Pandemia ambiental: ¿salto evolutivo o involución?
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Por Jesús Rey Rocha, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC); y Emilio Muñoz Ruiz, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)
Las epidemias y pandemias sanitarias, cada una con sus características, peculiaridades y contextos sociales y económicos, llevan siglos azotando a la humanidad.
Por lo tanto, y en palabras de nuestro colega Armando Menéndez Viso, filósofo y economista, profesor de la Universidad de Oviedo, la pandemia de covid-19 no es un fenómeno nuevo para la Filosofía. La novedad son los efectos derivados de un contexto especial. Lo que sí resulta nuevo para esta disciplina es el cambio climático que el planeta Tierra está experimentando actualmente, relacionado con la actividad humana y el calentamiento global.
Los cambios en el clima no constituyen un fenómeno desconocido en la historia de la Tierra. En épocas geológicas pretéritas, el planeta ha experimentado notables variaciones y episodios climáticos singulares y extremos (por ejemplo, las glaciaciones). Pero todos ellos han sido anteriores a la aparición de los homínidos y su evolución hacia Homo sapiens, y, por tanto, se han producido al margen de cualquier influencia humana.
El cambio climático al que asistimos en la actualidad tiene, sin embargo, causas antropogénicas bien documentadas. Se trata de un proceso en el que influye la actividad humana. Principalmente, a través de la emisión de gases resultantes de la quema de combustibles fósiles (que calientan y contaminan el planeta) y de la sobreexplotación de los recursos naturales.
Pandemia ambiental
El concepto de cambio climático o cambio global resulta en ocasiones demasiado genérico y difuso para referirse a la situación y evolución del fenómeno que se pretende describir. Nos encontramos ante un proceso de cambio en una dirección determinada, de deterioro ambiental; ante una pandemia ambiental.
El planeta Tierra constituye un sistema de elementos interconectados, y cualquier alteración de uno de ellos afecta al conjunto. El concepto de deterioro ambiental hace referencia a una involución, una degradación del estado y las condiciones del medio ambiente del planeta, y no sólo de su clima. Un proceso que tiene como consecuencia una pandemia ambiental, una enfermedad epidémica que se extiende por todo el planeta, afectando al conjunto del sistema.
Para designar las repercusiones que estas actividades humanas tienen en el planeta se viene utilizando el término Antropoceno, empleado también para definir una nueva época geológica, caracterizada por los cambios biológicos y geofísicos producidos por la actividad humana, que habrían alterado el relativo equilibrio en que se mantenía el sistema terrestre desde los comienzo del período Holoceno hace unos 11 700 años.
Salto evolutivo o involución
Tanto el desarrollo de la pandemia desde finales de 2019 como la magnitud y frecuencia de fenómenos naturales ocurridos desde entonces son la secuela de un proceso histórico de acumulación de acontecimientos sociales, ambientales y económicos.
El proceso empezó con las primeras transformaciones del planeta debidas a la actividad humana, coincidiendo con el desarrollo de la agricultura hace unos 3 000 años.
La continuación tuvo lugar con la Primera Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el perfeccionamiento de la máquina de vapor abrió la puerta al consumo a gran escala de combustibles fósiles. Este hito histórico puede considerarse el germen del cambio climático tal como lo observamos hoy en día.
Eugene F. Stoermer y Paul J. Crutzen –a quienes se atribuye la acuñación del término Antropoceno y su popularización en el año 2000– sitúan la Revolución Industrial como inicio de esta época geológica.
El proceso desemboca en las consecuencias de las cinco décadas de excesos capitalistas propiciados por un neoliberalismo especulativo que abarcan desde la primera crisis de petróleo en 1973 y que alcanzó su máxima intensidad tras la caída del Muro de Berlín. El resultado fue la gran crisis económica y financiera global de los años 2007-2008, de la que todavía no nos hemos recuperado.
Esa crisis ya despertó nuestra atención sobre el desafío evolutivo que entrañaba, lo que condujo a la publicación de artículos en diversa plataformas que cristalizaron en dos libros: La economía reclama (inter)disciplina: La biología al rescate, y tres años más tarde, La crisis de la sociedad actual y los riesgos de involución.
Cada vez más cerca del colapso
Una característica de la actual pandemia climática es la violencia y proximidad entre eventos y manifestaciones climáticas y sus aparentes contradicciones. Estas son utilizadas para cuestionar el fenómeno por negacionistas y populistas, quienes paradójicamente son practicantes continuos de la contradicción en su narrativa que, como señala Irene Lozano en su libro Son molinos, no gigantes, huye de la argumentación.
Ser optimista no está en contradicción con considerar críticamente que es posible que nos estemos acercando peligrosamente a un colapso, a un punto de no retorno ambiental. Expertos de distintas disciplinas llevan tiempo advirtiendo de esta posibilidad. No podemos caer en la simplificación de calificar sus observaciones como un mero discurso catastrofista. Más allá de un discurso, de una narrativa, se trata de una argumentación, para la que la ciencia proporciona cada vez más datos y evidencias.
Nos atreveríamos a señalar que nos encontramos ante un proceso de una intensidad, diversidad y gravedad tales que permiten hablar de acontecimientos de relevancia similar a la emergencia de una atmósfera con oxígeno en la era Precámbrica y el estallido de vida y biodiversidad ocurrido durante la explosión cámbrica.
La humanidad se encamina hacia un salto evolutivo de incalculables consecuencias o a una involución, con el peligroso choque entre una atrofia civilizatoria y las rápidas transformaciones socioculturales que se viven en nuestras sociedades, lo que resulta ahora no en tiempos geológicos, sino en una escala de instantes.