Gipuzkoa y los nuevos desafíos de la gestión de residuos
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Por José Ignacio Asensio, presidente del Consorcio de Residuos de Gipuzkoa, y diputado de Medio Ambiente y Obras Hidráulicas
La Diputación Foral de Gipuzkoa ha aprobado recientemente su Plan Integral de Gestión de Residuos Urbanos (PIGRUG) 2019-2030, que define las líneas estratégicas de la gestión de residuos en nuestro territorio para la próxima década. El nuevo Plan nace una vez encaminada la construcción de las infraestructuras previstas en la anterior planificación, que permitirán a Gipuzkoa disponer, por primera vez, de los medios precisos para abandonar un sistema basado en el vertido y pasar a otro en el que la prevención, el reciclaje y la valorización energética de la fracción no reciclable de los residuos, son los pilares de un sistema de vertido cero de residuos primarios. Se avanza así hacia una gestión de los residuos sostenible, totalmente respetuosa con la jerarquía comunitaria y homologable con los sistemas aplicados en los países más desarrollados de nuestro entorno.
El camino hasta llegar al nuevo Plan no ha sido precisamente sencillo. Todavía en 2015, tras una gestión errática del anterior equipo político de EH-Bildu, Gipuzkoa se encontraba con sus vertederos colmatados y cerrados; su programa de infraestructuras paralizado; sin infraestructuras de tratamiento y con la necesidad de buscar soluciones transitorias urgentes en territorios vecinos. Un trabajo decidido entre el Consorcio de Residuos y el Departamento de Medio Ambiente de Obras Hidráulicas de la Diputación Foral de Gipuzkoa ha hecho posible revertir esta situación desde el consenso, estableciendo una colaboración sobre las siguientes bases: impulso de la recogida selectiva de todas las fracciones, orgánica incluida, con un sistema voluntario de contenedores, y la puesta en marcha de un Complejo Medioambiental dotado de las infraestructuras necesarias para la gestión y el tratamiento integral de los residuos, sin recurrir a los vertederos.
A mediados de 2018, con la adjudicación de la segunda fase del Complejo Medioambiental, los problemas planteados entraron en vías de solución. Gipuzkoa había puesto en marcha en año anterior una planta de compostaje (Epele), una nueva planta de tratamiento de envases (Legazpi) que ha triplicado su capacidad, pasando de 8.000 a 24.000 Tn. anuales y tenía en construcción una infraestructura con plantas de tratamiento mecánico biológico, biosecado, valorización energética, biometanización y tratamiento de escorias. Y, lo que es más importante, el sistema de recogida selectiva voluntaria, que se había extendido a todo el territorio, contaba con el compromiso y la participación de la ciudadanía, con un crecimiento que había alcanzado un 52,99 % en el año 2017, y con una tendencia creciente en la materia orgánica que sitúa el 60% como un objetivo alcanzable antes de 2020.
Llegado este punto, Gipuzkoa se enfrentaba por primera vez al reto de la planificación de la gestión de los residuos, sin la necesidad de responder a urgencias y premuras inmediatas. Todas las opciones estaban abiertas para enfrentar una planificación que situase al territorio ante los grandes desafíos ambientales y en línea con la gestión de los países mas desarrollados de nuestro entorno. En este nuevo contexto y por encima de otras consideraciones, era necesario prestar atención a dos cuestiones de especial relevancia e íntimamente relacionadas: la gestión de los residuos desde la óptica de su papel como recurso en un nuevo modelo económico de desarrollo y la contribución de este enfoque a una sociedad baja en carbono y a los objetivos señalados por la cumbre del clima de Paris.
Las bases del nuevo Plan de Residuos deben hacer frente a los retos de la economía circular y del cambio climático. No se trata ya de enfrentarse a una estrategia de valorización, una vez producido el deshecho, el objetivo es impulsar de forma decidida el ahorro de recursos naturales y energéticos, optimizando los procesos de prevención y reutilización. Estos recursos recuperados son las materia primas para nuevos sectores económicos e iniciativas que aportan valor económico y retiran del circuito de “usar y tirar” gran parte de lo que todavía hoy consideramos residuos. Soy consciente de que algunos tratarán de ver contradicciones entre este enfoque y el programa de infraestructuras del anterior Plan. Sin embargo, la realidad nos demuestra que esta reflexión y la orientación estratégica del nuevo Plan de Residuos es posible hoy precisamente porque, por primera vez, Gipuzkoa dispone de una base potente de infraestructuras. Es esta realidad la que le permiten gestionar, sin la premura de un vertido urgente y desde la óptica de la valorización, sus residuos que ahora pueden ser transformados en recursos valiosos. No son realidades ni planteamientos contradictorios, es precisamente una gestión avanzada la que abre estas nuevas opciones.
