La normativa ambiental marca el compás de la transformación de la cadena de valor del textil
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En la actualidad, existen diversos tipos de textiles como las prendas de vestir y el calzado, los textiles para equipamiento médico, los textiles para el hogar, los textiles para la automoción, los textiles técnicos o industriales, entre otros, que son producto de la actividad económica de la industria textil. Se trata de un sector muy competitivo, en auge, cuyo tejido empresarial está compuesto principalmente por PYMES. Según Euratex, la Unión Europea es el segundo mayor exportador de productos textiles y de la confección después de China.
Sin embargo, aunque la industria textil proporciona múltiples beneficios en términos económicos y sociales, también es responsable de los efectos adversos que provoca su cadena productiva altamente globalizada.
1. Impacto ambiental y social de la industria textil
En los últimos tiempos se ha producido un aumento en la producción de textiles, en gran parte auspiciado por un fenómeno conocido como “fast fashion” (moda rápida), que surgió a principios de este siglo. Esta tendencia de consumo “fast fashion” se centra en aumentar la producción y la venta de textiles gracias a la rápida manufactura, la baja calidad y la corta duración del producto, ofreciendo al consumidor unos precios muy baratos. Este fenómeno favorece un modelo económico lineal (comprar, usar y tirar) que busca satisfacer a corto plazo las necesidades y/o deseos del consumidor, sin tener en cuenta el impacto ambiental y social generado a lo largo de toda la cadena de valor.
Las cadenas de valor del sector textil son complejas, altamente globalizadas, por lo que cada eslabón de la cadena tiene lugar en diferentes países, lo cual dificulta enormemente la trazabilidad del producto y la transparencia en sus diferentes fases de producción. Así, mientras que la fase de diseño se suele localizar en países del norte global, la producción se destina a países en vías de desarrollo, habitualmente con normativas ambientales y laborales más laxas. Estas complejas cadenas de valor provocan que una misma prenda viaje por diferentes países hasta que finalmente llega al consumidor, aumentando así la huella ambiental del producto. Por otra parte, esta complejidad incrementa la exposición de las empresas del sector, que dependen de lo que sucede en otros países que participan en la cadena para su abastecimiento, tal como se pudo comprobar con la crisis de suministro ocasionada por la pandemia del Covid, que también afectó al sector textil.
El actual modelo productivo lineal, se encuentra lejos de ser sostenible, y la viabilidad del sector textil pasa necesariamente por reducir su huella ambiental
Según la AEMA, en la Unión Europea el sector de la industria textil y de la confección ocupa el cuarto lugar en el consumo de materias primas y el agua (después de los sectores de los alimentos, la vivienda y el transporte), y el quinto en emisiones de gases de efecto invernadero.
El algodón y las fibras sintéticas como el poliéster son las materias primas más utilizadas para la fabricación de productos textiles. Los cultivos de algodón requieren grandes cantidades de tierra, agua, fertilizantes y pesticidas, mientras que las fibras sintéticas como el poliéster son de origen fósil, no biodegradables y contribuyen a la liberación de microplásticos al medio ambiente. Por ello, la industria está trabajando en materiales más sostenibles (poliéster biosintético, lyocell, bemberg, piñatex…), pero se requieren mayores esfuerzos para encontrar alternativas renovables menos intensivas en el uso de recursos como el suelo o el agua, y que, a su vez, no entren en controversia con la seguridad alimentaria.
Se estima que por cada tonelada de textil producida se necesitan 200 toneladas de agua. Este consumo intensivo de agua está asociado al cultivo en campos de algodón y a los procesos de fabricación textil húmedos como el teñido y la estampación. La disponibilidad de agua disminuye todavía más si se tienen en cuenta las aguas residuales generadas durante los procesos de producción, que contienen sustancias tóxicas que no sólo agravan el estrés hídrico del territorio, sino que además contaminan y degradan los ecosistemas acuáticos.
Por otra parte, la industria textil utiliza una gran cantidad de sustancias químicas para la fabricación de textiles, incluyendo tanto los pesticidas que se aplican a los campos de cultivo, como los químicos utilizados en los procesos de hilado y tejido (lubricantes, aceleradores y solventes) y procesamiento húmedo (lejías, tensioactivos, suavizantes, colorantes, antiespumantes e hidrofugantes duraderos). Según la AEMA, se han identificado unas 3.500 sustancias utilizadas en la producción textil, de las cuales 750 se clasifican como peligrosas para la salud humana y 440 para el medio ambiente. Es realmente difícil conocer con certeza los químicos que se aplican a los textiles, debido a que muchos son manufacturados en países fuera de la Unión Europea, que cuentan con una normativa ambiental más laxa.
