Un tesoro líquido: el estrecho vínculo entre la economía y el agua

En el vasto panorama de desafíos globales, sólo la disponibilidad y calidad del agua, su buena gestión y sostenibilidad determinarán el futuro y la estabilidad económica de nuestras sociedades a escala local, nacional y global
Autor/es
Griselda Romero
Publicado en
17-08-2023

En un mundo cada vez más interconectado, donde los desafíos económicos y ambientales convergen, existe un recurso preciado que se alza como eje fundamental de nuestra supervivencia y prosperidad: el agua. Sin embargo, a medida que la economía global se expande y las necesidades de desarrollo se multiplican, la escasez de agua se cierne como una amenaza inminente. En este reportaje, profundizamos en el estrecho - pero frágil - vínculo que existe entre la economía y el agua, los retos que enfrentaremos a nivel global y las previsiones para el futuro.

El agua es uno de los principales indicadores de desarrollo económico de un país y el bienestar humano en todas sus dimensiones. No solo es esencial para la vida y la supervivencia; sino que además, mantiene vínculos complejos con prácticamente todos los sectores productivos, tratándose de un insumo clave para la producción de bienes, tanto primarios (agricultura y ganadería) como industriales. Incluso sectores terciarizados o de servicios, que podrían aparentar ser menos dependientes de la base de recursos naturales, como el turismo o la digitalización, tienen una dependencia hacia el agua absolutamente crítica.

Con palabras del presidente del Foro de la Economía del Agua, Francisco Lombardo, “un suministro de agua insuficiente o irregular afecta de manera cuantitativa y cualitativa al empleo, merma la producción y compromete la estabilidad financiera, lo que repercute de manera directa en los consumidores finales”. El experto aporta cifras de la UNESCO, que revelan que el 78% de los puestos de trabajo a nivel mundial tienen una vinculación directa con el agua. Por su parte, desde el Banco Mundial apuntan que, si se mantiene el crecimiento demográfico y las actuales prácticas de gestión del agua, en 2030 el mundo tendrá un déficit del 40% entre la demanda y el suministro de agua, lo que podrá suponer una reducción de hasta el 6% del PIB de algunas regiones para 2050.

 

El agua no solo marca la pobreza, sino que también fomenta los movimientos migratorios y los conflictos.

 

Esta relación directa entre el desarrollo económico y la disponibilidad y calidad del agua; se convierte en un problema de urgencia, al darnos cuenta de que en los últimos cuarenta años, mientras la población se ha duplicado, el consumo y la extracción de agua se han multiplicado por cuatro. Si centramos la atención en la disponibilidad del agua como un factor limitante para la economía, hablamos de países que no tienen tanta agua como necesitarían. Según el proyecto “Aqueduct”, del World Resources Institute, diecisiete países que corresponden a 1/4 de la población mundial, en los que la agricultura, la industria y los municipios consumen más del 80% de los recursos hídricos, sufren estrés hídrico extremo. Este es el caso de gigantes demográficos, como India, o países en conflicto, como Siria, Libia, Yemen, Afganistán o Irak.

También en este sentido, Lombardo destaca el cuerno de África, “donde las reiteradas y severas sequías han afectado de manera directa a la economía y al desarrollo de países como Somalia, Etiopía y Kenia, provocando que muchos de sus habitantes hayan tenido que desplazarse desde sus lugares de origen”. ACNUR cifra en 20 millones el número de refugiados climáticos, lo que da cuenta que el agua “no solo marca la pobreza, sino que también fomenta los movimientos migratorios y los conflictos”.

 

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Por tanto, existe también correlación entre eventos extremos y datos económicos. Los más recientes a los que tenemos acceso aseguran, que entre 1998 y 2017, las sequías provocaron pérdidas económicas globales que ascendieron a aproximadamente 124 mil millones de dólares (119.000 millones de euros). “Si el calentamiento global alcanza los 3 grados Celsius para el año 2100, tal como se ha pronosticado, las pérdidas causadas podrían ser cinco veces más altas de lo que son hoy”, advierte el presidente del Foro de la Economía del Agua.

Sin embargo, existen otras regiones que, pese a estar emplazadas en zonas desérticas, han conseguido ser ejemplo a nivel global de la gestión de agua, gracias a sus políticas de gobernanza, explica el experto, y ejemplifica con el caso de países como Israel, que en pocos años ha pasado de ser un país con graves problemas de abastecimiento a lograr tener suficiente agua para una población en constante crecimiento; o España, con regiones tan áridas como Almería o Murcia, cuyos modelos de gestión de abastecimiento posibilitan que sean acreedoras de la huerta de Europa, “han convertido la necesidad en virtud”, enfrentándose a la escasez, desarrollando métodos para aumentar la eficiencia y buscando fuentes alternativas de agua.

