Biomasa, la energía más versátil para la recuperación
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Cuando hablamos de biomasa en general, estamos refiriéndonos a diversas materias primas muy abundantes en todas las regiones de España. La biomasa engloba desde las biomasas agrícolas y forestales (restos de cosechas o de nuestros montes), hasta las biomasas agroindustriales y ganaderas (procedentes de la cadena de fabricación de alimentos) y los residuos municipales (el 50% de la basura que generamos diariamente se considera biomasa). España es el tercer país con mayor recurso absoluto de biomasa de la Unión Europea y, sin embargo, estamos a la cola en aprovechamiento de biomasas per cápita. De lo que deducimos que nuestras biomasas están siendo infrautilizadas.
España es el tercer país con mayor recurso absoluto de biomasa de la UE y, sin embargo, estamos a la cola en aprovechamiento de biomasas per cápita.
Esta infrautilización de biomasas no resulta gratuita para nuestro país, pues las biomasas, si no hace uso de ellas, son potenciales emisores de gases de efecto invernadero (por ejemplo las emisiones difusas procedentes de los purines de los cerdos, por las cuales España paga derechos de emisión), incrementan el riesgo de grandes incendios forestales (por acumulación en los montes, ocasionando daños irreparables tanto medioambientales como personales) e impiden el cumplimento de directivas europeas (como la que prohíbe el depósito de materia orgánica en vertederos, con sanciones asociadas). Mientras que, su aprovechamiento, además de evitar estos potenciales problemas y sus significativos gastos asociados, induce beneficios tremendamente valiosos para todas las regiones de España; pues al generar bioenergía (térmica y eléctrica) y biocombustibles (biogás/biometano) se evitan impactos medioambientales negativos y se generan inversiones y empleo donde están las biomasas, que generalmente es en áreas rurales del territorio. Estas capacidades de la biomasa en el momento actual, en el que resulta absolutamente necesario avanzar por modelos de negocio sostenibles y respetuosos con el medioambiente, a la vez que intensivos en generación de empleo y oportunidades, son capacidades tremendamente valiosas para coadyuvar a los objetivos de políticas y estrategias que sin duda van a determinar nuestro futuro próximo.
Los ambiciosos objetivos europeos
El anuncio que ha realizado en septiembre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de incrementar del 40% al 55% el objetivo europeo de reducción de emisiones ha sido gratamente recogido por el sector renovable, aunque la posibilidad de aumentar la ambición llevaba sobre la mesa muchos meses. En el Congreso Nacional de Energías Renovables de 2017, el entonces comisario europeo de Energía y Acción por el Clima, Miguel Arias Cañete, ya adelantaba que la rápida reducción de costes de las renovables iba a permitir revisar al alza los objetivos.
El objetivo de renovables está intrínsecamente relacionado con el objetivo de reducción de emisiones, dado que hoy los dos grandes instrumentos con los que contamos para lograr esa reducción son la eficiencia energética y las renovables, como tuve ocasión de defender en la pasada COP25 en Madrid. Y un mayor objetivo de renovables requerirá un mix diversificado y gestionable en el que la biomasa tiene un papel principal.
El objetivo de renovables está intrínsecamente relacionado con el objetivo de reducción de emisiones, dado que hoy los dos grandes instrumentos con los que contamos para lograr esa reducción son la eficiencia energética y las renovables.
La biomasa, aporte de gestionabilidad renovable al sistema
Además de las externalidades positivas de la biomasa en los ámbitos medioambiental y socioeconómico, las externalidades que induce en el ámbito energético también resultan muy relevantes. La electricidad aportada al sistema eléctrico por las centrales de biomasa es firme y gestionable, al generarse indistintamente de día o de noche al controlar el aprovisionamiento del recurso en todo momento. Esta capacidad energética de la biomasa debería servir como complemento a la penetración masiva que se espera en esta década de renovables no gestionables (como la fotovoltaica y la eólica), además de contribuir a compensar la firmeza aportada por las centrales fósiles que se van a ir desmantelando. Aunque los objetivos de renovables en energía (42%) y electricidad (74%) están claros en el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), debemos garantizar que los mismos se cumplen haciendo uso del espectro de tecnologías renovables existente, descarbonizando nuestra economía progresivamente al disminuir el uso de fósiles y maximizando el aprovechamiento de los recursos renovables presentes en las regiones de España.
Las renovables tienen en su diversidad una de sus mejores bazas, contamos con tecnologías que generan de día, con curvas cercanas al consumo; otras que generan gran cantidad de electricidad, con un importante tejido industrial nacional; y contamos con una tecnología de generación como la biomasa y el biogás con alta disponibilidad (entre 7.500h y 8.300 horas al año) y 100% gestionable.
En base a esta diversidad de recursos, las subastas que se celebrarán en el futuro han de tener en cuenta las características específicas de cada tecnología renovable: tanto el precio como su capacidad de aportar valor añadido: gestionabilidad, firmeza, almacenamiento, etc. E incluso debería valorarse la capacidad de generar valor a las regiones: aporte a la transición justa, a resolver determinados problemas medioambientales, etc. Solo de esta forma podremos conseguir una transición energética equilibrada tanto en términos energéticos como económicos y de sostenibilidad, también esenciales para el futuro de España.