La fabricación de productos textiles también lleva aparejada un gran consumo energético y la emisión de gases de efecto invernadero. El sector textil es responsable de alrededor del 10% de las emisiones mundiales de carbono, siendo la fase de producción la que más contribuye al cambio climático. La industria textil sigue teniendo demasiada dependencia a los combustibles fósiles, empleados para la producción de fibras sintéticas y durante los procesos de fabricación y manufactura. También hay que tener en cuenta los nuevos modelos de negocio e-commerce, que contribuyen al incremento de las emisiones de carbono derivados del transporte, y aumentan la producción de residuos de envases y plásticos utilizados en los embalajes.
Impacto en el medio ambiente
El uso de textiles compuestos de fibras sintéticas comporta la liberación de microplásticos al medio ambiente, que se desprenden sobre todo durante los procesos de lavado y secado, yendo a parar a los océanos.
Una vez que los textiles llegan al final de su vida útil surge otro problema: los residuos textiles. Algunos de ellos, ni siquiera han llegado a tener un uso, ya que se trata de excedentes no vendidos que se convierten en residuos. Según el informe del Parlamento Europeo Textiles and the environment, tan solo el 1% de los residuos textiles se recicla, y la presencia de determinadas sustancias químicas o la mezcla de fibras dificultan todavía más el reciclaje. La producción y el consumo desmesurado de textiles propiciado por la tendencia “fast fashion” implica una gran cantidad de residuos que a menudo no son gestionados de forma responsable y acaban en vertederos o siendo incinerados. Sirven como ejemplo de su mala gestión los grandes vertederos clandestinos que acumulan toneladas de residuos textiles, como el del desierto de Atacama en Chile.
A lo expuesto, también hay que sumar la vulneración de derechos humanos y laborales que se produce en los países en vías de desarrollo, por parte de algunas empresas de la industria textil, como pone de manifiesto SOMO en sus informes. El accidente acontecido en Bangladesh en 2013 puso el foco sobre la necesidad de proteger derechos laborales y la seguridad de los trabajadores de la industria. A partir de aquí, se adoptó el Acuerdo de Bangladesh y algunas iniciativas destinadas a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.
2. Marco jurídico aplicable a la industria textil en el ámbito de la UE
El Pacto Verde Europeo destaca el papel de los sectores que hacen un uso intensivo de recursos, como el textil, por su potencial para transitar hacia una economía circular y descarbonizar la economía. El nuevo Plan de acción de la economía circular establece la necesidad de adoptar una estrategia integral para los productos textiles que aborde el fenómeno “fast fashion” y articule medidas dirigidas a un modelo más circular y sostenible.
La Estrategia de la UE sobre productos textiles y circulares persigue que para 2030, todos los productos textiles comercializados en la UE sean duraderos y reciclables, fabricados en gran medida con fibras recicladas, libres de sustancias peligrosas y producidos respetando los derechos sociales y del medio ambiente. Para lograrlo, la estrategia identifica las principales acciones que deberían emprenderse en los próximos años:
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Nuevos requisitos de diseño para productos textiles. La Comisión prevé elaborar requisitos vinculantes de diseño ecológico en el marco del Reglamento sobre diseño ecológico para productos sostenibles(previsto para 2024) para mejorar la durabilidad, reusabilidad, reparabilidad, reciclabilidad de fibra a fibra y contenido obligatorio de fibras recicladas, así como para minimizar y rastrear las sustancias preocupantes.
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Acabar con la destrucción de productos textiles no vendidos o devueltos. Para desincentivar esta práctica, en el marco del Reglamento sobre diseño ecológico para productos sostenibles, la Comisión propone una obligación de transparencia que obligue a las grandes empresas a hacer público el número de productos que desechan y destruyen, incluidos los productos textiles. Además, se prevé introducir prohibiciones relativas a la destrucción de los productos no vendidos.
