Iniciativas pioneras de economía circular: construir comunidades sostenibles para un futuro mejor
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La idea es sencilla pero transformadora: abandonar gradualmente el modelo lineal de producción y consumo predominante basado en «extraer, producir y desperdiciar» y pasar a un sistema de regeneración, en el que los recursos se reutilicen, reciclen y readapten. Dados los crecientes retos medioambientales y los recursos limitados, la necesidad de encontrar soluciones innovadoras en todos los niveles para impulsar el desarrollo sostenible nunca ha sido más acuciante.
Sin embargo, a pesar de los avances innegables, seguimos afrontando dificultades.
La Plataforma Europea de Partes Interesadas de la Economía Circular es una iniciativa conjunta pionera de la Comisión Europea y del Comité Económico y Social Europeo (CESE) cuyo objetivo es promover la economía circular. La Plataforma es un espacio de colaboración e innovación para propulsar Europa hacia un futuro sostenible. Los dos socios institucionales inauguraron oficialmente la Plataforma en la primera conferencia de partes interesadas de la economía circular, celebrada en marzo de 2017.
Siete años después de su creación, la Plataforma es un éxito europeo, que ha contribuido a exportar los conocimientos especializados de Europa en materia de economía circular a todo el mundo. La Comisión acaba de poner en marcha un centro de recursos de la economía circular, que es básicamente una plataforma de carácter internacional, pero inspirada y diseñada en estrecha cooperación con la Plataforma Europea. En otras partes del mundo se están desarrollando otras muchas plataformas de este tipo inspiradas en la nuestra, por ejemplo, en India, Tailandia, Sudáfrica y Brasil.
La Comisión acaba de poner en marcha un centro de recursos de la economía circular, facilitan un foro común en el que diversas partes interesadas pueden formular conjuntamente ideas y compartir su experiencia.
¿Qué es lo que la hace única? El CESE y la Comisión facilitan un foro común en el que diversas partes interesadas pueden formular conjuntamente ideas y compartir tanto sus buenas prácticas como sus fracasos para que el resto de la comunidad pueda beneficiarse de su experiencia, lo que a su vez contribuye a acelerar la transición hacia una economía circular. Esta actividad es parte consustancial de la innovación que se requiere si queremos hacer las cosas de manera diferente, y sigue un enfoque ascendente, que conecta a los responsables de las políticas con las partes interesadas que las aplican. Implica asimismo nuevas formas de colaborar, nuevas estructuras de gobernanza y nuevas personas dispuestas a participar en los procesos.
En cuanto a nuevas estructuras, hemos de replantearnos nuestras ciudades y la relación entre las zonas urbanas y rurales. Debemos ir abandonando el sistema lineal actual, en el que las zonas rurales aportan los recursos naturales y las zonas urbanas obtienen los beneficios. Unos ecosistemas circulares cortos crearán comunidades más sostenibles y resilientes para todas las personas, independientemente de dónde vivan y trabajen.
Unos ecosistemas circulares cortos crearán comunidades más sostenibles y resilientes para todas las personas, independientemente de dónde vivan y trabajen.
La circularidad en las ciudades puede contribuir a proporcionar un entorno saludable y bienestar a sus habitantes. En estos ecosistemas se da prioridad a la reducción y la gestión de residuos, la planificación urbana sostenible —incluido el concepto de la ciudad de quince minutos— y la promoción de modelos de negocio circulares para minimizar el consumo de recursos y el impacto medioambiental.
Entretanto, las regiones circulares se han fijado como objetivo cerrar los ciclos de recursos a una escala más amplia mediante la integración de la circularidad en las políticas regionales, el desarrollo de infraestructuras para hacer realidad el concepto de región de cuarenta y cinco minutos y estrategias económicas.
El imperativo de lograr ciudades y regiones circulares está justificado por su potencial para impulsar un cambio transformador a escala local y a la vez contribuir a alcanzar objetivos de sostenibilidad más amplios. Al asumir principios circulares, las ciudades y las regiones pueden conseguir múltiples beneficios, que van desde la conservación del medio ambiente y la eficiencia de los recursos hasta el crecimiento económico y la inclusión social. Por ejemplo, al hacer la transición a modelos de negocio circulares, como las plataformas de intercambio de productos como servicio y de movilidad compartida, bancos de tiempo, bancos de recursos y las cafeterías-talleres de reparación, las ciudades no solo pueden reducir los residuos, sino también incentivar la innovación, crear puestos de trabajo y vínculos en los distritos urbanos y mejorar la competitividad económica.
