La gestión de residuos a escala global: presente y futuro

La actualidad de los residuos sólidos urbanos, marcada por el creciente volumen de generación y los desafíos persistentes en su gestión, exige soluciones inmediatas y efectivas para avanzar hacia un futuro más sostenible y equitativo.
Autor/es
Griselda Romero
Publicado en
12-09-2024
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Cada año, el mundo genera más de dos mil millones de toneladas de residuos sólidos urbanos (RSU), un volumen tan vasto que, si se empaquetara en contenedores estándar y se alineara de punta a punta, daría la vuelta al ecuador de la Tierra 25 veces. Este creciente aluvión de desechos no solo refleja el aumento del consumo y la producción, sino también el impacto de nuestras decisiones diarias sobre el medio ambiente. La generación de residuos está profundamente entrelazada con la triple crisis planetaria del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

Los residuos municipales, que incluyen productos desechados por hogares, minoristas y pequeñas empresas, son solo una parte de la historia. La actividad humana también produce residuos agrícolas, industriales, de construcción y demolición, y sanitarios, cada uno con sus propios desafíos y efectos sobre el entorno. La gestión de estos residuos es un servicio esencial que, idealmente, debería ser universal, pero en muchos lugares sigue siendo inadecuada o inexistente.

Desde el primer informe de la UNEP sobre “Perspectivas mundiales de la gestión de residuos” publicado en 2015, se ha reconocido la necesidad urgente de una gestión eficiente y sostenible de los residuos para mitigar su impacto en la salud humana y el medio ambiente. Sin embargo, a pesar de algunos esfuerzos, la situación ha empeorado, con una creciente acumulación de residuos y un aumento en la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero.

Basado en la actualización más reciente de este informe, “Perspectivas mundiales de la gestión de residuos 2024. Más allá de la era de los residuos: Convertir la basura en un recurso”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) junto con la International Solid Waste Association (ISWA), el presente reportaje explora la compleja realidad de la generación, el crecimiento y la gestión de los RSU, abordando sus impactos ambientales, sociales y económicos; y examina los escenarios futuros para la gestión de residuos, ofreciendo una visión crítica sobre cómo los diferentes enfoques podrían modelar nuestro futuro y qué acciones son necesarias para avanzar hacia una gestión más sostenible y equitativa.

 

La generación de residuos prevé un aumento del 56% para 2050, alcanzando los 3.800 millones de toneladas, si no se implementan medidas urgentes.

 

 

Presente

 
Generación

A medida que los países se enriquecen, la industrialización y la urbanización aumentan, lo que lleva a cambios en los patrones de vivienda y consumo y a una mayor comercialización de productos. Esto resulta en un incremento en la cantidad de residuos sólidos urbanos (RSU) generados por persona. Las previsiones futuras de la generación de RSU basadas en el producto interior bruto (PIB) indican que el crecimiento económico seguirá impulsando el aumento de residuos hasta 2050. Aunque existen otros factores relacionados, como el Índice de Desarrollo Humana, la proporción de población urbana, la renta o las tasas de alfabetización, el PIB per cápita sigue siendo el indicador más preciso.

Considerando esto, cabe destacar que en el año 2020, se generaron aproximadamente 2.100 millones de toneladas de RSU a nivel mundial; y en vistas del continuo crecimiento económico y demográfico, se prevé un aumento del 56% para 2050, alcanzando los 3.800 millones de toneladas, si no se implementan medidas urgentes. El mayor crecimiento se anticipa en economías en las que se prevé un rápido desarrollo económico y demográfico, particularmente en Asia Central, Meridional y el África Subsahariana, donde la generación de residuos ya está superando la capacidad para gestionarlo. Estos datos subrayan la necesidad de desvincular el crecimiento económico del consumo de recursos y fortalecer la capacidad de gestión de residuos, especialmente en países con mayores dificultades en este ámbito. 

