Preservar los recursos para mantener el bienestar
- 1044 lecturas
De la economía lineal a la circular
Hablar de sostenibilidad y economía es hablar, principalmente, de externalidades. Es hablar de cómo durante siglos, y aún hoy en la mayoría de los países y sectores productivos, contaminar no tiene coste. O más bien, existe un coste, pero no se repercute a la actividad económica que lo causa y, por tanto, no se tiene en cuenta al tomar decisiones ni al trasladar los costes ambientales a la señal de precio que se envía al resto de la cadena de valor para que cuadren las cuentas.
El modelo lineal de producción y consumo —conocido popularmente como de usar y tirar— se basa en la extracción de materias primas y su procesamiento en bienes de consumo que tarde o temprano acaban siendo considerados residuos. En contraposición al modelo lineal, se propone adoptar una economía circular que tenga como objetivo principal preservar durante el mayor tiempo posible el valor de los productos, los componentes y los materiales dentro de la economía, implicando una nueva forma de concebir las relaciones entre los mercados, los clientes y los recursos naturales. Un modelo de producción y consumo que desvincule el progreso del creciente consumo de recursos.
¿Cuán circular es la economía mundial?
Según el Circularity Gap Report de 2023, la economía mundial consumió más de 110 gigatoneladas (Gt = 109 t) de materiales en 2022, pero solo el 7,2% tuvo una segunda vida. Si comparamos este dato con el del informe de 2018 ―9,1% de circularidad― vemos que el porcentaje de circularidad no solamente es bajo, sino que sigue menguando.
Además, la baja circularidad de los recursos se acompaña de otro dato: el aumento acelerado de su consumo global. En tan solo 50 años, el uso global de materiales casi se ha cuadruplicado, mientras que en el mismo período el crecimiento de la población se ha duplicado. En 1972, el mundo consumió 28,6 Gt de recursos; en 2000, 54,9 Gt y, a partir de 2019, se superaron las 100 Gt.
El Circularity Gap Report de 2024 profundiza en este último análisis y revela que solo en el período 2018-2023, la economía mundial ha consumido el 28% de los materiales utilizados desde 1900.
Debido a la aceleración de los últimos años, cada vez se escuchan más voces que defienden la necesidad de decrecer, es decir, reducir el consumo de recursos para garantizar la sostenibilidad del planeta y asegurar el bienestar de las generaciones futuras. La idea del decrecimiento parte de la premisa de que la capacidad del planeta para proveer recursos y absorber residuos y emisiones es limitada, y que, por tanto, el crecimiento económico continuo ligado a un consumo creciente de recursos no es viable.
Probablemente, la economía circular sea una de las vías a transitar para retornar la economía dentro de los límites de la biosfera.
Cómo avanzar hacia una economía circular
La economía circular implica (re)diseñar productos y procesos de producción de manera que permitan recuperar y reutilizar los componentes, reciclar los materiales y fomentar prácticas como la reparación, el intercambio de productos usados o su uso compartido.
La transición de las empresas hacia una economía circular requerirá cambios estructurales a diversos niveles, ya que afectará a las estrategias de producto o servicio, a los procesos productivos, a la estrategia de suministro, a la estrategia organizativa, al modelo de negocio, etc. Estos son enormes retos empresariales, pero también sociales, tecnológicos y de gestión pública, que deberán situar los incentivos en el lugar adecuado para favorecer la conservación de los recursos. En este sentido, destacan dos grandes líneas de actuación: por un lado, los modelos de negocio circulares y, por otro, la fiscalidad.
La transición de las empresas hacia una economía circular supone enormes retos a nivel empresarial y también social, tecnológico y de gestión pública, que deberán situar los incentivos en el lugar adecuado para favorecer la conservación de los recursos.
Modelos de negocio circulares
Los modelos de negocio lineales se basan en la renovación del stock de recursos presentes en la economía y, por tanto, existe un incentivo para la corta durabilidad, la falta de reparabilidad, etc., lo que se conoce como obsolescencia.
