El regadío, secuestrador de CO2
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La Ley de Cambio Climático y Transición Energética aprobada recientemente en el Congreso de los Diputados supone un ligero avance en el camino hacia la neutralidad climática que se pretende conseguir en 2050, estableciendo que únicamente se emitirán a la atmósfera los gases de efecto invernadero que puedan ser captados por sumideros de dióxido de carbono como los bosques y determinados cultivos.
Así, para que nuestro país cumpla con sus obligaciones internacionales en la lucha contra el cambio climático, en menos de 10 años las emisiones de gases de efecto invernadero tendrán que haberse reducido en un 23% respecto a las de 1990, aunque este objetivo se revisará al alza periódicamente a partir de 2023.
Por otro lado, también se pretende conseguir una penetración de renovables en el consumo de energía final de, como mínimo, un 42% y un sistema eléctrico con, al menos, un 74% de generación a partir de energías de origen renovable.
Esta Ley tendrá, inevitablemente, efectos sobre distintos sectores como el del transporte, el eléctrico, el de combustibles fósiles, el de edificación, y por supuesto, también al sector agrario.
La legislación habla, por primera vez en España, del papel del carbono azul como elemento a tener en cuenta a la hora del secuestro del CO2, según lo define el IPCC. También aborda la importancia de que propietarios y gestores públicos y privados, singularmente del sector agrario y forestal, intervengan en el aumento de la capacidad de captación de CO2 de los sumideros de carbono.
Los campos de cultivo, protectores del medioambiente
La comunidad científica internacional ha establecido que la acelerada concentración de dióxido de carbono atmosférico o CO2, consecuencia de las emisiones industriales de la quema de combustibles fósiles, favorece al calentamiento global y a los cambios en los patrones climáticos de las diferentes regiones.
Sin embargo, estos efectos, aunque pueden ser irreversibles, también pueden moderarse de dos formas: reduciendo las emisiones o aumentando la capacidad de los sumideros de carbono. Y es aquí donde los cultivos de regadío están llamados a cumplir un papel protagonista, como aliado indiscutible en la lucha contra el cambio climático.
Los ecosistemas agrícolas, tal y como exponen Luca Testi y Álvaro López Bernal, contribuyen a la protección del medioambiente y a la mitigación del cambio climático. Esto lo hacen a través de la captura de carbono y su transformación en biomasa vegetal mediante la fotosíntesis, un proceso con el que transforman la energía del sol en energía química.
La tasa de fotosíntesis de los organismos vegetales y, como resultado, su capacidad de fijar el CO2 atmosférico, es fuertemente dependiente del estado hídrico de las plantas. De acuerdo con Luca Testi y Álvaro López Bernal, en caso de falta de agua las plantas reducen la fotosíntesis para evitar deshidratarse, y, en consecuencia, reducen la captura de carbono. El regadío, por su parte, evita o reduce el déficit hídrico, lo que permite a las plantas mantener tasas elevadas de fotosíntesis que contribuyen a la fijación del CO2 atmosférico.
Según se desprende del libro mencionado, si se analiza el balance de carbono de parcelas agrícolas, simulando el equilibrio entre fotosíntesis y respiración durante un largo periodo de tiempo, en un cultivo de regadío la cantidad de carbono que entra en el sistema es mucho mayor a la que sale. Este balance es positivo en los cultivos de regadío, incluso considerando que parte del carbono fijado se cosecha y se devuelve a la atmósfera (como CO2) después de servir de alimento a personas y animales. Además, la mayor capacidad de secuestrar carbono de los cultivos de regadío puede ser ulteriormente incrementada poniendo en práctica técnicas de agricultura de conservación, que permiten almacenar en el suelo - en forma de materia orgánica - grandes cantidades del carbono fijado con la fotosíntesis.
Se puede concluir afirmando que, en estos tiempos de lucha contra el cambio climático, debido al balance positivo de absorción de carbono de numerosas plantas y cultivos, especialmente los de regadío por su mayor tasa de fotosíntesis y mayor desarrollo vegetativo, estos contribuyen positivamente a la reducción del efecto invernadero de la atmósfera, lo que redunda en beneficio de la sociedad y los seres vivos en general.
Una vez más se manifiesta el regadío como mitigador de los efectos negativos del cambio climático, sin olvidar su principal misión de garantizar la seguridad alimentaria de una población mundial creciente. Estos múltiples efectos hay que darlos a conocer a la sociedad para que los valore y comprenda la necesidad de este tipo de agricultura de regadío sostenible tan necesaria para la humanidad y para mantener a la población distribuida en el territorio.