 

Composición

La composición de los residuos sólidos urbanos (RSU) varía según los niveles de renta y el grado de urbanización. En los países de renta baja, donde predomina la población rural, la menor necesidad de envases para el transporte de alimentos se traduce en una mayor proporción de residuos alimentarios y una menor presencia de envases en los RSU, como ocurre en África Subsahariana y Sudamérica. En contraste, en las regiones más urbanizadas y con mayores ingresos, como Norteamérica y Europa occidental, los residuos incluyen más envases y productos de un solo uso, reflejando patrones de consumo que priorizan la comodidad. Además, factores como el clima, la densidad de población y las prácticas culturales también influyen en la composición específica de los residuos en cada región.

 

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Gestión

Controlados vs. Incontrolados 

A nivel mundial, la gestión de los residuos sólidos urbanos (RSU) muestra una preocupante disparidad entre regiones. En 2020, el 38% de los RSU generados no se gestionaron de manera controlada, lo que implica que fueron vertidos o incinerados al aire libre, sin ningún tipo de tratamiento adecuado. Este porcentaje de residuos incontrolados es especialmente alto en regiones como el África Subsahariana y Asia Central y Meridional, mientras que en Norteamérica y Europa Occidental casi todos los residuos se gestionan de forma controlada. En Norteamérica, predomina la eliminación en vertederos sanitarios, mientras que Europa Occidental se destaca por sus altas tasas de reciclaje y conversión de residuos en energía. Se prevé que, para 2050, el porcentaje de RSU incontrolados aumente ligeramente al 41%, lo que implicará un incremento alarmante en la cantidad total de residuos incontrolados, de 806 millones de toneladas en 2020 a 1.600 millones de toneladas en 2050. 

 

Para 2050 se prevé un incremento alarmante en la cantidad total de RSU incontrolados, pasando de 806 millones de toneladas en 2020 a 1.600 millones de toneladas en 2050.

 

Recogida de residuos 

El acceso a los servicios de recogida de residuos también varía considerablemente entre regiones y dentro de ellas. En las regiones de ingresos más altos, se recoge casi la totalidad de los residuos sólidos urbanos (RSU), mientras que en los países de ingresos más bajos, menos del 40% de los RSU son recogidos. Las áreas con menor cobertura de recogida, como Oceanía, Asia Central y Meridional, y África Subsahariana, también presentan las tasas de urbanización más bajas. Aproximadamente 2.700 millones de personas no tienen acceso a servicios de recogida de residuos, lo que incluye a 2.000 millones en zonas rurales y 700.000 en zonas urbanas. Este déficit en la gestión de residuos representa alrededor de 540 millones de toneladas de RSU, equivalentes al 27% del total mundial, que no se recogen adecuadamente. 

Reutilización y reciclaje 

A pesar de su larga historia, el reciclaje de residuos sólidos urbanos (RSU) sigue siendo limitado en la actualidad, siendo reciclados solo un 19% de los residuos totales, entre los que se incluyen metales, vidrio, papel, cartón, algunos plásticos y residuos biodegradables tratados mediante compostaje y digestión anaeróbica. La reutilización y el reciclaje son fundamentales para reducir la demanda de materias primas, minimizar el impacto ambiental y evitar la contaminación. Sin embargo, la reutilización es preferible debido a su menor consumo energético en comparación con el reciclaje. El reciclaje, por tanto, no es el objetivo último de la gestión de residuos; siempre es mejor reducir los residuos, evitándolos en primer lugar.

Las tasas de reciclaje varían significativamente entre regiones: mientras que algunos países de renta alta superan registran tasas de reciclaje superiores al 50%, en otros de África Subsahariana y Sudamérica apenas alcanzan el 5%. Europa septentrional y meridional presentan altas tasas de reciclaje (44% y 42%, respectivamente), aunque la cantidad total reciclada en Asia Oriental y Sudoriental es mayor debido a la exportación de materiales reciclables desde Europa.

 

En la actualidad, 540 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, equivalentes al 27% del total mundial no se recogen adecuadamente.

