El papel de China
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Por Esther Sánchez, RETEMA
El mercado mundial del papel recuperado mueve al año 250 millones de toneladas de papel recuperado y entre 40 y 50 de ellas se mueven en el mercado asiático.
En 2018 china endureció los requerimientos para importar papel del extranjero, sigue aceptando papel para reciclar, pero solo el de mejor calidad. ¿Se debe mejorar la calidad de las exportaciones o incrementar la capacidad para reciclarlo?
En la industria están buscando soluciones, pero no es nada fácil responder a esa pregunta. Hasta Francia, que es uno de los países con mayor capacidad recicladora, tiene exceso de toneladas que debe exportar debido a la saturación de los clientes europeos.
A Alemania le sucede lo mismo, la cabeza de este ranking, y aún así, saturada por culpa del flujo de papel británico, posee un excedente de más de 4 millones de toneladas.
En España no nos va mal, somos los terceros en capacidad, pero igual que a nuestros vecinos, nos sobra papel.
China, Indonesia, Vietnam y Tailandia viven una escalada de exigencias a la hora de aceptar residuos europeos, para 2020 se calcula que el mercado asiático solamente importará 11 o 12 millones de toneladas de papel recuperado. Por nuestra parte, desde Europa, tendremos que exportar más o menos 12 millones de toneladas y todavía no sabemos a quién.
Esto ha supuesto una serie de inconvenientes muy importantes. Desde un irremediable desplome de los precios de en torno al 50% hasta el aumento de poder de las papeleras a la hora de únicamente comprar las mejores calidades. Los recuperadores más pequeños son los que se ven más perjudicados, en áreas locales existe menos capacidad de recolectar en alta calidad y se encuentran muchas veces mezclados con embalajes.
Pese a que la capacidad de los recuperadores de producir la calidad premium que el mercado asiático requiere, existe, es solo en volúmenes limitados. Por ello, el sector, baraja soluciones alternativas para sus exportaciones, es decir, exportar a otros países como puedan ser Corea, Turquía o los del sudeste de Asia. En todo caso, puede leerse como una oportunidad para la industria papelera europea de modernizarse y de aprovechar los bajos precios de las materias primas.
Las consecuencias
El stock en las fábricas es enorme. Por supuesto, esto incrementa las posibilidades de accidentes e incendios, pero que los almacenes estén llenos y el final de 2019 ha sido todo un reto, sobre todo, por la imposibilidad de vender la producción. La cantidad almacenada es enorme y muchas papeleras, entre ellas la gran Smurfit Kappa, frenaron su producción para reducir la presión en el mercado.
En estas circunstancias, preocupa que las cadenas de distribución se planteen no hacer selección en origen, porque son actores clave en este proceso. Las grandes empresas y supermercados tienen capacidad para soportar los vaivenes del mercado, pero los pequeños establecimientos no.
A la situación del mercado se le suma la normativa, cada vez más exigente también con prohibiciones como la de que los fardos no puedan llevar cuerdas de plástico o que no sean menores de 350 kilos. Esto va a obligar a estos pequeños actores a invertir en sistemas de atado diferentes, a reenfardar y por supuesto a asumir el coste a la vez que coartan el deshacerse de ello como basura aplicando costes de vertido.
Sin duda el sector enfrenta una bajada en el reciclaje y por ende, la perdida de fibras debido a que en estas circunstancias, la separación a veces no merece la pena por lo que se acepta desechar la parte que no compensa económicamente que termina quemada en un vertedero incluso asumiendo los costes de vertido. Se estima que en los próximos años se perderán hasta 2 millones de toneladas de papel.
Las soluciones
Todo empuja al aumento de la calidad. El mercado asiático exige un 95,5% de pureza. En Francia ya se está invirtiendo en plantas para clasificar mejor, gestionar mejor los stocks y han cambiado los tipos de contrato con los clientes. Ahora procuran que se seleccione mejor el residuo antes de que entre en los centros locales y se han abandonado contratos en los que la calidad del papel recibido era muy mala. Bajar los volúmenes de recepción, ser más selectivos y más exigentes, igual que China.
El mercado europeo debe asumir que es innegociable el seguir comerciando con Asia. Hay que aceptar las nuevas normativas que se están imponiendo así como las bajadas de precio. No se puede excluir del sistema a un actor en el mercado tan importante como este.
Dada la situación de que las ventas son malas y el cambio de mercado aún no se ha realizado, las finanzas de los recuperadores están en riesgo. Ya se ven en el retrovisor los tiempos en los que los proveedores cobraban por que les retirasen el cartón. En Francia, las tres empresas más fuertes del sector, Veolia, Suez y Paprec, negocian con los proveedores y cobran el servicio de retirada. Si el mercado continúa en esta línea, es una cuestión de supervivencia del sector. Es positivo un gran número de empresas capaces de proveer este servicio, si no, todas podrían estar en riesgo. Por eso todo el mundo está aceptando el cambio pese a los perjuicios que a priori conlleva.
El futuro
Es muy complicado hacer previsiones ante una crisis nunca vista en el sector que además no se sabe cuánto va a durar. No se sabe qué va a pasar en 2020 porque pese al esperable recrudecimiento de los países importadores, también habrá nuevas máquinas, más inversión y se abren mercados como Turquía o Polonia. Los optimistas creen que la situación puede mejorar después del verano, pero no se sabe a ciencia cierta.
Bien es cierto que se siente una brisa aire fresco en el sector al pensar en la transición del embalaje de plástico a papel. Ello supondría 1,5 millones de toneladas de papel y cartón que podrá asumir esta industria, pero esto es casi una entelequia.
Si la industria quiere sobrevivir y tener éxito, las claves serán la calidad, mantener buenas relaciones con los importadores por complicado que sea e invertir para subir el nivel profesional de sus actividades.