El imperativo de lograr ciudades y regiones circulares está justificado por su potencial para impulsar un cambio transformador a escala local y a la vez contribuir a alcanzar objetivos de sostenibilidad más amplios.
Las ciudades y las regiones circulares tienen capacidad para reforzar su resiliencia frente a los retos medioambientales y socioeconómicos. Al diversificar sus cadenas de suministro, promover la producción local y fomentar el compromiso de la comunidad, pueden incrementar su capacidad de adaptación y respuesta a alteraciones como las que generan el cambio climático, las catástrofes naturales y las perturbaciones económicas. Al construir sistemas más autosuficientes e interconectados, las ciudades y las regiones circulares pueden mitigar los riesgos y mejorar la sostenibilidad a largo plazo.
Sin embargo, aprovechar todo el potencial de las ciudades y las regiones circulares requiere esfuerzos concertados y cooperación entre múltiples partes interesadas. Los gobiernos desempeñan un papel crucial, dado que pueden proporcionar marcos políticos estratégicos e incentivos para impulsar la transición hacia la circularidad. Entre otras cosas, pueden aplicar normativa que fomente la utilización eficiente de los recursos, invertir en infraestructuras sostenibles y prestar apoyo financiero a iniciativas circulares. Las empresas también deben adoptar la circularidad como imperativo estratégico, integrando la sostenibilidad en sus actividades y cadenas de suministro, al tiempo que promueven la innovación y la colaboración.
Aprovechar todo el potencial de las ciudades y las regiones circulares requiere esfuerzos concertados y cooperación entre múltiples partes interesadas.
La bioeconomía es un elemento clave en el que los recursos biológicos no se limitan a funciones tradicionales como la producción de alimentos y fibras, sino que también se utilizan para impulsar la innovación en bioproductos y tecnologías de base biológica.
Una bioeconomía circular bien diseñada que no merme el acceso a los alimentos puede contribuir a la sostenibilidad gracias a la utilización de recursos biológicos renovables y al fomento de soluciones innovadoras. Sin embargo, su sostenibilidad depende de que se equilibren cuidadosamente una serie de factores como la gestión de los recursos, el impacto medioambiental, las consideraciones de orden social, la innovación tecnológica, la política y la gobernanza, y la circularidad. Si se abordan estos factores de manera integral y se adopta un enfoque global de la sostenibilidad, la bioeconomía puede desempeñar un papel crucial a la hora de impulsar el desarrollo sostenible y hacer frente a los retos mundiales. La Comisión Europea está actualizando la Estrategia de Bioeconomía de la UE, cuya nueva versión estará lista en 2025. La sociedad civil y el CESE participarán en su elaboración.
La sociedad civil y las personas tienen un papel importante que desempeñar para hacer avanzar la agenda de la economía circular. Sirviéndose de la presión para influir en las políticas, la educación y el compromiso de la comunidad, pueden crear conciencia, impulsar la demanda de productos y servicios sostenibles y exigir responsabilidades a los gobiernos y las empresas por sus acciones. Al empoderar a las personas como participantes activos en la economía circular, las ciudades y las regiones pueden fomentar un sentido de apropiación y responsabilidad colectiva que permita construir comunidades más sostenibles.
Al empoderar a las personas como participantes activos en la economía circular, las ciudades y las regiones pueden fomentar un sentido de apropiación y responsabilidad colectiva que permita construir comunidades más sostenibles.
La economía circular no es nada nuevo. Las actividades humanas siempre se han llevado a cabo en equilibrio con la naturaleza. Solo durante el siglo pasado algunas personas consideraron erróneamente que la explotación de unos recursos naturales «infinitos», mientras pudieran explotarse, aportaría crecimiento económico y prosperidad a todo el mundo. Pues bien: es evidente que no podían estar más equivocadas. Los recursos no son infinitos, la ratio entre el crecimiento económico y el uso de los recursos se ha estancado y no a todo el mundo le están yendo bien las cosas. Así pues, volvamos de nuevo a lo esencial, utilizando nuestra inteligencia colectiva y nuestra tecnología para corregir los errores del pasado mientras aún haya tiempo.