 

Conversión de residuos en energía 

La conversión térmica de residuos en energía, también conocida como incineración con recuperación de energía, es una tecnología empleada en un número limitado de países. Aunque este método permite generar electricidad a partir de residuos altamente caloríficos, como plásticos y papel, enfrenta críticas por promover un uso lineal de los recursos y reducir los incentivos para reducir y reutilizar residuos. La quema de materiales reciclables también perjudica a los recolectores informales, que dependen de estos materiales para su subsistencia. A pesar de la expansión de esta tecnología en algunos países industrializados, su impacto ambiental es motivo de creciente escrutinio, especialmente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes. La Unión Europea y el Reino Unido han decidido incluir la producción de energía a partir de residuos en sus regímenes de comercio de derechos de emisión, reflejando la creciente preocupación por las emisiones asociadas. En respuesta a estos desafíos, se investigan alternativas como la co-combustión de plásticos en hornos de cemento y la pirólisis de residuos plásticos, aunque estas tecnologías también presentan incertidumbres y riesgos ambientales.

Vertedero sanitario 

Los vertederos sanitarios son unas instalaciones controladas para la eliminación segura de residuos sólidos, con características como selección adecuada del emplazamiento, uso de geomembranas para evitar la lixiviación y sistemas para gestionar lixiviados y gases. Los vertederos sanitarios son fundamentales para manejar residuos que no pueden reciclarse ni valorizarse, incluyendo cenizas de instalaciones de conversión de residuos en energía. El biogás generado en estos vertederos, rico en metano, contribuye significativamente al calentamiento global; por lo tanto, muchos países priorizan el reciclaje y compostaje de residuos biodegradables para reducir estas emisiones. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos en reducción y reciclaje, los vertederos seguirán siendo necesarios. Tecnologías como los vertederos semiaeróbicos pueden mejorar la sostenibilidad, con ejemplos de reducción de emisiones de metano de hasta un 40% en lugares como Mozambique.

Vertido y quema al aire libre de residuos 

El vertido y la quema al aire libre de residuos siguen siendo prácticas prevalentes en muchas partes del mundo, especialmente en el Sur Global, donde entre 400.000 y 1 millón de personas mueren anualmente debido a enfermedades relacionadas con la mala gestión de residuos. Estas prácticas causan graves problemas ambientales y de salud, como la contaminación del agua, inundaciones locales, y el incremento de enfermedades transmitidas por mosquitos. La quema de residuos libera contaminantes tóxicos y carbono negro, que contribuyen al calentamiento global y afectan la salud humana. Los vertederos incontrolados, que a menudo se ubican cerca de costas, filtran sustancias químicas peligrosas al medio ambiente, exacerbadas por el cambio climático. Además, estos vertederos pueden ser focos de incendios prolongados y deslizamientos de tierra, presentando riesgos significativos para las comunidades y complicaciones en su rehabilitación.

 

Costes

En 2020, la gestión de residuos sólidos urbanos (RSU) a nivel mundial tuvo un coste directo de 252.300 millones de dólares. Estos costes son principalmente atribuibles a la recogida de residuos, que incluye salarios, combustible, mantenimiento de vehículos y otros gastos indirectos. Adicionalmente, el reciclaje y la eliminación de residuos, como los vertederos y la conversión de residuos en energía, implican inversiones significativas en infraestructura, así como altos costes operativos y de mantenimiento. Incluso el vertido de residuos al aire libre incurre en gastos directos, como la extinción de incendios y la pérdida de valor del suelo.

Más allá de estos costes directos, existen externalidades significativas asociadas con la mala gestión de residuos. Estas externalidades están vinculadas a la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, además de afectar la salud humana y la justicia medioambiental. Los impactos negativos son especialmente severos para las comunidades vulnerables, como los trabajadores de residuos y los ciudadanos de países con menos recursos, debido a la falta de infraestructura adecuada y la incapacidad de aplicar normativas ambientales eficaces.

Los costes totales, incluyendo estas externalidades, ascienden, por tanto, a 361.000 millones de dólares, destacando los importantes “costes ocultos” de la gestión de residuos. Reducir los residuos y fomentar el reciclaje no solo disminuye la demanda de materias primas y los impactos ambientales, sino que también puede reducir significativamente estos costes y mejorar la salud pública. Esto prueba la importancia de reconocer el coste total de las externalidades, que proporcionará a los gobiernos y a los responsables de la toma de decisiones una base sólida para priorizar la reducción y gestión de residuos hacia un futuro más sostenible. Asimismo, mejorar la gestión de residuos a nivel global requerirá inversiones sustanciales, siendo la reducción de residuos y la valorización de materiales secundarios la solución más económica a largo plazo. 