 

Países como Israel o España han convertido la necesidad en virtud, enfrentándose a la escasez de agua, desarrollando métodos para aumentar la eficiencia y buscando fuentes alternativas.

 

Pero no hemos de atender únicamente a la falta de agua, también es un problema el exceso de cantidad que enfrentan algunos países como Bangladesh, Vietnam, Indonesia o Tailandia, debido en gran parte a fenómenos meteorológicos extremos como la subida del nivel del mar o las inundaciones. El último informe del CDP revela que, al año, más de quince mil millones de dólares se pierden como resultado de estos riesgos climáticos.

 

Desafíos económicos en materia de agua

En un contexto de emergencia climática y recursos limitados, existen numerosos desafíos económicos relacionados con el agua que debemos enfrentar a nivel global. El primero tiene que ver con la necesidad de desacoplar y desvincular el crecimiento de la actividad económica, el empleo y los procesos de desarrollo en su conjunto de la extracción de agua. El resto consiste en hacer cosas parecidas a las que hacemos, pero utilizando menos agua, lo que implica necesariamente avanzar en la eficiencia en el uso, sobre todo en la agricultura, un sector responsable de más del 70% de las extracciones a nivel global. Debemos reflexionar sobre la vocación productiva de nuestros territorios, dando prioridad a los sectores más eficientes o menos intensivos en el uso del agua.

Francisco Lombardo considera que los grandes retos económicos son “tener un gasto eficiente y financiar la inversión”. Según detalla el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2023, de manera tradicional las inversiones realizadas con el agua se han financiado con presupuestos públicos, incluidas las transferencias internacionales, y con las contribuciones de los usuarios del agua. La Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) para el agua ha aumentado de forma constante desde comienzos del 2000; sin embargo, en comparación con otros sectores, estos fondos representan solo una pequeña parte de la AOD total, pues de 2016 a 2020 se destinó al agua menos del 4%.

Por otro lado, la cantidad de recursos financieros privados canalizados a través de la financiación oficial al desarrollo para el suministro de agua y saneamiento ascendió a 4.600 millones de dólares entre 2016 y 2020, en comparación con los más de 48.000 millones destinados al sector energético. Y en 2020, el 80% de la AOD destinada al agua se clasificó como contribución para la “adaptación al cambio climático”. Para conseguir un acceso al agua potable para todos en 2030, podría ser necesario triplicar las actuales cifras de inversión, según un informe del World Resources Institute.

En este sentido, también es importante el rediseño de los incentivos. En la actualidad tenemos subsidios poderosamente dañinos para los recursos hídricos, que potencian actividades que sobreexplotan, contaminan o contribuyen a la destrucción de la diversidad biológica y los servicios ecosistémicos. Y debería ser al revés, los incentivos deberían estar destinados a premiar las actividades de limpieza, restauración, conservación, eficiencia y economía circular.

Por último, la economía del agua necesita impulsar la creación de infraestructuras hídricas, a fin de lograr el ODS 6: Agua limpia y saneamiento para todos. “Tenemos la obligación de dejar de entender los Objetivos de Desarrollo Sostenible como una declaración de intenciones y trabajar para que pasen a convertirse en una realidad tangible”, asevera el presidente del Foro.

 

Desacoplar el crecimiento de la actividad económica de la extracción de agua, financiar la inversión, rediseñar los incentivos, impulsar la creación de infraestructuras hídricas son algunos de los grandes desafíos económicos a nivel global.

 

En momentos anteriores, la política de agua ha estado sublimada a la política agraria, con grandes inversiones en trasvases de agua y embalses para acumularla, entre otras cosas. Sin embargo, este modelo de infraestructuras grises, que aún funciona en algunos lugares, es insuficiente en otros muchos, y necesita ser completado con otras infraestructuras naturales o soluciones basadas en la naturaleza, apostando por la reutilización de aguas y la eficiencia energética.

En definitiva, para promover una gestión adecuada y sostenible del agua desde una perspectiva económica, es necesario contar con una adecuada gobernanza, inversiones suficiente en infraestructuras hídricas y políticas públicas que fomenten el ahorro de agua y el consumo responsable del recurso en todos los sectores productivos, y también en el ámbito doméstico, concluye el profesional. Para lograr este “triángulo virtuoso”, es necesario el establecimiento de alianzas, que promuevan la acción colectiva de todos los sectores implicados: la administración pública, la iniciativa privada, la academia y la sociedad civil, defiende el experto.