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Lucha contra la liberación involuntaria de microplásticos. Se establecerán requisitos vinculantes de diseño en el marco del Reglamento sobre diseño ecológico para productos sostenibles y de la próxima iniciativa de la Comisión para combatir la liberación no intencionada de microplásticos en el medio ambiente.
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Introducir requisitos de información y pasaporte digital de productos. Se introducirá un pasaporte digital de productos textiles basados en requisitos obligatorios de información sobre circularidad y otros aspectos ambientales (previsto para 2024), y se revisará el Reglamento 1007/2011 sobre el etiquetado de los productos textiles en virtud del cual se exige que los productos introducidos en el mercado de la UE identifiquen en su etiquetado la composición de fibras y de cualquier elemento no textil de origen animal (previsto para 2023). En concreto, se introducirá la divulgación obligatoria de otro tipo de información como los parámetros de sostenibilidad, la medida de los productos o el país en el que se fabrican. También se valorará la posibilidad de introducir una etiqueta digital.
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Declaraciones ecológicas sobre productos textiles verdaderamente sostenibles. La nueva Propuesta de Directiva que modifica las Directivas 2005/29/CE y Directiva 2011/83/UE en lo que respecta al empoderamiento de los consumidores para la transición ecológica mediante una mejor protección contra las prácticas desleales y una mejor información, dará lugar a nuevos requisitos como informar en el punto de venta a los consumidores sobre la garantía comercial de durabilidad y la reparabilidad del producto, limitar las declaraciones del tipo “ecológico” o “respetuoso con el medio ambiente” sólo a aquellos productos avalados por comportamientos ambientales de reconocida excelencia como la etiqueta ecológica de la UE y exigir que las etiquetas de sostenibilidad voluntaria estén basadas en una verificación externa. La Comisión también revisará los criterios de la etiqueta ecológica de la UE para productos textiles y el calzado, prestando especial atención a la exactitud de las declaraciones ecológicas sobre el uso de polímeros plásticos reciclados en prendas de vestir cuando estos polímeros no proceden del reciclaje de fibra a fibra sino de botellas PET.
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Responsabilidad ampliada del productor e impulso de la reutilización y el reciclaje de residuos textiles. La Comisión propondrá normas armonizadas sobre responsabilidad ampliada del productor (RAP) para productos textiles con modulación ecológica de tasas en la próxima revisión de la Directiva Marco de Residuos (previsto para 2023). Asimismo, se estudiará proponer nuevos objetivos de preparación para la reutilización y el reciclaje de residuos textiles (previsto para 2024).
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Criterios de contratación pública ecológica aplicables a los servicios y los productos textiles. Se prevé introducir criterios obligatorios, cuyo alcance se definirá tras una evaluación de impacto (previsto para 2024).
Además, en el marco del Reglamento REACH y a través de criterios para productos químicos y materiales seguros sostenibles desde el diseño, la Estrategia establece que se abordará la presencia de sustancias preocupantes en los productos textiles comercializados en la UE.
La revisión de la Directiva de Emisiones Industriales y la revisión en curso del documento de referencia sobre las mejores técnicas disponibles (MTD) para la industria textil van dirigidos a ubicar a la industria de la producción textil en la senda de la contaminación cero.
3. Marco jurídico para la industria textil en España
La Estrategia de economía circular y el Plan de Acción identifican el sector textil entre los ámbitos prioritarios de actuación, y señalan la necesidad de revisar el régimen jurídico aplicable a flujos de residuos clave como los textiles.
La nueva Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular (en adelante, Ley 7/2022) tiene por finalidad “la prevención y la reducción de la generación de residuos y de los impactos adversos de su generación y gestión, la reducción del impacto global del uso de los recursos y la mejora de la eficiencia de dicho uso con el objeto de, en última instancia, proteger el medio ambiente y la salud humana y efectuar la transición a una economía circular y baja en carbono”.
En consonancia, la Ley 7/2022 establece medidas específicamente dirigidas al sector textil, que deberían impulsar la circularidad del mismo, como fomentar la reutilización a través de donaciones y la implantación de sistemas que promuevan actividades de reparación y reutilización para textiles (artículo 18.1.d). También introduce la prohibición de destruir o eliminar excedentes no vendidos de productos no perecederos como los textiles, y destinarlos a canales de reutilización, y cuando no sea posible, a la reparación para la reutilización (artículo 18.2).
