Biomasa, el medioambiente al servicio de los objetivos climáticos
- 3939 lecturas
- 3939 lecturas
Por Margarita de Gregorio, directora de APPA Biomasa
Si este verano habéis consultado las noticias en un iPad, habéis compartido fotos de las vacaciones por WhatsApp o habéis llegado a vuestro apartamento de Airbnb en un Uber, os sorprenderá saber que no podríamos haberlo hecho hace once años. Once años puede parecer poco tiempo, pero los cambios que experimentamos en un período así nos pueden hacer pensar en dónde vamos a estar en otros once años.
En el sector energético tenemos una guía clara de cómo va a cambiar nuestro mix energético. Esa guía es el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y marca para 2030, dentro de once años, unos objetivos ambiciosos de renovables que han sido aplaudidos por la Unión Europea. El escenario que dibuja el borrador del Plan proyecta un cambio muy importante en nuestro modelo energético. Las energías renovables pasarán de un 17% a un 42%, en electricidad pasaremos del 38,5% (2018) al 74% previsto para 2030. ¿Imposible? No. Pero para conseguirlo, la biomasa, una de las energías más ligadas al medioambiente ha de tener un relevante papel por su capacidad de satisfacer los usos térmicos y por aportar gestionabilidad y estabilidad al sistema eléctrico.
Una tecnología ligada a nuestro medioambiente
España es un país privilegiado en recursos biomásicos. Nuestro país es el tercer país europeo por recursos absolutos de biomasa, el que mayor crecimiento anual tiene de bosques, principal productor de aceite de oliva del mundo y el primer productor de ganado porcino en Europa. Los recursos susceptibles de valorizar están en nuestros bosques, nuestros campos, nuestras ciudades y nuestras granjas. Sin embargo, estamos a la cola si examinamos el aprovechamiento de estos recursos.
La valorización energética de la biomasa es una alternativa eficiente y sostenible a la urgente necesidad de reorientar el modelo productivo hacia un modelo circular basado en la bioeconomía. El tratamiento de todo tipo de residuos permite mitigar emisiones de gases contaminantes, evitar el deterioro de ecosistemas y reducir el riesgo de incendios. Una adecuada gestión sostenible de la biomasa con fines energéticos contribuiría a reducir el mayor problema que tiene nuestro país, el desempleo, y a minorar sustancialmente la enorme pérdida de biodiversidad y el aumento de la desertificación que provocan estos incendios.
La mejor herramienta para luchar contra los incendios
Una gestión sostenible de los montes españoles implicaría revocar la tendencia de abandono de los mismos, cuya consecuencia directa es la acumulación de volúmenes ingentes de recursos forestales con mucha facilidad para arder. Para ello resulta necesario poner en valor la multifuncionalidad de los montes más allá del paisaje; fomentando las buenas prácticas forestales, el aprovechamiento de sus recursos (madera, resina, corcho y micología, entre otros), la ganadería extensiva y la valorización energética de las biomasas extraídas de los mismos.
En el estudio “Balance socioeconómico de las biomasas en España 2017-2021”, elaborado por Afi para Unión por la Biomasa, se analiza cómo afectaría un rediseño de los incentivos regulatorios y fiscales al sector biomásico. El resultado, claramente positivo para nuestra economía – dado que se incrementarían en 787 millones de euros los ahorros, cifra muy superior a los costes – y también para nuestros bosques. Los ahorros en prevención y extinción de incendios aumentarían de 150 M€ a 230 M€ y eso solo contabilizando la parte económica, cuando el impacto positivo medioambiental hace palidecer los ahorros.
Una necesidad acuciante de reducir emisiones
Los incendios son una fuente de emisiones a la atmósfera, pero donde realmente la biomasa puede ayudar a reducir los GEI es en la sustitución de combustibles fósiles por biomasa. Las renovables están desplazando, poco a poco, a los combustibles fósiles en generación eléctrica. Sin embargo, en lo referente a los usos térmicos tenemos un importante camino que recorrer, el borrador del PNIEC nos marca un objetivo del 34% de renovables en aplicaciones de calor y frío frente al 15% actual. Aquí la biomasa tiene mucho que decir.
La biomasa como fuente de alimentación de redes de calor, se presenta como una alternativa cuyas emisiones resulta muy sencillo controlar al existir un único foco emisor. Existe en el mercado tecnología madura de limpieza y depuración de gases para que las calderas de biomasa de todo tipo (desde las domésticas hasta las industriales) no emitan por encima de los límites permitidos. Con esta tecnología (ya instalada en redes de calefacción por biomasa españolas) incluso se estaría por debajo de las emisiones que va a permitir la nueva Directiva de Ecodiseño. El control de emisiones de las calderas de biomasa está resuelto desde un punto de vista tecnológico, solo que el mismo representa un sobrecoste para la instalación, de ahí que sea necesario desarrollar mecanismos de apoyo para este tipo de instalaciones de producción de calor con bajas emisiones, teniendo en cuenta la necesidad de contar con sistemas eficientes de depuración y limpieza de gases para garantizar la calidad del aire de los núcleos urbanos.