 

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Precio ≠ Valor

¿Es el precio del agua demasiado bajo? ¿Da muestras de la escasez de agua que estamos viviendo? No existe una correcta conexión entre tres variables: el coste de poner el agua a disposición de la economía y las actividades humanas; el precio por el que se cobra a los usuarios; y el valor que tiene realmente el agua; y por tanto, el gran reto es llegar a conectarlas. Por tanto el precio del agua no es el adecuado, tanto en cuanto no refleja el coste que supone poner este recurso al servicio de la sociedad, ni tampoco el valor que tiene para nuestra salud, desarrollo y bienestar, entre otros.

Pero el reto no es solo el nivel de precio, sino también de diseño o estructura de las tarifas, que deberían avanzar en progresividad para la mayor parte de los usos, penalizando los altos consumos o los consumos ineficientes.

 

El precio del agua no refleja el coste que supone poner este recurso al servicio de la sociedad, ni el valor que tiene para nuestra salud, desarrollo y bienestar.

 

“Solo el necio confunde valor y precio”, escribió Quevedo en el siglo XVII. “Y con el agua, somos más necios que sensatos”, completa Lombardo. El último informe publicado por AEAS-AGA en 2022 muestra que el precio del agua no se encuentra alineado con la actual escasez del recurso y con la inversión público-privada que se realiza para mantener las infraestructuras de todo el ciclo. En 2020, el metro cúbico de agua en España se situó en 1,99 euros. De este precio medio, el 59% corresponde al servicio de abastecimiento; el 14% a alcantarillado y el 28% restante al servicio de depuración. Además, si analizamos el tamaño poblacional vemos que los precios medios más elevados corresponden a poblaciones de entre 20.000 y 50.000 habitantes y poblaciones entre 50.000 y 100.00 habitantes, siendo el precio más bajo el de las áreas metropolitanas.

 

Tendencias emergentes y vista a futuro

Sin embargo, aún queda esperanza para la economía del agua. Aunque queda mucho camino por recorrer, las tendencias emergentes prevén un futuro positivo, “con la introducción progresiva de temas relacionados con la gestión sostenible y circular de los recursos en las políticas nacionales e internacionales”, asegura el experto.

Ya se perciben importantes esfuerzos para la mitigación del cambio climático, a través de la descarbonización o la reducción de emisiones, con tendencias tan positivas como el abandono de los combustibles fósiles, la penetración de las tecnologías renovables o la llegada del hidrógeno verde. Además, los temas relacionados con la adaptación al cambio climático, tradicionalmente minusvalorados, están creciendo en importancia.  Antes se pensaba sólo en la mitigación, con la transición del modelo energético y de movilidad; pero ahora la adaptación al cambio climático exige una transición equivalente en la gestión del agua y el territorio, por lo que cada vez son más, los recursos vinculados a hacer una mejor gestión de los recursos hídricos.

 

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En este sentido, el presidente señala que estamos “en plena búsqueda” de sistemas alternativos para incrementar la disponibilidad de agua, entre los que destacan la desalinización o la reutilización de aguas, propuestas “con amplio margen de desarrollo, que suponen un gran impulso para la economía circular”.

Por otro lado, se persigue optimizar el recurso, y en este sentido, la tecnología desempeña un papel fundamental, destaca. El sector del agua está en un proceso intenso de digitalización, que utiliza las nuevas tecnologías de la información para la mejora de la gestión y la eficiencia, así como la obtención de un conocimiento exhaustivo del estado de nuestras masas de agua, que permita actuar en consecuencia para una mejor conservación.

 

El encuentro entre digitalización y sostenibilidad es muy prometedor. Estamos ante grandes cambios de paradigma que nos harán enfrentar la gestión del agua y la economía de una manera muy diferente.

 

El encuentro entre digitalización y sostenibilidad es muy prometedor: ya sabíamos que la tecnología tenía mucho potencial, pero le faltaba el relato que hoy le proporciona la sostenibilidad. Nuevas herramientas como Internet de las cosas, computación cuántica o en la nube, blockchain, gestión de datos, gemelos digitales, sensores, inteligencia artificial, aprendizaje por máquinas, respuesta automatizada… abrirán un abanico de posibilidades muy interesantes, y traerán consigo grandes cambios de paradigma que nos harán enfrentar la gestión del agua y la economía de una manera muy diferente. 

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