COAWA, la comunidad del agua. La importancia de la divulgación ambiental en la gestión del agua urbana
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A finales del s. XX el sector del agua urbana adquirió, de forma generalizada, conciencia sobre la necesidad de mejorar la eficiencia de su gestión. Los Sistemas de Agua Urbana, conocidos como ciclo integral del agua, alcanzaron un alto grado de eficacia durante su desarrollo a lo largo del siglo pasado, pero eficacia no es eficiencia. Durante su desarrollo, los sistemas de abastecimiento siempre se centraron en resolver la oferta de agua. El crecimiento y el bienestar de la población que proporciona el modelo de abastecimiento urbano, junto con el desarrollo industrial y comercial, exigía más agua y la respuesta fue un incremento constante de la oferta durante más de 100 años.
Pero la crisis del petróleo y los movimientos ambientalistas de principios de los años 70 empezaron a poner el foco en un aspecto obvio, pero poco visible: el agua es un recurso finito. La cantidad de agua potable es inmensa (aunque pequeña en proporción a toda el agua de la Tierra), pero además de tener un límite, también está heterogéneamente repartida. Por otro lado, la calidad del agua es una cuestión que a lo largo de los años ha ido adquiriendo protagonismo dada la presión que el crecimiento de la población ejerce sobre el medio natural y los acuíferos. En este contexto se empezó a considerar que el crecimiento, en lo que se refiere al consumo de agua, tenía que cambiar de tendencia: teníamos que ser eficientes. Empezamos a hablar de la Gestión de la Demanda. Las empresas, comercios y ciudadanos empezaron a sentir la presión de tener que hacer un consumo responsable del agua (o más bien ahorrar agua), con la consecuencia inmediata que esto tiene sobre el modelo de calidad de vida que los servicios de abastecimiento habían facilitado durante un siglo. Por otro lado, aunque más tarde, los operadores de los servicios de abastecimiento también tuvieron que comenzar a informar sobre su eficiencia. El resultado fue un importante avance en inversiones que permitieron mejorar las ratios de funcionamiento en los sistemas, sobre todo en lo relativo a las fugas (o de forma más precisa, el Agua No Registrada, ANR).
El estrés que los entornos urbanos ejercen sobre el medio natural, sumado a los primeros efectos a escala local del cambio climático, empiezan a amenazar seriamente el futuro de nuestra propia supervivencia, ya que si no tenemos agua la vida no existe.
Durante el primer cuarto del s. XXI el esfuerzo combinado de los ciudadanos en sus hábitos y de las empresas en sus inversiones permitió revertir la tendencia del incremento en las necesidades de agua, a pesar de que la población y la actividad continuó creciendo. Pero esto no es suficiente.
El estrés que los entornos urbanos ejercen sobre el medio natural, sumado a los primeros efectos a escala local del cambio climático, empiezan a amenazar seriamente el futuro de nuestra propia supervivencia, ya que si no tenemos agua la vida no existe.
En este punto, los agentes implicados en la gestión del agua, con el liderazgo de la Unión Europea, desarrollaron un marco legislativo que ponía el foco en los problemas, pero también en las soluciones más inmediatas. Así, la Directiva Marco del Agua estableció la necesidad de «alcanzar un estado óptimo de las masas de agua en la Unión», de manera que evite la degradación de los ecosistemas para garantizar no solo la cantidad de agua, sino también su calidad. Como medidas, entre otras, dos muy claras: recuperación de costes y participación pública en la gestión.
En la actualidad el progreso de las medidas para la optimización de la calidad de las aguas tiene algunos éxitos y una tendencia positiva, pero todavía muchos problemas por resolver. En cuanto a la participación pública los avances han sido más cosméticos que reales, y la población sigue esperando que la administración ejerza su poder para evitar males mayores.