Los retos del sector energético: más allá de la electricidad
La electricidad es un bien extraordinario y ha sido el motor de nuestro desarrollo económico desde la Segunda Revolución Industrial. Sin embargo, para cumplir los objetivos establecidos para 2030 no debemos olvidar otros usos energéticos igualmente relevantes en nuestra economía como son los usos térmicos y el transporte, además de usos industriales cuya electrificación se antoja complicada. Actualmente en España las renovables térmicas aportan entre el 6 y el 7% de la energía térmica utilizada, siendo la biomasa responsable de más del 90% de la contribución térmica de las renovables (91,2% del total térmico renovable en 2018).
Más del 20% del consumo energético nacional se destina a la climatización de los edificios y solo se ha descarbonizado la pequeña parte correspondiente a las renovables térmicas, por lo que debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano durante esta década para conseguir una climatización mucho más eficiente y sostenible, reducir nuestra enorme dependencia energética y aprovechar nuestros recursos propios. En esta línea de actuación sobre la descarbonización de los usos térmicos, verdadero sumidero energético de España, está la importante actuación que están desarrollando el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico e IDAE con el Plan de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE), aprobado mediante el Real Decreto 737/2020. Además de las sucesivas convocatorias de ayudas a la inversión en instalaciones de producción de energía térmica a partir de fuentes de energía renovable que se están publicando actualmente en todas las CC.AA.
Gran potencial y recurso a nuestra disposición
España es un país privilegiado en recursos biomásicos: tercer país europeo en recursos absolutos de biomasa, primero en crecimiento anual de sus bosques, primer productor de aceite de oliva a nivel mundial o principal productor de porcino de Europa. Cifras que colisionan con el hecho de ser el penúltimo de los países de la Unión Europea en consumo de recursos biomásicos (consumo por millón de habitantes).
Esta década, en la que vamos a abordar de forma decisiva la Transición Energética, es imperativo que se impulsen los usos energéticos de las biomasas en España. Las nuevas políticas que se están aprobando crean un marco de actuación favorable para poder hacerlo. Los objetivos mencionados del PNIEC y el Anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética que, unidos a las Estrategias de Bioeconomía y de Economía Circular (España Circular 2030), convierten la valorización de biomasas en una opción que despierta cada vez un mayor interés de los consumidores y las empresas.
Es imperativo que en esta década se impulsen los usos energéticos de las biomasas en España. Las nuevas políticas crean un marco de actuación favorable para poder hacerlo.
El sector de la biomasa y la recuperación económica
Este interés creciente por la biomasa térmica y el papel que la generación eléctrica con biomasa debe tener en nuestro futuro mix, auguran una buena década para el sector de la biomasa en España. Y eso son unas buenas noticias para nuestra economía, porque los estudios que se han realizado sobre el papel de estas tecnologías confirman lo que llevamos muchos años anunciando: la biomasa supone riqueza y empleo para las zonas donde se desarrolla.
En el Balance Socioeconómico de las Biomasas en España, desarrollado por UNIÓN POR LA BIOMASA, se revela un balance positivo de 1.323 millones de euros para nuestra economía. Un balance que podría ser mucho mejor con un pequeño rediseño de los incentivos del sector. Con pequeños cambios, el sector de la biomasa podría generar 12.596 empleos adicionales, lo que le permitiría superar los 45.000 puestos de trabajo en nuestro país.
Adicionalmente, con el incremento de 550 MW de biomasa eléctrica (biomasa sólida, biogás y fracción orgánica de los residuos municipales – FORM) y sumando 800 ktep de biomasa térmica, algo fácilmente alcanzable con el gran potencial existente, permitiría una importante mejora de los números macroeconómicos: con un incremento de 173 millones en el marco retributivo podríamos aumentar en 824 millones de euros, cifra que se sumaría a esos 12.596 empleos comentados. Como vemos, la inversión en biomasa es muy rentable para España.
Las necesidades del sector de la biomasa
Volviendo a la Unión Europea, es importante recordar el paquete de ayudas y estímulos aprobados para luchar contra la crisis del COVID19. Más allá de su importe, hay que resaltar las líneas generales que, desde Bruselas, se recomienda impulsar: Educación, Digitalización y Transición Energética.
En el caso de la Transición Energética, la biomasa, como hemos visto, debe jugar un papel determinante, tanto para permitir la gestionabilidad del sistema eléctrico, como para sumar una contribución en usos térmicos que se antoja decisiva para alcanzar los objetivos.
La biomasa, más allá de sus bondades energéticas y el ingente recurso existente, es la tecnología que más empleo crea y mantiene localmente, no solo durante la construcción sino durante toda la vida útil de la instalación, principalmente por las necesidades de aprovisionamiento y suministro de los combustibles biomásicos. Asimismo, gran parte de los equipos empleados en la construcción de las plantas de biomasa se fabrican y se ensamblan en España, incluso existe una iniciativa con la empresa Navantia para fabricar turbinas, con lo que toda la cadena industrial del sector en España estaría localizada en el territorio nacional, induciendo importantes sinergias en la economía.
En nuestra mano está que durante la próxima década la Transición Energética sea una Transición Justa, generando empleo y riqueza no solo a nivel país sino también, de forma específica, en áreas que han sido tradicionalmente castigadas con el desempleo y la consiguiente despoblación. Es hora de cambiar esta tendencia, con un calendario de subastas específicas para la biomasa, con acciones y planes específicos para sustituir usos térmicos fósiles por usos térmicos renovables tanto en edificios como en industrias y, en definitiva, para usar nuestro potencial energético, dando respuesta a los distintos retos: climático, energético, medioambiental y demográfico; a los que se enfrenta nuestra sociedad.
Artículo publicado en el número 225 Especial Bioenergía 2020