Para facilitar la preparación para la reutilización y el reciclado de alta calidad, se establece la obligación de implantar la recogida separada de textiles para antes del 31 de diciembre de 2024 (artículo 25.2.c). Cabe recordar, que en algunas zonas de España, como en el caso de las Illes Balears, ya es obligatoria la recogida separada de los residuos textiles (artículo 2.5 y disposición transitoria tercera de la Ley 8/2019, de residuos y suelos contaminados de las Illes Balears) .
En relación con las obligaciones de recogida, transporte y tratamiento de residuos textiles, se establecen contratos reservados para las administraciones públicas. Al menos el 50% del importe de adjudicación deberá ser objeto de contratación reservada a Empresas de Inserción y Centros Especiales de Empleo de iniciativa social autorizados para el tratamiento de residuos (disposición adicional decimonovena).
Asimismo, se prevé el desarrollo reglamentario de regímenes de responsabilidad ampliada del productor para productos textiles para antes de abril de 2025 (disposición final séptima).
4. Reflexiones
El actual contexto de crisis económica, ambiental y social agudizan la necesidad de desarrollar nuevas formas de crecimiento basadas en la circularidad. Frente al insostenible modelo lineal basado en el fenómeno “fast fashion” están surgiendo nuevos movimientos “slow fashion” que promueven alargar la vida útil de los textiles. En este sentido, se espera la creación de innovadores negocios que favorezcan la circularidad del sector, por ejemplo, fomentando la moda de segunda mano. Además, con la llegada del comercio electrónico y la digitalización, el ecosistema textil deberá adaptarse para mantener su posicionamiento.
Es evidente que nos encontramos en un escenario de cambio, y están por llegar novedades normativas que afectarán al sector textil
En cualquier caso, esta regulación precisa de un enfoque holístico que aborde la dimensión tanto ambiental como social de la actividad que desempeña esta industria.
En el ámbito de la Unión Europea, se está trabajando en desarrollar un marco regulatorio que limite el uso de sustancias químicas peligrosas en los productos textiles, aumente la transparencia del sector y empodere al consumidor a través de medidas como el etiquetado, que permitirá divulgar información clara y veraz. También se está trabajando en la definición de los criterios de fin de condición de residuo para textiles, que servirá para facilitar la introducción de materias primas secundarias textiles en los procesos de producción, incentivando una mayor presencia de los textiles reciclados.
En España, la obligación de recogida separada de residuos textiles y la prohibición de destruir o eliminar los excedentes textiles no vendidos ya se establecen en la nueva Ley 7/2022, y se prevé desarrollar la responsabilidad ampliada del productor para los textiles próximamente. En este sentido, la obligación de recogida separada de residuos textiles puede suponer un reto para los entes locales, particularmente si se exige con carácter previo al establecimiento del régimen de responsabilidad ampliada del productor. Adicionalmente, sería interesante estudiar el caso de Francia, que ha sido el primer país de la Unión Europea en implantar la responsabilidad ampliada del productor para textiles.
La moda circular debe ir encaminada a reducir el desperdicio al mínimo y mantener los materiales dentro del ciclo de consumo y productivo para cerrar el círculo. Para ello, es crucial la etapa de diseño, donde deberían tenerse en cuenta aspectos como la atemporalidad de los estampados, la reciclabilidad de los materiales, la reparabilidad y la calidad del producto. Como hemos visto, las novedades que introduce la Ley 7/2022 están enfocadas principalmente en el reciclado. La implantación de medidas concretas de ecodiseño o etiquetado, por ejemplo, ayudarían a poner el foco en la prevención de la generación de residuos textiles y en su reutilización, por delante del reciclaje, tal como debería de ser de acuerdo con el principio de jerarquía de residuos.
Una forma de promover la prevención y la reutilización podría ser la ecomodulación de las contribuciones financieras a través de la responsabilidad ampliada del productor, como se ya prevé en el caso de los envases
En definitiva, está claro que el sector textil es una de las áreas prioritarias de actuación, y su regulación engloba muchos aspectos (sustancias químicas, microplásticos, emisiones, residuos…). Para dar respuesta a los retos a los que se enfrenta el sector, se está desarrollando un marco jurídico muy complejo, y las empresas pueden optar por ir a remolque o un paso por delante aprovechando las oportunidades y explotando sus fortalezas.