El papel protagonista que debe tener la biomasa en el mix energético
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Es nuestra responsabilidad conseguir un mix energético final, no solo el eléctrico, equilibrado y sostenible, para lo cual vamos a necesitar la participación de todas las tecnologías renovables.
En abril de 2021 recibíamos, de manos de la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, una magnífica noticia: los objetivos marcados para 2020 en integración de renovables y descarbonización se habían alcanzado. Ya sabíamos que el año 2020 había sido un año energéticamente atípico: la pandemia redujo sustancialmente el transporte por carretera y, con ello, el uso de combustibles fósiles asociados al transporte. Las circunstancias en que fueron alcanzados los objetivos no deben restar un ápice de su valor.
Si observamos con detenimiento los datos que, posteriormente, la subdirectora general de Prospectiva, Estrategia y Normativa del MITECO, Miriam Bueno, compartió en el evento “Balance Energético 2020 y Perspectivas para 2021”, de los mismos se traduce que los objetivos de renovables se están alcanzando fundamentalmente gracias al impulso de las renovables eléctricas y, dentro de ellas, a la incorporación de eólica y fotovoltaica. Mientras la energía primaria con renovables había crecido un 1,8% en 2020 hasta situarse en el 16,8% del total, la energía final renovable se redujo un 8,5% hasta el 7,3%. ¿La diferencia entre ambas? El gran crecimiento de las renovables en el mix eléctrico, con un incremento del 11,9%. Del orden del 44% de la electricidad fue renovable en 2020.
Un crecimiento renovable que debe buscar el equilibrio
Del 44% de renovables en nuestro mix eléctrico, al 74% establecido en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 PNIEC) para 2030, hay un gran margen de crecimiento importante. Es nuestra responsabilidad conseguir un mix energético final, no solo el eléctrico, sea equilibrado y sostenible, para lo cual vamos a necesitar la participación de todas las tecnologías renovables. Al analizar ese 44% de energías renovables vemos la tecnología que aportó la mayor cantidad de electricidad renovable fue la eólica, con un 21,8%, después la hidráulica, con un 12,2%, y, en tercer lugar, la fotovoltaica, con un 6,1% de generación. Con un 1,8% cada una, cierran la solar termoeléctrica y la biomasa.
El 19 de octubre se celebrará una nueva subasta. En este caso 3.300 MW renovables que, al igual que en la última convocatoria, se repartirán entre eólica y fotovoltaica. Cabe destacar el cupo que se ha reservado para proyectos que puedan incorporarse rápidamente al sistema eléctrico, dada la necesidad existente de reducir el coste de la electricidad en un pool eléctrico que se encuentra en máximos y, un día sí y otro también, manteniendo en vilo al conjunto de la sociedad.
En paralelo a la penetración masiva de solar y eólica, debemos incorporar paulatinamente tecnologías renovables gestionables con capacidad de aportar firmeza al sistema.
Es digno de aplauso y reconocimiento el impulso actual para incorporar renovables al sistema lo antes posible y que se haya publicado una previsión del futuro calendario de subastas, ese es el camino para que las renovables se integren en nuestro sistema de forma progresiva. Pero también es necesario que la gran presión que existe por alcanzar los ambiciosos objetivos climáticos y energéticos, además de bajar la factura de la luz, no implique que se apueste únicamente por dotar al sistema de una gran cantidad de potencia de tecnologías que, siendo más competitivas económicamente, dependen de la disponibilidad de recurso eólico y solar. En una etapa de la Transición Energética donde están conviviendo renovables, nuclear y fósiles, esto puede no resultar relevante en el corto plazo, pero sin duda lo será a largo plazo. Es por ello que, en paralelo a la penetración masiva de solar y eólica, debemos incorporar paulatinamente tecnologías renovables gestionables con capacidad de aportar firmeza al sistema, e ir sustituyendo de esta forma a las centrales fósiles que, en el período 2030-2050, se prevé vayan reduciendo su aportación a nuestro mix eléctrico.
Para alcanzar los compromisos marcados de incorporación de renovables y de reducción de emisiones, será necesario dar más peso a las tecnologías renovables capaces de aportar mayor estabilidad al mix.
Las grandes ventajas de la biomasa eléctrica
En febrero de 2020, solo un mes antes de que la pandemia nos encerrase temporalmente en nuestras casas, tuvimos la oportunidad de visitar, junto con un grupo de periodistas, la moderna planta de biomasa de la empresa Ence en Puertollano. Allí pudimos conocer, de primera mano, las ventajas medioambientales y energéticas que estas centrales aportan a nuestro mix eléctrico, pero también los significativos beneficios socioeconómicos que inducen en las regiones donde se hace la inversión y se instala este tipo de industrias. Para alcanzar los compromisos marcados de incorporación de renovables y de reducción de emisiones, será necesario dar más peso a las tecnologías renovables capaces de aportar mayor estabilidad al mix. En este sentido, la energía eléctrica renovable generada a partir de la biomasa está llamada a desempeñar una posición notable en el mix.
La electricidad que procede de la biomasa, debido a las características de las centrales, aporta predictibilidad, firmeza y gestionabilidad, al tratarse de una fuente de energía renovable que no depende de las circunstancias meteorológicas. Por esta razón, contribuye a la garantía del suministro y aporta fiabilidad a nuestro sistema eléctrico. Y es que nuestro mix de generación necesita tecnologías que, como la biomasa, puedan mejorar la integración y permitan aumentar la potencia instalada de tecnologías renovables no gestionables.