La biodigestión de los residuos ganaderos y municipales (generación difusa de GEI muy relevante en España) para generar biogás puede ser utilizado directamente o bien transformado en biometano para su inyección en red. En cuanto al biometano, existe un gran potencial de recursos biomásicos – residuos municipales, agroindustriales y lodos de depuradoras – que pueden ser transformados en biogás que, una vez depurado y concentrado mediante un proceso de upgrading, es intercambiable con el gas natural, lo que supone una descarbonización directa, aprovechando las infraestructuras gasistas ya existentes.
La mayor fuente de emisiones GEI en gestión de residuos es, con mucha diferencia, el vertido de materia biodegradable, por su conversión en metano, que en gran parte se emite directamente a la atmósfera. En España necesitamos cumplir la jerarquía de los residuos y priorizar la valorización energética frente al vertido. La fracción biodegradable de los residuos municipales es biomasa y, por tanto, las emisiones derivadas de su combustión son neutras en emisiones GEI. Actualmente la fracción biodegradable de los residuos municipales suponen en torno al 50% de los residuos generados. Por el momento, dichos residuos están siendo recogidos separadamente en una proporción muy pequeña. Esta situación se mantendrá a medio plazo, hasta que los sistemas de recogida selectiva sean implementados mayoritariamente y los ciudadanos participen correctamente en esta separación, algo que deseamos desde la Asociación.
La biomasa, una solución para el problema de la España vaciada
El concepto de “España vaciada” irrumpió en los medios ante la denuncia del olvido institucional y político de una parte importante de nuestro país. Aunque suene simplista, la contraposición de imágenes entre la España urbana, desarrollada y poderosa, y la España rural, privada de oportunidades, tiene un eco real en la evolución poblacional. Entre 1998 y 2017 la población española ha aumentado un 15,9%. En ese mismo período Galicia (-0,3%), Asturias (-4,3%) y Castilla y León (-2,8%) han visto reducir sus habitantes. En Andalucía y Extremadura, existe un grave problema de desempleo que supera el 25% en ambas Comunidades. Curiosamente, estamos hablando de algunas de las regiones con mayor recurso biomásico (forestal y/o agrícola) de nuestro país.
La biomasa es la energía renovable que cuenta con mejores capacidades para contribuir a los retos de la España vaciada. Esta tecnología ofrece un amplio abanico de oportunidades profesionales, especialmente en zonas rurales con riesgo de despoblació que suelen coincidir con aquellas zonas con gran cantidad de recursos biomásicos.
La Transición Justa debe pasar por las renovables
El problema mencionado de despoblación y desempleo puede agravarse por la Transición Energética. Los cierres de centrales fósiles y, en el futuro, nucleares plantean el reto de crear empleos para un gran volumen de profesionales cualificados con experiencia en el sector energético. Afortunadamente, las centrales térmicas de carbón y nucleares están localizadas en ubicaciones en las que existe un enorme potencial de recurso biomásico de todo tipo (en algunas zonas hay más biomasas agrícolas, en otras más biomasas forestales, ganaderas, industriales, etc., depende de la localización), que además está infrautilizado en gran medida.
Estos recursos biomásicos podrían ser extraídos, gestionados y distribuidos a instalaciones de valorización energética tanto eléctricas como térmicas. Los trabajadores de las centrales térmicas de carbón y nucleares podrían ser formados sobre la generación de energía a partir de biomasa: tipos de biocombustibles, formas de movilización y logística, pretratamientos, etc. Además de sobre la instalación y funcionamiento de las centrales eléctricas y térmicas (desde las domésticas, hasta las comunitarias, redes de calor, y también calderas para usos industriales, cogeneración, etc.).
Asimismo, en esas áreas en las que se espera se lleve a cabo un progresivo cierre de centrales de carbón y nucleares, se podría establecer un plan para la instalación de centrales de biomasa (tanto eléctricas como térmicas y de biogás) de manera que el sector de la biomasa pudiera absorber -en la medida de lo posible- el mayor número de empleos en riesgo de ser perdidos por el cierre de centrales de carbón y nucleares.
Biomasa, una tecnología de futuro
Como hemos visto, la versatilidad de la biomasa, tanto para encontrar recursos energéticos en origen (ganaderos, forestales, agrícolas, urbanos) como para la generación energética (calor y frío, electricidad), hacen de esta tecnología una valiosísima herramienta para alcanzar los objetivos renovables sin descuidar nuestro compromiso con el medioambiente.
Para ello, es necesario valorar las tecnologías biomásicas en su justa medida, más allá del coste de generación que, según IRENA, descendió un 14% solo en 2018. La biomasa aporta una multitud de ahorros que habitualmente no se contabilizan, así como una gran cantidad de generación de empleos de calidad en zonas rurales. Si conseguimos que estos importantes beneficios entren en la ecuación, estamos seguros de que la biomasa tendrá en el documento final del PNIEC, el valor que merece.
Artículo publicado en el número 217 Especial Bioenergía 2019