La conservación del suelo, una tarea esencial para la producción agrícola y la reforestación
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El suelo no es sólo el medio que pisamos, sino también el medio proveedor de lo que necesitamos. De la fertilidad de las tierras dedicadas a cultivos dependemos en gran medida y se necesita actuar en consecuencia para que el suelo no se degenere, se transforme o se desplace por incapacidad para retener la humedad y los elementos nutrientes necesarios.
A estudiar esa evolución y transformación del suelo, impulsada de manera exponencial por la mano del hombre, bien por explotación agrícola o por no emprender las acciones adecuadas de protección, conservación y regeneración, dedicó buena parte de su vida un norteamericano llamado Hugh Hammond Bennet desde que en los años 30, durante la etapa de la Gran Depresión, comenzó a estudiar algunos fenómenos descontrolados muy llamativos, entre ellos el desplazamiento de inmensas nubes de polvo a lo largo de las Grandes Praderas del Oeste, anteriormente fértiles, que comenzaron a cubrir las principales ciudades de la Costa Este.
Hammond Bennet falleció el 7 de julio de 1960 después de pasar casi 30 años dirigiendo el Servicio de Conservación de Suelos de EE.UU, creado tras la aprobación de la correspondiente Ley de Conservación del Suelo en 1935. Tres años después de su fallecimiento, en 1963, se instituyó aquella fecha como Día Internacional de la Conservación del Suelo, que trata de sensibilizar a la población en general y a quienes tienen una responsabilidad especial en la explotación de este recurso para cuidar no sólo de la superficie en cuanto paisaje sino también en cuanto a su composición física o química que permita su regeneración constante y permita un adecuado uso racional de sus potencialidades, tanto a pequeña como a gran escala.
La intervención y alteración continuada de los suelos conlleva la peligrosidad máxima de la desertificación de grandes extensiones de territorio, un fenómeno natural que puede verse favorecido e impulsado por tres causas principales, como son la deforestación, un uso desequilibrado o una inadecuada mecanización, todo lo cual multiplica exponencialmente los riesgos de una erosión incontrolada que a medio y largo plazo modifica el paisaje y nuestro entorno de manera grave.
Para el estudio y seguimiento detallado de estos fenómenos existe el Inventario Nacional de Erosión de Suelos, que tiene como principales objetivos detectar, cuantificar y reflejar cartográficamente los principales procesos de erosión en nuestro territorio a nivel nacional y determinar su evolución en el tiempo mediante un inventario actualizado de forma continuada. Por su parte, la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible dispone de informes estadísticos en los que puede hacerse seguimiento de las pérdidas de suelo útil por provincias y su evolución en el tiempo.
A tal efecto, la Junta de Andalucía dedica grandes esfuerzos no sólo en materia de sensibilización, sino también a una permanente tarea de estudio y asesoramiento para mejorar las condiciones de pervivencia de este recurso y de la retención necesaria de agua, y elabora guías y tablas dedicadas muy especialmente a muchos de los principales cultivos en nuestro territorio.
La degradación y erosión del suelo es un fenómeno complejo que ocurre de modo constante y de forma natural, pero la actuaciones del ser humano pueden disparar las variaciones que se registran en determinadas áreas afectando a todos los ecosistemas de vida vegetal y animal de cada zona.
Asimismo, el crecimiento urbanístico obliga a grandes actuaciones que modifican los entornos naturales y a menudo coadyuvan cambios rápidos y profundos que impiden que en determinados lugares los suelos retengan la humedad necesaria, con una amplia y muy variada repercusión sobre otras formas de vida, lo que altera igualmente los procesos naturales de erosión, meteorización y sedimentación de los distintos elementos que componen nuestros suelos.
Nuestros ecosistemas están interrelacionados y evolucionan de modo natural conforme a las condiciones ambientales, lo que hace obviamente necesaria la puesta en marcha de un sistema de estrategias cuya aplicación será crucial para la puesta en práctica de medidas de adaptación al cambio climático basado en la sostenibilidad y conservación de los recursos suelo y agua.