Asimismo, la biomasa, se integra perfectamente en el medio rural, puesto que los combustibles biomásicos provienen del mismo (de los sectores agrícolas y agroalimentarios, de los ganaderos y forestales) y las instalaciones de valorización energética cuentan con una marcada componente industrial, permitiendo la generación de empleos no solo en la fase de construcción, sino también a lo largo de la vida útil, garantizando el mantenimiento de empleos vinculados a la O&M y al suministro de combustibles biomásicos a las instalaciones, lo cual convierte a la biomasa en una gran aliada de las políticas relacionadas con el reto demográfico.
La biomasa es la renovable que más empleo genera, alrededor de 30 puestos de trabajo por cada megavatio instalado, fortaleciendo la economía rural con empleo de calidad y a largo plazo.
Un modelo de negocio sostenible en el marco de la bioeconomía
Desde la Asociación de Empresas de Energías Renovables siempre hemos estado convencidos de que la mayor fortaleza de las tecnologías limpias es su complementariedad. En este sentido, la biomasa cuenta con ventajas adicionales, distintas a las de otras tecnologías renovables, que debemos conseguir poner en valor como una auténtica oportunidad a nuestro favor, dada la enorme riqueza de nuestro país en recursos biomásicos de todo tipo. Su magnífico impacto en las economías de las áreas rurales donde se implantan estas centrales, contribuye a la vertebración del territorio, a la industrialización y, en definitiva, a la creación de oportunidades asociadas a modelos productivos sostenibles, como es la bioeconomía.
La biomasa es la renovable que más empleo genera, alrededor de 30 puestos de trabajo por cada megavatio instalado, fortaleciendo la economía rural con empleo de calidad y a largo plazo, dado que las centrales tienen una vida útil superior a los 25 años. Adicionalmente, la valorización de restos agrícolas y forestales ofrece una gestión adecuada y sostenible impidiendo que los mismos puedan dar lugar a problemas medioambientales graves derivados de su abandono, incluidos los incendios que, lamentablemente, cada vez son más grades y frecuentes, implicando pérdidas medioambientales y humanas realmente inasumibles para una sociedad avanzada como la nuestra.
Un futuro esperanzador si enfrentamos los retos
La inclusión de nueva potencia de biomasa en las nuevas subastas es el primer paso hacia un mejor aprovechamiento de los recursos biomásicos nacionales, pero, para alcanzar nuestro verdadero potencial, debemos enfrentar numerosos retos.
Uno de los que más incertidumbre genera en el sector es el esquema de certificación. Según la Directiva sobre Energías Renovables de diciembre de 2018 (RED II, sus siglas en inglés), a partir del 1 de julio, la biomasa sólida para producción de electricidad, calefacción y refrigeración o combustibles en plantas con una potencia térmica igual o mayor a 20 MW, así como el biogás que se emplee en plantas con una potencia térmica igual o superior a 2 MW, deberán cumplir criterios obligatorios de sostenibilidad y de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Para garantizar el cumplimiento de dichos criterios, la Directiva de Renovables RED II exige que existan esquemas de certificación que tendrán que ser aprobados previamente por la Comisión Europea y que todos los agentes económicos de los Estados miembros deberán utilizar. Sin embargo, Bruselas aún no ha validado ninguno de los tres mecanismos voluntarios -SURE, ISCC y SBP- que se han presentado para certificar la biomasa. Esta situación podría generar un problema muy importante para el sector en España, porque si no se pudiera certificar la biomasa a partir de esa fecha, los productores no podrían percibir su retribución por producción de electricidad, es decir, se tendría que detener el mecanismo de percepción de retribución y, por otro lado, toda la energía que se generara con esa biomasa que no se ha podido certificar y que es sostenible, no computaría al cumplimiento de los objetivos de renovables en España.
Estos últimos meses hemos trabajado con el Ministerio para que el Real Decreto de transposición de la directiva recoja las características propias del sector nacional, muy distinto a los europeos donde las centrales son de cientos o miles de MW y se consume biomasa forestal importada; pues en España las biomasas que se valorizan son locales, el ámbito agrícola cuenta con un peso relevante y las instalaciones de valorización son de mucho menor tamaño, se trata de generación muy distribuida basada en recursos de proximidad. La biomasa agrícola utilizada ya cumple los numerosos y exigentes requerimientos necesarios para obtener las ayudas por condicionalidad de la PAC, tanto en lo referente a protección de suelos, aguas subterráneas o conservación de hábitats y fauna y flora. Lo mismo ocurre con la biomasa forestal, donde se cumple la Ley de Montes, la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad y toda la regulación autonómica correspondiente. De facto, toda nuestra biomasa ya cumple con los criterios de la Directiva, únicamente debemos contar con los esquemas de certificación que permitan demostrarlo en tiempo y forma.
Otros retos que el sector de la biomasa tiene por delante son relativos a las subastas, como la segmentación de cupos por tamaño de las instalaciones y la ampliación del período retributivo por encima de los 15 años (algo normal para centrales cuya vida útil es superior a los 25), además de un impulso decidido a las renovables térmicas, donde la biomasa tiene mucho que decir, no en vano es responsable de más del 90% de la contribución térmica de las energías limpias.
Como hemos visto, la próxima década será fundamental para la integración de las energías renovables, no solo en la electricidad, donde el ritmo es bueno, sino en el resto de los ámbitos energéticos, la gran asignatura pendiente de España. La biomasa es la tecnología más versátil, proporcionando electricidad gestionable con potencia firme y también suministrando combustible renovable a nuestras calderas para nuestras necesidades de calefacción y agua caliente sanitaria. De aquí a 2030 viviremos una auténtica revolución energética y la biomasa debe tener un papel protagonista.
Artículo publicado en el número 233 de RETEMA.