiva, es necesaria la implicación de todos los sectores y también de la sociedad en general.

Los retos que debe afrontar la EEEC son múltiples y a diferentes niveles. Evidentemente, las dificultades que van a encontrar las empresas van a depender del sector al que pertenezcan y de su grado de madurez, de las posibilidades prácticas para implantar un modelo más circular, así como de los medios y facilidades que establezca la Administración. También dependerá de la duración del ciclo de uso de los materiales en cada caso: las estrategias no podrán ser las mismas para los edificios, donde los materiales pueden quedar retenidos más de 50 años, que para los envases de un solo uso, donde el ciclo de uso del material puede ser de semanas o incluso días. 

Cambiar a un modelo de economía circular requiere que todos los engranajes del sistema se alineen y trabajen de forma conjunta.

Para algunas empresas, la adaptación puede ser relativamente sencilla, como es el caso de los fabricantes de envases monomateriales, como las latas. El material recuperado a través de los sistemas de gestión de residuos actuales es de buena calidad y, debido a sus características, la pérdida de calidad en el proceso de reciclado es mínima. Sin embargo, para los fabricantes de envases plásticos multicapa, por ejemplo, esto va a ser más complicado, puesto que la mezcla de materiales dificulta e incluso imposibilita en muchos casos una recuperación del material y, en el caso de que se recupere, la pérdida de calidad es muy elevada, contraviniendo el segundo de los principios de la economía circular. Lo mismo sucede con las fibras sintéticas o con la mezcla de fibras naturales y sintéticas en los tejidos.

Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta la puesta en práctica de la economía circular es la necesidad de implicar de lleno al mundo del diseño. Es importante que los diseñadores de productos trabajen desde una óptica de la economía circular, es decir, manteniendo los materiales lo más puros posibles y, en el caso de no ser posible, con uniones o mezclas que sean compatibles para su recuperación y reciclado. Estrategias de recuperación de materiales que hasta hace poco nos parecían válidas dentro de un marco de políticas de minimización de residuos, como la creación de materiales compuestos (composites) a partir de la mezcla de resinas con vidrio o plástico recuperados, dejan de serlo en un contexto de economía circular. A pesar de que algunos composites pueden contribuir a reducir el impacto de los productos en otras etapas de su ciclo de vida, estos materiales compuestos suponen una barrera para la economía circular. Una vez producidos, no se pueden separar y volver a recuperar, cerrándose así sus posibilidades de continuar dentro del sistema productivo. En este sentido, hay que recordar que el desarrollo de nuevos materiales y aplicaciones y el sector del reciclado van a ritmos distintos. La capacidad de reacción de los recicladores no puede seguir el ritmo actual de creación de nuevos materiales para gestionarlos y recuperarlos en un marco de economía circular. Para ello, es necesaria la estrecha colaboración entre la ciencia e investigación, el sector de la recuperación y reciclado, y el del diseño. 

Otro de los grandes retos a abordar es el fomento de la reutilización y reparación, que va totalmente en contra de las estrategias actuales de producción y consumo. Esto es especialmente crítico en el caso de la tecnología, puesto que los ciudadanos tienden a comprar nuevos equipos y a acumular los antiguos en lugar de recuperarlos o reciclarlos. De este modo, contribuyen a inmovilizar el stock de materiales, y especialmente de los metales denominados “raros” que se usan en la fabricación de este tipo de productos y de los que no existen grandes reservas en el planeta, comprometiendo así su disponibilidad futura.

Por último, quisiera destacar otro de los retos importantes al que a menudo no se presta atención y que, en mi opinión, es crucial. Para poder avanzar hacia una economía circular es necesario que seamos capaces de medir los avances y, por lo tanto, que se desarrollen una batería de indicadores que nos permitan evaluar el progreso. 

El cambio hacia un modelo de economía circular requiere cambios a todos los niveles, desde el consumidor, pasando por el sector productivo, el de servicios y el de reciclaje. Por lo tanto, es necesario que todos los engranajes del sistema se alineen y trabajen de forma conjunta para conseguir este gran reto y a la vez gran oportunidad que se nos ofrece. 


Artículo publicado en el número 224 Julio/Agosto 2020. 

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