Desde la Cátedra EMALCSA-UDC hemos querido aportar nuestra visión y nuestra respuesta a este reto. Por una parte, desde 2017 mantenemos una línea de investigación vinculada al marco conceptual DUSA (Desarrollo Urbano Sensible al Agua), donde planteamos un cambio de paradigma en los modelos de gestión, pasando de una visión lineal de los procesos que comprenden el ciclo urbano del agua, a una orgánica, que llamamos sistemas de agua urbana. Esta visión implica la integración de los elementos que componen el sistema en el entorno, tanto físico como social, de manera que no tratemos el agua, y su gestión, como un elemento ajeno a su contexto territorial y social. Además, todas las decisiones deben orientarse hacia la sostenibilidad en las infraestructuras y procesos vinculados al suministro de las ciudades (y pueblos, claro). Esta visión orgánica parte de la identificación de diferentes tipos de agua y también de las oportunidades que el sistema otorga con el uso de diferentes calidades de agua para diferentes usos. Es un proceso complejo, tanto por la falta de costumbre como por el hecho de que la legislación va en otro sentido, exigiendo aguas de máxima calidad para todos los usos urbanos, lo que no siempre es eficiente en términos de sostenibilidad.
Desde la Cátedra hemos buscado una respuesta en lo social, y entendemos que es necesario conectar a la población, las personas, con el territorio para entender las necesidades del agua. El agua que consumimos es un préstamo de la naturaleza y, aunque tengamos fuentes abundantes, es necesario desarrollar la conciencia de que cuanta menos retiremos del sistema, más resiliente y funcional será este.
Por otro lado, hemos buscado una respuesta en lo social y entendemos que es necesario conectar a la población, las personas, con el territorio para entender los retos del agua. El agua que consumimos es un préstamo de la naturaleza y, aunque tengamos fuentes abundantes como en el caso de A Coruña, es necesario concienciar de que cuanta menos retiremos del sistema, más resiliente y funcional será este y, por lo tanto, será más fácil y barato mantener la calidad del agua. En este contexto en los entornos urbanos hemos desarrollado una cultura del medio ambiente como algo lejano, pero esto no es cierto.
El planteamiento es vincular emocionalmente a las personas con el entorno que provee el agua. La mayor parte de la población desconoce el contexto natural de donde procede su agua, el agua que consume, o lo tiene de una manera superficial. No tiene una vinculación emocional con el mismo porque no lo conoce. Jacques Cousteau (1910-1997) enunció un concepto básico en nuestra visión del problema: No se ama lo que no se conoce, no se cuida lo que no se ama. A partir de esta base elaboramos un nuevo planteamiento de divulgación que, además de todas las aportaciones del sector dirigidas a optimizar el uso del agua por la población, busca una conexión emocional de los ciudadanos con su territorio. Se trata de conectar el medio, las personas y el agua, y establecer entre ellos una relación donde el conocimiento de lo cercano proporcione una nueva visión de cómo podemos ayudar a mejorar la gestión del agua. En este programa, denominado COAWA, la Comunidad del Agua (www.somoscoawa.com), no solo se aborda el agua que llega a los grifos o que sale por el inodoro sino también su origen, lo que habita en ella y que hace que sea de calidad, así como los efectos que nuestras acciones, a veces aparentemente no dañinas, tienen sobre ese medio.
El programa COAWA se constituye como una COmunidad donde COnectar, COmprometer, COmpartir, COnstruir y COncienciar, en clave local, sobre la relación que las personas debemos tener con el medio ambiente y el agua desde el punto de vista de la sostenibilidad. Consta de actividades escolares para formar a los ciudadanos del futuro, y en el ámbito social para mejorar la concienciación a través del conocimiento. Trabajamos el conocimiento con una visión integrada, hablando del abastecimiento y sus principales infraestructuras y procesos, pero también del ecosistema, los servicios que nos presta y sus amenazas.
‘COAWA, la Comunidad del Agua’, propone un nuevo planteamiento en la divulgación, donde no solo hablamos del agua que llega a los grifos, o que sale por el inodoro, sino también del origen de esa agua, de los elementos que viven en ella y que hacen que esta sea de calidad, así como de los efectos que nuestras acciones, a veces aparentemente no dañinas, tienen sobre ese medio.
Entendemos que mejorar la gestión de los sistemas de agua no se puede hacer sin trabar esta alianza entre administración, operadores y ciudadanos, desde una perspectiva de corresponsabilidad. Los operadores y la administración invierten, pero la población debe ejercer también una labor vigilante de su patrimonio: el agua.