En contraposición, los modelos de negocio circulares buscan capturar el valor y maximizar el uso de los recursos presentes en la economía. Un ejemplo de esta familia de modelos de negocio es la servitización. La servitización es el proceso por el cual las empresas ponen en el centro de su negocio el valor que generan para el cliente en lugar del producto mediante el cual lo hacen posible. Pasan de centrarse en la venta de un producto o maquinaria tradicional a centrarse en ofrecer un servicio y experiencia al cliente, por ejemplo, a través del alquiler o el pago por uso.
El producto pasa de ser un elemento de coste a una oportunidad para ofrecer un mejor servicio al cliente y, por tanto, generar ingresos adicionales. La servitización supone un impulso para la economía circular a diversos niveles:
- La durabilidad como beneficio empresarial: Cuando una empresa retiene la propiedad de los productos y se hace responsable de su mantenimiento y del pago de los costes operativos, la durabilidad y la reparación del producto, así como la reutilización de componentes y el reciclaje de materiales, se convierten en estrategias prioritarias para la empresa. Esto se debe a que cuanto más tiempo el producto permanezca instalado sin tener que ser sustituido, más beneficios genera a la empresa.
- Desvincular el beneficio económico del consumo de más recursos naturales: Los modelos de negocio que favorecen el acceso a un producto compartido, como por ejemplo el carsharing, permiten que un mayor número de personas accedan al valor y/o a la función de un producto sin necesidad de consumir más recursos.
- Mejores escenarios de fin de vida: Manteniendo la propiedad de los productos, las empresas pueden prolongar su vida útil, reduciendo la necesidad de sustitución y fomentando las reparaciones. Las empresas priorizan productos duraderos y pueden obtener valor residual mediante la separación de componentes para la reventa, reutilización, remanufactura o reciclaje. Esto impulsa productos más circulares y exige repensar los modelos logísticos.
La fiscalidad
El uso de los impuestos y los gastos públicos es un instrumento para influir en el comportamiento de los agentes económicos (consumidores, empresas y sector público) y para lograr objetivos como la protección del medio ambiente, entre otros. En este sentido, la fiscalidad puede incentivar procesos y decisiones que faciliten la transición hacia una economía circular conservadora en el uso de los recursos. Por ejemplo:
- Reducir los costes o aumentar los beneficios de algunas actividades que se consideran deseables para la economía circular: como la reparación, la reutilización o los modelos de negocio basados en la prestación de un servicio. Esto se puede hacer mediante incentivos directos (subvenciones o créditos) o indirectos (deducciones o bonificaciones fiscales).
- Aumentar los costes o reducir los beneficios de algunas actividades que se consideran perjudiciales para la economía circular: como el uso de materias primas vírgenes, la generación de residuos sólidos o las emisiones de gases y aguas residuales. Esto se puede hacer mediante impuestos específicos (p. ej., la tasa al plástico) que desincentiven estos comportamientos y favorezcan el aprovechamiento de los recursos presentes en la economía.
- Corregir las fallas del mercado que provocan las externalidades ambientales: a través de impuestos pigouvianos, sobrecostes que se imponen a los generadores de externalidades negativas para que las tengan en consideración y, por tanto, se incentive su reducción.
La fiscalidad juega un papel fundamental en promover un modelo económico viable a largo plazo, generando valor y reduciendo los impactos negativos del modelo de usar y tirar.
En resumen, la fiscalidad juega un papel fundamental en promover un modelo económico viable a largo plazo, generando valor y reduciendo los impactos negativos del modelo de usar y tirar.
La transformación de los modelos de negocio y la fiscalidad tienen la capacidad de favorecer la circularidad y generar bienestar con un menor consumo de recursos asociado. La economía circular se erige como la vía para repensar los incentivos y potenciar la capacidad innovadora de los agentes económicos y sociales, al mismo tiempo que crea valor para la empresa y la sociedad.