Oportunidades y riesgos de la transición hacia una economía más sostenible
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Por Francisco del Olmo García, Universidad de Alcalá
El fracaso en la acción climática, los eventos climáticos extremos y la pérdida de biodiversidad son los tres riesgos más severos a escala global para los próximos diez años, según el informe 2022 sobre riesgos globales del World Economic Forum.
Además, el daño medioambiental de origen humano y las crisis de recursos naturales se encuentran en el séptimo y octavo lugar en este ranking.
Preocupación por el clima
La preocupación por el reto medioambiental y climático ya lleva décadas arraigada en la conciencia pública. Sin embargo, ha sido en los últimos años cuando se ha intensificado la información pública sobre el tema. Diversos factores clave han influido en ello:
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La firma del Acuerdo de París, de 2015, supuso un hito histórico pues, por primera vez, todos los países involucrados firmaron un acuerdo con un objetivo claro: limitar el incremento de la temperatura mundial por debajo de 2 º, en comparación con los niveles preindustriales, aunque con un espíritu de esfuerzo para que dicha limitación alcance los 1,5 º.
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La divulgación de los análisis elaborados por organismos como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alcanza ahora, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, cotas inimaginables hace apenas unas décadas. Esto permite llevar la información y el debate climático a personas que de otra forma no habrían podido acceder a dicha información.
Un reto global
Existe una creciente presión de las partes interesadas para actuar en relación al reto climático. De estos grupos de interés, destacan los clientes –por la presión que ejercen–, la propia dirección empresarial, los empleados, los poderes públicos y reguladores, la sociedad civil y los inversores.
Si se diferencia por sectores, la presión de los consumidores es mayor en actividades relacionadas con turismo y viajes, bienes de consumo y automovilismo. Los inversores parecen poner más presión en empresas del sector energético, turismo y viajes, y transporte y logística. Finalmente, los poderes públicos y reguladores ejercen presión principalmente sobre las empresas de turismo y viajes, transporte y logística y automovilismo.
Todo ello provoca la puesta en marcha de medidas orientadas a afrontar el reto climático, que en su mayoría se orientan hacia objetivos propios y no a los marcados por el Acuerdo de París. Esto pone en evidencia que las empresas no tienen todavía una comprensión clara de los riesgos climáticos.
Desde el punto de vista de la ciudadanía, que ejerce una presión fundamental sobre las empresas, el caso de Europa es especialmente paradigmático en relación a la concienciación social sobre el reto climático. El 49 % de los europeos considera que el cambio climático es el principal reto mundial para el futuro de la propia UE. Asimismo, el 87 % opina que luchar contra el cambio climático puede contribuir a mejorar su propia salud y bienestar: así lo cree el 84 % de las personas mayores de 55 años y el 91 % de los jóvenes entre 15 y 24 años.
La encuesta europea también recoge la opinión sobre las medidas a tomar para alcanzar una economía más sostenible:
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El 80 % considera importante que Europa se convierta en el primer continente en alcanzar la neutralidad climática en 2050, promoviendo para ello el crecimiento del mercado de vehículos de emisión cero y de baja emisión.
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El 88 % opina que es importante aumentar la eficiencia energética mediante el incremento de la cuota de energías renovables en la estructura económica europea.
En este marco de concienciación social, las autoridades europeas consideran el reto climático como un pilar estratégico para la Unión. Así, se ha establecido el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 y convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro.
Para conseguirlo se han diseñado diversas medidas, integradas en el Pacto Verde Europeo, orientadas a:
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Incrementar la inversión en investigación y desarrollo.
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Reducir las emisiones.
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Preservar la riqueza del entorno natural europeo.
Dentro de este conjunto de medidas, la European Climate Law recoge las medidas legislativas que encaminan a Europa a alcanzar el objetivo de neutralidad climática, mientras que con el European Climate Pact se busca integrar al conjunto de la sociedad en la acción climática.
La meta es que en 2030, a medio camino del objetivo de neutralidad climática, se logre una reducción de la emisión de gases de efecto invernadero de al menos un 55 % (2030 Climate Target) y que en 2050 Europa tenga una sociedad climáticamente resiliente (New EU Strategy on Climate Adaptation).
En este contexto, Europa cuenta con los fondos Next Generation EU, que suponen un instrumento de apoyo a la recuperación tras la crisis de la covid-19 y, a la vez, persiguen el desarrollo de un crecimiento sostenible que garantice una transición justa hacia una economía climáticamente neutra.
En camino hacia las bajas emisiones
Europa transita hacia una economía de bajas emisiones. Sin embargo, este papel no será suficiente si países como Estados Unidos o China, cuya capacidad industrial los convierte en actores principales de la transición, no se alinean con los objetivos de reducción de emisiones.
Por otra parte, esta alineación debe producirse tanto en términos políticos, de diálogo y negociación, como ocurre en las COP (conference of the parties o conferencia de partes), como desde la base de la sociedad. También los ciudadanos y las empresas tienen el deber de integrar y extender los valores de la sostenibilidad.
La transición hacia una economía baja en emisiones conlleva riesgos, pero también oportunidades para las empresas. Por una parte, deben afrontar:
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Los riesgos derivados de la regulación, que sirve de aceleradora de la transición.
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Los riesgos reputacionales para empresas que no completen la transición.
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Los riesgos de supervivencia empresarial para las compañías que no sean capaces de adaptarse.
Por otra parte, la transición convierte riesgos en oportunidades para las empresas que saben adaptarse y aprovechar la eficiencia energética, la existencia de fuentes alternativas de recursos, los cambios en los hábitos de consumo para lanzar nuevos productos o servicios o el desarrollo de nuevos mercados.
Los riesgos de una transición no adecuada
La NGFS (Network for Greening the Financial System) es una referencia mundial en el desarrollo de escenarios climáticos para que supervisores y entidades financieras elaboren sus análisis.
Estos escenarios muestran algunas de las consecuencias de no hacer una transición adecuada:
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Mayores riesgos de transición para las empresas (regulatorios, reputacionales y de supervivencia).
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Mayores riesgos físicos (incremento e intensificación de eventos climáticos, cambios en el patrón de precipitaciones, aumento de la temperatura del planeta y del nivel del mar).
A nivel económico, estos riesgos implican un importante coste en términos de actividad y empleo que pueden provocar, en última instancia, el malestar generalizado y la pérdida de conciencia social ante el reto climático.
La inflación verde
En definitiva, la transición hacia una economía más sostenible y basada en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero conlleva retos y oportunidades que deben ser gestionados con visión de largo plazo.
La transición debe realizarse de forma ordenada y con visión estratégica. Con esto se evita provocar un fenómeno inflacionista (inflación verde, greenflation) que podría poner en riesgo el crecimiento económico y el empleo en el corto plazo.
Finalmente, a pesar de que las regulaciones y los esfuerzos públicos pueden suponer una palanca de aceleración hacia esta transición, no deben sustituir al desarrollo de un sistema de valores de sostenibilidad que convierta a ciudadanos y empresas en los verdaderos protagonistas y artífices de la transición climática.