La suma de gestos individuales como movilizador global
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Si algo nos está enseñando la actual crisis provocada por la pandemia del coronavirus es que la propia supervivencia del ser humano está enormemente condicionada por la fortaleza de su entorno. Por ello este año, posiblemente con más razones que nunca, debemos visibilizar la necesidad de consolidar la cooperación global –la suma de acciones individuales- en torno a la protección del medioambiente. Y, en esta misión, cada gesto cuenta.
Aunque no es el único, encontramos un magnífico ejemplo de ello en el reciclaje de envases, que se ha convertido en el hábito ambiental más extendido en nuestros hogares: los españoles confiamos cada vez más en este hábito como una herramienta clave en la defensa de nuestros entornos. Y lo mejor de todo es que no se trata simplemente de una declaración de intenciones, sino que tiene una traslación directa en nuestro comportamiento. Tanto es así que, en 2019, los españoles llenamos los contenedores amarillos y azules un 8,1% más con respecto al año anterior. Estamos consiguiendo consolidar un ecologismo doméstico transformador y colaborativo, con un impacto real en nuestro día a día.
Pero el reciclaje de envases, además de ser ejemplo de compromiso ambiental, también lo es del poder inspirador de la colaboración, de todo lo que podemos conseguir trabajando con una misma meta. Porque el hecho de que esta práctica no haya dejado de crecer en nuestra sociedad –un 32% en los últimos cinco años- es un buen indicador del valor de un modelo de colaboración público-privada, coordinado por Ecoembes, que propone soluciones inclusivas, que no deja a nadie fuera: ciudadanos, administraciones y empresas, cada uno desde su ámbito de actuación, están consiguiendo avanzar con paso firme hacia un modelo de economía circular, dejando atrás el obsoleto proceso lineal del “usar y tirar”.
Sin duda, en la sociedad española existe un sentimiento de responsabilidad compartida para con el medioambiente que se da en todos los niveles y que ya no tiene marcha atrás. En el caso del reciclaje, este valor común empieza cuando el ciudadano -37 millones de españoles ya- decide separar sus envases para que sean reciclados y tengan una segunda vida. En ese preciso momento se pone en marcha una maquinaria perfectamente engranada en la que todos tenemos un importante papel que desempeñar y que en ocasiones como hoy merece la pena reivindicar por su clara contribución al medioambiente.
No olvidemos que tras este gesto cotidiano iniciado por los ciudadanos, comienza el trabajo de los más de 8.100 ayuntamientos de toda España con los que colaboramos desde Ecoembes para, por un lado, realizar campañas de sensibilización, y, por otro, para asegurar el servicio esencial de recogida, traslado y tratamiento de envases en una de las 96 plantas de selección dispuestas por todo el país, buscando también eficientar todo este proceso a través de la automatización y digitalización de cada una de las fases.
Todo ello no sería posible de no ser por las 12.500 empresas que forman parte de Ecoembes y que, tal y como marca la ley, financian a través del Punto Verde los costes que todo este ciclo tiene para los ayuntamientos.
Con este círculo entre empresas, ciudadanos y ayuntamientos, a lo largo de 2019 conseguimos reciclar 1,5 millones de toneladas de envases, haciendo posible que la materia prima utilizada en la fabricación de los envases regresara al ciclo productivo, evitando su pérdida y, sobre todo, contribuyendo a no extraer esos recursos naturales tan necesarios precisamente ahora que ya hemos sobrepasado los límites físicos del planeta previstos para todo 2020.
En definitiva, creo firmemente en la capacidad de aprendizaje y adaptación del ser humano, unas cualidades que se ven reforzadas en los momentos más difíciles. Porque de los momentos más críticos pueden surgir las mejores oportunidades y, ante nosotros, se nos presenta una clave: empujar hacia una mayor responsabilidad global en torno al medioambiente. De nosotros depende aprovechar bien esta nueva fuerza y transformarla en acciones que nos permitan, a cada uno desde nuestro ámbito de responsabilidad, afrontar una reconstrucción que no hipoteque nuestro entorno, sino que lo cuide y lo haga crecer para disfrute de las próximas generaciones. Ese debe ser nuestro principal legado.
Artículo publicado en nº 222 Especial Reciclaje 2020