 

Reconocer el coste total de las externalidades proporciona a los gobiernos y a los responsables de la toma de decisiones una base sólida para priorizar la reducción y gestión de residuos hacia un futuro más sostenible.

 

 

Futuro

Tras evaluar la situación actual de la gestión global de residuos, con especial atención al incremento en la generación de residuos y los desafíos asociados con la composición, las infraestructuras, los sistemas de gestión, y sus costes asociados, examinamos las posibles trayectorias futuras a nivel global. Se prevén tres posibles escenarios que ilustran cómo podría evolucionar la gestión de residuos en las próximas décadas: desde un enfoque continuista que perpetúa las prácticas vigentes, hasta una completa transición hacia un modelo de economía circular. Los tres supuestos destacan las diversas implicaciones para el clima, la salud humana y los ecosistemas, así como las reformas necesarias para avanzar hacia un futuro más sostenible.

En primer lugar, bajo un enfoque continuista o sin cambios para la gestión de residuos, se prevé que la generación de residuos continúe aumentando a medida que crezca la economía global. En este modelo, las prácticas actuales de gestión de residuos, que incluyen una infraestructura de recogida y reciclaje insuficiente, permanecerían sin cambios. Esto conduciría a una expansión continua de la eliminación incontrolada de residuos, especialmente en regiones con capacidades de gestión inadecuadas.

Esta perspectiva resultaría, por ende, en impactos negativos crecientes sobre el clima, la calidad de los ecosistemas y la salud humana. La falta de avances en la gestión de residuos contribuiría a mayores emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de suelos, agua y aire, y un aumento en los riesgos para la salud. Por tanto, este escenario poco optimista ilustra una situación en la que los problemas asociados con la gestión de residuos se agravarían debido a la falta de reformas significativas.

Por otro lado, en un escenario en el que la gestión de residuos se mantuviera bajo control, se observarían avances significativos en la gestión de residuos, con un enfoque intermedio entre el status quo y una economía circular completa. En este modelo, la generación de residuos se estabilizaría gracias a políticas gubernamentales y medidas preventivas que desvinculan la generación de residuos del crecimiento económico. Las inversiones en prevención y gestión aumentarían, lo que llevaría a una mejora en la recogida y reciclaje de residuos, con la cobertura de recogida alcanzando el 100% para 2050 y el fin de la eliminación incontrolada.

 

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Avanzar hasta este escenario mejorado exige una eficiencia mejorada en el uso de productos y materiales, así como una gestión más efectiva de los residuos. La capacidad global de reciclaje deberá duplicarse, especialmente en regiones como África subsahariana y Sudamérica, para alcanzar estos objetivos. Sin embargo, aunque este escenario de control optimizado de los residuos reduciría los impactos negativos sobre el clima y, en menor medida, sobre la salud humana en comparación con 2020, los efectos sobre la salud de los ecosistemas solo se estabilizarían en los niveles de 2020.

Por último, el pronóstico más optimista prevé un futuro en el que se logre una transición completa y efectiva hacia un modelo de economía circular, desvinculando la generación de residuos del crecimiento económico mediante un modelo de consumo y producción sostenible. Bajo este enfoque, los productos y materiales se diseñarían para ser reutilizados, reciclados o recuperados, permaneciendo en la economía el mayor tiempo posible. Como resultado, la generación de residuos se reduciría a los niveles de 2020 para 2050, y la tasa mundial de reciclaje alcanza el 60%, con el resto de los residuos gestionados de forma segura.

Alcanzar este escenario exige una cobertura total de recogida de residuos, junto con una significativa mejora en la capacidad de reciclaje, que se triplicaría, pasando de 400 millones de toneladas en 2020 a más de 1.200 millones de toneladas en 2050. Para alcanzar estos objetivos, será necesario reducir drásticamente el consumo intensivo de recursos en regiones como Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda y la mayor parte de Europa, así como implementar medidas de prevención en áreas con alto crecimiento económico y urbanización. Este último modelo tendría un impacto neto positivo sobre las emisiones de gases de efecto invernadero y la salud humana, y reduciría significativamente el impacto negativo sobre la calidad de los ecosistemas, aunque no lo eliminaría por completo para 2050. 

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