El proyecto de Plan aprobado por la Diputación Foral de Gipuzkoa es un documento amplio y las acciones que aspira a desplegar son múltiples y difíciles de resumir y sintetizar, pero intentaré dar unas pinceladas de las cuestiones que considero más significativas.
El proceso de elaboración del nuevo Plan dio comienzo en junio, con la remisión a todas las administraciones competentes (ayuntamientos, mancomunidades, Gobierno Vasco y público interesado) de un documento preliminar al que pudieron realizar aportaciones, que fueron tomadas en cuenta para elaborar su anteproyecto. En paralelo, se llevó a cabo un protocolo de participación ciudadana. Elaborado el anteproyecto, se sometió a exposición pública durante tres meses, y todos los interesados pudieron formular sus alegaciones; a continuación, en el mes de septiembre, se inició el proceso de deliberación participativa, según lo establecido en el protocolo aprobado en la fase de anteproyecto, para abrir el nuevo plan a la participación de todos los agentes competentes en materia de residuos, de los agentes sociales y la ciudadanía. En total, participaron 164 agentes que realizaron un total de 173 aportaciones. Ha sido un proceso amplio que se verá completado con el debate del texto del proyecto por los distintos grupos políticos en las Juntas Generales, que es el parlamento territorial de Gipuzkoa.
Como he adelantado, uno de los principales ejes del Plan es la prevención y la reutilización. En este ámbito, Gipuzkoa se plantea la reducción de un 10% del total de los residuos urbanos, tomando como referencia los generados en 2010, que representan más de 40.000 Tn. anuales. Asimismo, se plantea una estrategia para reducir el 50% de los residuos procedentes del desperdicio alimentario y que suponen otras 60.000 Tn. Sumada la reducción de la generación en las dos corrientes citadas, se alcanzará una reducción superior a las 100.000 Tn. anuales, que representa reducir un 20% el total de los residuos urbanos.
En relación con el uso de bolsas de plástico ligeras, se establece como objetivo para el año 2025 limitarlo a 40 unidades por persona y año. Una actuación que merece capítulo propio es la puesta en marcha de un centro de preparación para la reutilización de los RAEE, que hará posible la recuperación y puesta en nuevo uso de estos objetos. La importancia y el peso del programa es patente porque de los 33 millones de euros de inversiones directas del nuevo Plan, 20 millones van a dedicarse al programa de prevención.
Otra de las claves del Plan, cuya génesis es anterior a la aprobación de la nueva planificación, pero que va a ser ahora cuando adquiera su verdadera dimensión e importancia es el cluster del reciclaje. Esta organización reúne a las empresas que trabajan en este sector o que emplean residuos como materias primas. Representan 5.000 empleos y una facturación de 500 millones de euros y es el embrión de un sector de economía verde que aspira a duplicar su tamaño en los próximos diez años y atraer proyectos y financiación europea contemplados en el paquete de Economía Circular.
En lo referente al reciclaje, el Plan es ambicioso y sitúa el objetivo en alcanzar el 70% antes de 2030, garantizando una recogida selectiva del 100% de la materia orgánica para el año 2025. Con las instalaciones e infraestructuras del Complejo Medioambiental de Gipuzkoa a pleno rendimiento, en el 2020 estará garantizado el vertido 0 de residuos primarios.
El Plan busca también la implicación de las instituciones públicas con medidas como la ampliación de la compra pública verde y de la compra circular en obras y servicios y el fomento e impulso para la entrada de productos reciclados y reutilizados en las licitaciones públicas. Asimismo, se prevé la creación de un grupo de trabajo para la fiscalidad ambiental.
Con carácter general, el PIGRUG 2019-2030 queda estructurado en cuatro programas: un programa de prevención, otro de gestión que engloba los tres apartados de la jerarquía de gestión de los residuos (reducción, reutilización y reciclaje), un tercer programa de optimización de la eliminación y, finalmente, el denominado programa observatorio que afecta de manera transversal al resto. Las inversiones directas previstas representan más de 33 millones de euros, de los que más de 20 se destinarán a los programas de prevención y reutilización.
En el pleno celebrado por las Juntas Generales, el nuevo Plan ha sido aprobado inicialmente sin que se hayan presentado textos alternativos. La Norma se aprobará definitivamente el próximo 6 de marzo. Cumplidos estos pasos, Gipuzkoa podrá abordar por vez primera un Plan para gestionar sus residuos con los instrumentos necesarios para implantar un modelo sostenible y cumplir con los objetivos europeos. Espero que en este proceso se produzcan amplios acuerdos para que Gipuzkoa desarrolle políticas eficaces para hacer frente a retos como la economía circular y el cambio climático.