Como consecuencia directa de la necesidad de abordar los problemas asociados a la producción de residuos plásticos y la contaminación derivada de una mala gestión de los mismos, en las últimas décadas hemos asistido a un auge exponencial en la investigación y desarrollo de tecnologías para el tratamiento de estos desechos. Una vez optimizados los procesos del reciclaje mecánico, se ha apostado por explorar nuevas soluciones complementarias capaces no solo de descomponer y eliminar residuos plásticos más complejos, sino también de ofrecer nuevos productos secundarios aplicables a necesidades industriales específicas. De este compendio de circunstancias surge una fuerte apuesta por el reciclaje químico, un conjunto de tecnologías incipiente capaz de producir soluciones químicas y polímeros circulares alternativos con las mismas características que aquellos obtenidos a partir de materias primas vírgenes.
Auspiciado por la presión de los objetivos climáticos europeos, que a través de sus planes y programas buscan fomentar la reutilización y el reciclaje fijando cifras ambiciosas, como reciclar al menos un 50% de los envases de plástico para 2025 o que todos los envases de plástico sean reciclables o reutilizables para 2030, la relevancia que en los próximos años pasará a tener esta tecnología viene además reforzada por su intromisión en diversos programas y directivas en el marco del Pacto Verde Europeo, como la Estrategia de Plásticos en una Economía Circular o el Reglamento de productos de plástico de un solo uso. Aún con ello, debe resaltarse que la implementación a gran escala del reciclaje químico dista actualmente del ideal fijado para este período, desaprovechándose a su vez el potencial que atesora para promover la sostenibilidad en toda la cadena de valor de los plásticos.
¿A qué se debe la débil apuesta por esta tecnología? En el informe “Reciclado Químico en España: apostando por un futuro circular” la Federación Empresarial de la Industria Química Española (FeiQue) señala principalmente cinco inconvenientes, que además se topan de manera directa con el reciclaje mecánico: su característica de tecnología relativamente nueva; unos rendimientos típicamente inferiores; un mayor impacto ambiental debido a rendimientos más bajos, una mayor cantidad de procesos previos al producto reciclado final y los riesgos químicos que vienen asociados intrínsecamente a esta tecnología. En la actualidad ambos procesos, mecánico y químico, son necesarios y deben ser abordados desde un enfoque de complementariedad para impulsar la creación de interesantes sinergias y ampliar las posibilidades de aplicación en
diversos campos, dando lugar así a una mayor recuperación de recursos.
Se estima que la producción de plásticos reciclados químicamente aumentará a 1,2Mt en 2025 y a 3,4 Mt en 2030.
Posicionándolo de manera destacada en la carrera hacia la transformación circular de los plásticos, el citado informe destaca entre las principales ventajas del reciclaje químico que es capaz de proporcionar productos finales con mejores propiedades mecánicas y organolépticas; ayuda a evitar defectos visuales en los productos finales; permite una reproducibilidad sencilla entre lotes y puede satisfacer los crecientes requisitos de calidad exigidos por el mercado y las nuevas regulaciones. Precisamente, España ha sido el primer país de la Unión Europea en incluir esta tecnología en un documento legislativo, la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular, y en aprobar una Proposición no de ley para promover el uso de productos valorizados por procesos de reciclado químico de plásticos, buscando con ello generar un ambiente propicio para atraer inversiones por parte de las empresas del sector químico.
En el ámbito normativo, Plastics Europe, como portavoz de la industria plástica europea, posiciona en su informe “La economía circular de los plásticos” a los fabricantes de este material como “catalizadores hacia la construcción de un marco regulatorio que proporcione seguridad e incentive futuras inversiones en infraestructuras y tecnologías de recogida, separación y reciclaje, incluido el reciclaje químico”. Concretamente, estiman una inversión de 2.600 millones de euros de cara a 2025 y 7.200 millones de euros para 2030 por parte de este sector para acelerar la fabricación de plásticos reciclados y la creación de nuevas fuentes de materias primas mediante reciclado químico, pudiendo llegar a producir 1,2 millones de toneladas y 3,4 millones de toneladas de plásticos reciclados, respectivamente, que sigan estimulando la transformación europea hacia la economía circular.
La estandarización de leyes y regulaciones a nivel europeo para respaldar esta tecnología desempeñará un papel esencial para su expansión, proporcionando un marco legal coherente y predecible para las empresas interesadas en apostar por tecnologías de reciclaje químico. Además, la existencia de incentivos fiscales y esquemas de financiación específicos lograrán acrecentar la confianza de los inversores, sentimiento reforzado por un marco regulatorio estable y uniforme; una homogeneidad que podría reducir también las barreras comerciales y facilitaría el intercambio de tecnologías y conocimientos en toda la Unión Europea. Con todo ello, sería posible erigir un ecosistema empresarial más sólido y sostenible en el ámbito del reciclaje químico, capaz de impulsar no solo la sostenibilidad ambiental al abordar los desafíos de los residuos plásticos, sino también el crecimiento económico y la innovación en la región.
El crecimiento del sector del reciclaje químico exige colaboración entre empresas químicas, tecnólogos, gestores de residuos y recicladores.
Actualmente las cifras que se manejan respecto a la generación global de desechos plásticos oscilan en torno a las 350 millones de toneladas, según datos de la OCDE. Auspiciado por una mayor regulación normativa, conciencia ambiental ciudadana y compromiso industrial hacia prácticas más sostenibles, el reciclaje químico resulta aún una tecnología incipiente, pero alberga un claro potencial de desarrollo. Las principales tendencias para estos próximos años oscilan entre una disminución del gasto energético en los procesos para obtener materiales más sostenibles y de menor impacto ambiental; un abaratamiento de los costes de la actividad y los productos resultantes; la creación de un marco regulatorio coherente y armonizado a escala europea y una fuerte incentivación y promoción al uso de materias primas circulares. Tal y como apuntan desde FeiQue: “para poder desarrollar plenamente el potencial de los plásticos en una economía circular se requiere una combinación de medidas legislativas, inversiones en tecnologías innovadoras e iniciativas sectoriales que hagan posible este cambio sistémico de modelo”.
El reciclaje químico resulta aún una tecnología incipiente, pero alberga un claro potencial de desarrollo. La estandarización de leyes y regulaciones a nivel europeo para respaldar esta tecnología desempeñará un papel esencial para su expansión.
Asimismo, la innovación y el ecodiseño jugarán un papel destacado, que acompañadas de un enfoque más resiliente y responsable en la gestión de los residuos aportarán la solidez necesaria para revertir de manera efectiva las actuales prácticas productivas y de consumo de este material, ligadas a fuentes fósiles no renovables. “La transición hacia una economía circular y climáticamente neutra para los plásticos requiere un cambio urgente, sistémico y esencial a nivel europeo”, señalan desde Plastics Europe, destacando la importancia que la coordinación e implicación entre las partes interesadas de la cadena de valor tendrá para abordar y superar los obstáculos actuales.
No exento de desafíos técnicos, económicos y regulatorios, existe ya la certeza de que el reciclaje químico será crucial para transformar radicalmente la gestión de los residuos plásticos y la industria en su conjunto, proporcionando productos químicos y combustibles útiles, ampliando su valor y minimizando la cantidad de desechos para avanzar con paso decidido hacia un futuro más sostenible.
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